Capítulo dieciocho.

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DIECIOCHO: NADA, NO SIENTO NADA.

● Selley: 

—Eh, vas a volver a llegar tarde. –oí a Sam, mientras me balanceaba un brazo. – ¿No has oído la alarma o qué? Lleva un buen rato sonando.

—La verdad, no. –mentí.– Vete tú, nos vemos después. –dije sentándome a lo indio sobre la cama y esperando a que ella cerrase la puerta tras de sí.

Ahogué la cabeza contra la almohada. ¡Soy el ser más idiota del universo! ¡Deberían incluso darme un premio! ¿Cómo se me ocurre preguntarle eso a Harry? ¡Debería haber deducido ya la respuesta! ¿Qué pensabas que iba a decirte? ¿O quizás esperabas que te confesara que siente lo mismo que tú? ¡Sabes cómo es Harry Styles! Tú misma le pusiste el apodo “señor idiota-prepotente-engreído Styles”. ¡Juraste que tenía todo lo que detestabas en un hombre!

«No sé lo que sientes tú, pero yo no puedo sentir amor.»

Parecía que necesitaba que él me lo dijese a la cara para creérmelo. Yo lo sabía, además me lo habían advertido. “Él no se enamora”, me habían dicho cuando llegué aquí. Sabía a lo que me arriesgaba y se lo pregunté. ¿Qué has ganado, Selley? Ah sí, saber que me he estado comiendo la cabeza intentando descifrar qué camino debía seguir, el que me indicaba el corazón o la cabeza, inútilmente. “Querer a Harry” ¡Incluso suena ridículo! ¡Preocuparse por un tío que seguramente se estuviera tirando a otra en ese mismo momento!

Separé la cabeza de la almohada por la falta de aire y comencé a arreglarme para ir a clase. ¿En serio el simple hecho de que él pudiese haber pensado tanto en mí me había parecido posible? ¿Se habían fundido mis neuronas?

Lo ha dejado bien claro. No puede sentir amor. Yo por él tampoco. A menos que me apetezca sufrir.

[…]

Caminé por el campus, desde que habían acabado las clases no había hecho otra cosa. No tenía ganas de ver a nadie y para mi desgracia en cinco minutos tenía que ir al ensayo.  Donde Mía no dejaría de mirarme con cara de asco y Harry estaría presente riéndole las gracias, como muy propio es de él. Faltar supondría la bronca del siglo y las horas y horas de castigo que vería caer. Así que sin más remedio y con el guión en la mano, me dirigí al salón de actos.

—Los minutos tarde de cortesía no se los quita nadie por lo que veo, ¿eh señorita Selley? –oí al entrar. Menuda forma de saludar tenía el señor Gaffigan.

—Lo siento. –dije mirando al escenario, donde ya estaban ensayando los otros dos.

—Dese prisa, Selley. Quiero ver cómo interpretan este acto y no tengo mucho tiempo. –el señor Gaffigan siempre con prisas. O quizás era yo que quería evitar de todas las maneras posibles las miradas de Mía y Harry. Jeremy Parker, que actuaba como Andrew, hermano de Bruno entró por la puerta, y antes de que el señor Gaffigan pudiese reclamarle, subió al escenario con el guión en mano y se puso frente a mí.

 

<<REPRESENTACIÓN>>

ISABELLA: No te hice caso, Andrew. Después de que hablamos por teléfono el otro día yo…me sentí tan mal que cometí una estupidez.

ANDREW: ¿Qué hiciste? —pregunta.

ISABELLA: Bebí demasiado y besé a Bruno.

SHARON: ¿¡Besaste a mi novio!? —grita apareciendo en escena de repente, mostrando incredulidad.

ISABELLA: ¡Sharon! Yo no…

SHARON: ¿Tú no, qué? Te acabo de oír perfectamente, Isabella. —dice llorando. — Oí como se lo decías a Andrew, ¡eres una traidora! —exclama intentando propinar un golpe a Isabella, pero Andrew la retiene.

ANDREW: Sharon, ¡tranquila!

SHARON: ¿Cómo quieres que esté tranquila? ¡Si mi supuesta mejor amiga me traicionó! Ahora lo entiendo todo… ¡No pensabas decírmelo! ¿Cómo no me di cuenta antes? ¡Te abrí la puerta de mi casa! ¿Y me las pagas robándome a mi novio? ¡No puedo creer que tú… —para de lleno, roja de la ira— Hace unos segundos estaba llorando porque volvías a América. Ahora entiendo la razón, cobarde. ¿Pero sabes? Me alegro de que te largues, hipócrita. —le lanza una mirada despectiva antes de irse de nuevo.

ISABELLA: Ve con ella. —le dice a Andrew, que ahora la mira decepcionado, ya que conoce sus sentimientos hacia la novia de su propio hermano. — No la dejes sola.

<<FIN REPRESENTACIÓN>>

—¡Muy bien! ¡Esto ya es otra cosa! Qué diferencia con el primer día. –interrumpe el señor Gaffigan. –Por desgracia, no puedo quedarme más. Ensayad la última parte del acto y podéis iros. –fue lo último que dijo antes de salir por la puerta.

—Yo ya no participo más, así que me voy. –añadió Jeremy, el que antes parecía ser mi salvador y ahora me dejaba sola ante las dos miradas de Harry y Mía.

—Yo tampoco aparezco. –dijo Mía, mirándome. –Pero aun así me quedaré a ver como metes la pata. –bajó del escenario riéndose con sorna. ¿Qué clase de problema mental tenía?

Practicamos la última parte juntos en el escenario bajo la atenta mirada de Mía. La que seguramente se había quedado por miedo a que le quitase el novio, como en la obra. Dije la última de mis frases y como un rayo bajé del escenario, quería largarme, pero no sin antes darle un buen puñetazo a la pelirroja por toca pelotas. Aunque ella ya tenía otros planes, y ya salía por la puerta con su guión en la mano.

“De la que te libras, pelirroja.”

La miré con odio y avancé yo también, con la intención de largarme de ese sitio que no me daba más que problemas y dolores de cabeza. Antes de que pudiese salir, una mano cerró la puerta delante de mis narices y otra me cogió por el brazo.

—Yo te dije lo que sentía, ahora dime tú que es lo que sientes cuando me tienes cerca. –oí su ronca voz a mis espaldas.

«No sé lo que sientes tú, pero yo no puedo sentir amor.»

Aquella frase volvió a resonar en mi cabeza saliendo de sus labios. Y entonces, por una vez en la vida hice caso a mi cerebro. No sabía si era lo correcto o no, pero sí lo que me convenía.

—Nada, no siento nada. 

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora