Capítulo cuarenta y seis.

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CUARENTA Y SEIS: ESTÁS JODIDAMENTE INCREÍBLE ESTA NOCHE.

 

● Selley

—Oh oh, Sam. –me detuve antes de empezar a desvestirme.

—¿Qué pasa? ¿Problemas con el vestido? ¿Los nervios? ¿El pelo? ¿Maquillaje? –la nerviosa en todo caso era ella.– Aún quedan dos horas, podemos arreglar lo que sea, creo.

—No es eso. Acabo de recordar que… oh, estoy en un lío. –me cubrí los ojos con ambas manos, mirándola por el espacio de entre dos dedos.

—Quieres hacer el favor de explicarte, mujer. –empezó a exasperarse.

—Le pedí al señor Fogg que pujase por mí. –entrecerré los ojos, esperando su reacción. Su boca se abrió en forma de “o”.

—Sí, señorita, estás en un gran lío. ¡Un enorme e inmenso lío!

—Calma, solo tengo que hablar con Harry y explicarle las cosas, así no va a sacar conclusiones precipitadas.

—Expliques lo que le expliques, va a sacar conclusiones precipitadas de todos modos. –alzó el ceño mirándome y continuó bailando alrededor de su cama con su largo vestido.– Es más fácil si le pides al señor Fogg, amablemente, que no puje por ti.

—Eso sería muy irrespetuoso. Yo se lo pedí, como para decirle que no lo haga.

—Está bien, nena, entonces no hagas nada y deja que se desate la tercera guerra mundial.

—¿Tan mal crees que se lo va a tomar? –¡Y yo que sabía que las cosas terminarían así! Se lo había pedido después de ver como Harry se enrollaba con Mía delante de mí en un pasillo. Aquello me transmitió directa en el alma una punzada de dolor.  Bueno, ahora solo estaría conmigo. Si conseguía salir viva después de contárselo.

—¿¡Tú que crees!? –vaciló como respuesta.– Eres su novia. Oficialmente. La primera, única e incondicional. Si antes ya era celoso, ahora querrá despellejar a todos los hombres que se te acerquen. Los novios son así, te sueltan el rollo de “confío en ti, es en él en el que no confío” –burló la voz ronca de un hombre.– para hacer que te sientas mal y accedas a no mirar a otro jamás en tu vida.

—Creo que debería ir a hablar con él. –solté mi vestido sobre la cama.

—Pero ¡la subasta! ¡El vestido! Hay que cambiarse, Kat. ¡Solo nos quedan dos horas! –exageró.

—En realidad apenas necesito veinte minutos. –mentí saliendo de la habitación a la vez que buscaba el número de Harry para escribirle un mensaje.

«Mueve tu culo perezoso de la cama y plántate en el banco del pasillo. Tienes cinco segundos o te las verás conmigo. ¡Te quiero!»

Mandé el mensaje mientras caminaba a paso rápido para doblar a la izquierda por el pasillo de las habitaciones masculinas. Media carrera por el pasillo después, pude divisar los inconfundibles rizos de mi novio.

«¿Qué bien suena eso, no?»

Entonces dejé de lado mi romanticismo para centrarme en lo que llevaba puesto. Formal por arriba, informal por abajo. Lo había pillado cambiándose, sonreí antes de que mi cara empezase a arder, la camisa blanca que llevaba medio abotonada y el lazo negro colgando alrededor de su cuello, aún deshecho,  le daban el toque condenadamente sexy, pero el pantalón de chándal holgado de color gris le daba un toque más desaliñado. Todo eso en mi mente mezclaba un cóctel explosivo. Tenía más ganas de decirle que fuésemos a hacer obscenidades a cualquier lugar en vez de confesarle que le había pedido a otro que no fuese él que pagase por una cita conmigo.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora