Capítulo veintiuno.

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VEINTIUNO: DE VUELTA AL MUNDO REAL.

● Selley: 

—¿Nerviosa? –preguntó, y yo negué con la cabeza.

—La nerviosa pareces tú. –dije acabando de ordenar el vestuario de la obra en aquella especie de camerino, mientras Sam caminaba de un lado a otro.

—¡Normal! Vas a demostrar al mundo que eres una súper actriz, y yo, como tu mejor amiga en el internado, estás obligada a compartir tu fama conmigo.  –dijo sonriéndome y solté una carcajada.

—Eres de lo que no hay. –acabé de dejar el vestuario a mano para la obra y el uniforme de siempre para vestirme al terminar, al lado.

—No pensarás ir en uniforme a la fiesta de después, ¿verdad?

—Pues, en realidad creo que ni siquiera iré.

—¿¡Qué!? –gritó señalándome con el dedo y caminando hacia mi cual película de terror.– Vas a ir. Yo te traeré ropa para después. ¡Sí! –se ilusionó, dejando de lado la peli de miedo para empezar a imaginarse fantasías de princesas.– ¡Un vestido! –dijo y me vi obligada a deshacer sus fantasías.

—No. Si quieres que vaya, iré. “Para una noche de fiesta que hay.” –la imité.– Pero con un pantalón. Estoy harta de faldas todos los días.

—Aguafiestas. –fingió una mirada de desprecio.– Te traeré un bonito pantalón si eso quieres. –dijo irónicamente.

—Todo el mundo está entrando en el salón. –apareció Jane por la puerta del camerino, seguida por el resto de actores y haciendo que Sam saliese corriendo, para coger sitio en primera fila.

—Katherine, tú eres la primera en salir. –se asomó uno de los que se encargaban de la iluminación y la dirección, indicándome que debía salir ya.

—Suerte. –oí a coro a mis compañeros cuando subía al escenario. Crucé una última mirada con Harry, que esperaba en las escaleras de acceso de este, ya que pronto le tocaría salir. Y, para mi sorpresa, borró su mueca de enfado y sonrió.

—Suerte, Selley. –dijo de repente, dándome una palmada en el trasero, como solía hacer, mientras subía por las escaleras. Sorprendiéndome a mí misma, no me pareció mal por primera vez desde que había llegado a este internado. En realidad, me alegraba de que no su hubiese enfadado, –todavía más– por lo del beso. Una cosa era que Harry no dejase de molestarme, pero otra muy distinta que…me odiase.

Dije mi monólogo tan pronto subí al escenario, la obra comenzó cuando acabé de recitarlo. Las diferentes escenas nacían, y pasaban a medida que se acercaba el final: cuando Isabella llega a casa de Sharon, se enamora de Bruno, conoce a Andrew, empiezan los problemas, Bruno e Isabella enamorados pero no pueden confesárselo, Isabella decide volver a América por respeto a Sharon, la que descubre que su novio y su mejor amiga se quieren… y ahora acababa la escena en la que Isabella se va sin despedirse de Bruno.

¿Por qué me habría tocado ser la protagonista? ¡Podría haber fingido actuar mal! Por lo menos me libraría de esto.

No dejaba de quejarme mentalmente mientras hacía mi monólogo final, ya cuando Isabella, mi personaje, se encontraba en América y no sabía nada de Bruno. Se acercaba el final, tanto, que Harry estaba a punto de salir al escenario para la última escena. Se bajó el telón durante un momento, mientras cambiaban el escenario y nos cambiábamos de vestuario.

—¿Lista? –preguntó Styles, al lado de mí en las escaleras.

—Allá vamos. –dije y  entré, colocándome  en la que, según el atrezzo, era mi supuesta casa.

---REPRESENTACIÓN---

ISABELLA: Bruno…—musitó al encontrárselo en el umbral de la puerta.

BRUNO: No renuncies a mí. Por favor. –espera  un tiempo antes de volver a hablar.– Sé que me perdiste durante un tiempo, pero yo ya no puedo esperar más. Isabella, yo sé que me amas. Pero dime qué más puedo hacer para demostrártelo yo. –dice con la voz quebrada.– Isabella, háblame, dime algo. Lo que sea.

ISABELLA: Ya no voy a escapar, Bruno. Sé lo que quiero.

BRUNO: ¿Y qué es?

ISABELLA: A ti. –dice y Bruno se acerca con intención de besarla, pero lo detiene.– Bruno, espera.

BRUNO: Lo bueno del tiempo es que cura las heridas, lo malo de los besos es que crean adicción. –dice intentando besarla, de nuevo.

ISABELLA: –echándose hacia atrás– Bruno…

BRUNO: ¿Qué?

ISABELLA: ¿Me amas?

BRUNO: ¿Qué clase de pregunta es esa? –sonríe melancólico– ¿Tú crees que si no te amara, habría cruzado el mediterráneo para ir a buscarte a Egipto, luego a California, para último perseguirte hasta aquí y ponerme a gritar en medio de todo Nueva York consiguiendo que me escucharas, aparte de estar dispuesto a ir contigo hasta el fin del mundo si eso es lo que quieres? Isabella… –dice mirándola a los ojos, y rodeando su cintura– juro que te amo como un loco, como un demente y desquiciado que no soporta vivir sin ti. Juro que como te amo jamás he amado a nadie, que quiero pasar el resto de mi vida contigo y ser el padre tus hijos. ¿Eso te contesta tu pregunta? –con lo último, consigue que Isabella derrame las primeras lágrimas, pero se las seca con el dedo– Te amo, mi bella musa fotógrafa.

---FIN REPRESENTACIÓN---

Esa era la última frase de aquella obra, que acababa conmigo en los brazos de Harry. Pero ese no era el problema. La única de mis preocupaciones en ese momento es que durante toda la actuación me había imaginado que esas palabras eran de verdad, y estaban dirigidas a mí. Y ahora, de vuelta al mundo real, me doy cuenta de que esas palabras no están dichas por él, sino por un ser que no existe, hacia una persona afortunada. 

Volví a centrarme en la obra, al fin y al cabo aún no había acabado. Ahora que estaba rodeada por los brazos de Harry, este se acercaba a mí con intención de hundir su cabeza en mi cuello, tal como habíamos acordado el día que me negué a besarlo. Solo era una simple obra de teatro, ¿qué es lo peor que podía pasar después? ¿Qué Mía me reclamase por robarle el novio? En ese momento me importaba tan poco Mía, o cualquiera de los demás, tenía los labios de Styles entreabiertos, a un par de centímetros de mí, y eso atraía mi atención como un imán.

A la porra.

Uní nuestros labios, que encajaban perfectamente, antes de que pudiese abrazarme, después ya sería tarde. Me acercó más hacia él, por lo que no tardé en tener que ponerme de puntillas y enrosqué mis brazos alrededor de su cuello.

Así se bajaba el telón, entre vítores y aplausos de gente que pensaba que solo estábamos actuando, aunque la verdad era que aquello no estaba programado. 

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora