Capítulo cuarenta y ocho.

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CUARENTA Y OCHO: SIEMPRE FUE ELLA.

 

●Selley: 

Las luces de las farolas pasaban difuminadas en el exterior, mientras mi mirada se perdía en ellas. 

Tan perdida como lo estaba la de Harry hacia aquel coche plateado. ¿Un viejo conocido, otra nueva quizás?

A mis labios entreabiertos llegó una lágrima ante la última opción.

Seguía llorando en silencio, interiormente, aunque por mis ojos ya no caían lágrimas. Estaban secos.

Iba a confiar en él. Porque dijo que me quería.

Y a pesar del poco tiempo que estuvimos juntos de verdad, de todos los gritos y de nuestro gran orgullo, me defendió del señor Fo... asesino de mi madre. Y pensar que estuve tanto tiempo con él, tan cerca, se ganó más que mi confianza, él lo sabía todo, mis secretos y los sentimientos que no era capaz de decir en alto. Estaba tan cerca y ni siquiera me di cuenta de ello.

Ahora el caso de mi madre está cerrado, el señor Fogg entre rejas y yo a ciento treinta quilómetros de mi corazón.

Siempre me habían enseñado que lo más importante de una persona era su corazón, ya que sin él no puedes vivir. Pero ahora acababa de aprender que dolía más vivir separado de él, que sin éste.

—Katie. –mi padre me zarandeó el brazo.– Llegamos. –lo miré y asentí, saliendo delante de él del vehículo familiar. La gran mansión era una completa mancha de tinta negra ante mis ojos, y a duras penas conseguía identificar el camino de un borrón. Así que simplemente caminé recto.–Escucha, –su voz volvió a sonar detrás de mí– sé que te llevabas bien con el asesino de tu madre, pero no llores más, él…

—¡Ese tío me da igual!  Y ojalá se pudra en la maldita cárcel. –contesté, fuera de mí, y me apuré a entrar ignorando el gran suspiro de mi padre.

● Harry: 

—Es demasiado fuerte. –Niall y Zayn fruncieron los labios con la respuesta de Rose ante la historia de Allison y mis puños se tensaron. Sam puso una mano sobre mis hombros, en señal de apoyo.

—No pude hacer nada, ¿sabéis? Solo me quedé quieto viendo cómo se marchaba. Quería detenerla, sin embargo dejé que se fuese.

—Lo peor es que no dijo ni adiós. –miré a Liam, que compartía su cama con Rose.

—No Liam, solo me dijo que posiblemente sería la última vez que nos viésemos… y que me amaba. –susurré lo último.– Supe que la perdía.

—¿Cómo te diste de cuenta de que las cosas iban mal?  –preguntó Sam.– Ninguno nos esperamos que fuese a suceder eso con el señor Fogg. –no contesté.  

—Ellos quedaron a las doce en punto, diez minutos después Selley aún no estaba aquí. –Niall lo hizo por mí.

—Aun no me puedo creer que le dieses tu corazón a una chica, Harry. –me encogí de hombros ante la perpleja Rose. Sam, que compartía cama conmigo volvió a abrazarme.

—No se lo di. –sonreí de lado cuando los buenos momentos, que nunca volverían, surcaron mi mente a la velocidad de la luz.– Ella lo robó. –hice una pausa– Y cuando la vi discutiendo con el señor Fogg… –volví a sentir la impotencia del momento.– Si tuviera que describir esa sensación sería  miedo.

—Nunca pensé que llegarías a estar así por una chica. –Louis se cambió a mi cama, sentándose a mi lado.– Y aún recuerdo todas las veces que me negaste que la querías.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora