Capítulo treinta y cinco.

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TREINTA Y CINCO: LO SIENTO SI INTERRUMPO.


● Selley:

—Lo he estado pensando. –dije mientras secaba las puntas del pelo con una toalla.

—¿Pensado en qué? –me miró confuso, sentado en mi cama.

—Lo de las actividades para recaudar fondos.

—¡Ah! Menos mal porque quedan dos semanas y no se me ha ocurrido nada todavía. ¿Qué se te ha ocurrido?

—He pensado en una especie de subasta.

—¿Y qué subastamos? –ahora decirlo era difícil, y a saber por quién me tomaba el señor Fogg.

—Eh, bueno… Sabes que en el internado el… sexo es como…Vamos que practicarlo es algo cotidiano. –me miró alzando el ceño y mis mejillas tomaron color inmediatamente.– ¡No! ¡No es lo que piensas!  –negué con las manos.– Digo que… podríamos subastar citas.

—¿Citas?

—Los chicos pujan por las chicas y tienen una cita con esa chica. Nada fuera de lo común, una cena, risas y mucho, muchísimo dinero para el internado.  Y no creo que a nadie le decepcione la idea.

—¿Estás segura de que es buena idea?

—¡Claro que sí! Los tíos pujando por las tías que les gustan, o simplemente para tener una cita.

—Supongo que propondré la idea en el consejo.

—¡Va a ser genial! –salté por toda la habitación, cual niña pequeña, hasta acabar exhausta y sentada a su lado.

—Imagínate que un hombre que te cae mal, o simplemente no te agrada, puja por ti. ¿Ya no sería tan divertido, eh? –alzó las cejas.

—En eso tienes razón. ¡Por eso vas a pujar por mí! –se atragantó con el aire, y entonces le obligué a mirarme.– Así ya no corro ese riesgo. Y como tu alumna favorita tampoco te importará mucho.

—¿Quién te ha dicho que seas mi alumna favorita? ¿¡Quieres dejar de insistir!? –entorné los ojos para mirarlo con odio.

—Entonces dime, ¿Quién lo es, ah? –se acercó a mi oído.

—Una bajita que se sienta al fondo y se pasa toda la clase mirando por la ventana. –dejé de fingir un enfado, para abrazarlo. La verdad que la idea no estaba mal y siempre había querido participar en una actividad por el estilo.

—¡Entonces ya está! ¡Asunto arre…

—¡Kat! –como loca, una morena abrió la puerta de golpe, para luego reprimirse. Rápidamente solté el cuello del señor Fogg.– Lo siento si interrumpo. –me miró, con una mezcla de ironía y sarcasmo.– Y hola, señor Fogg.

—Hola a ti también, señorita Morrison.

[ … ]

—Adivina quién va a venir este fin de semana. –levanté la cabeza de lo que se suponía que debía ser mi cena y presté atención a Sam.

—¿Quién? –en realidad me importaba muy poco.

—Catharine Ellis, la querida hija del director.

—Oh, genial. Vamos a tener a una tía repelente corriendo por los pasillos y creyéndose la dueña de esto. –rodé los ojos.

—Nunca podría haberlo expresado mejor. –volvíamos a estar sentadas en nuestra mesa de siempre, para poder hablar de mejor amiga a mejor amiga sin las miradas de excitación de nuestros “amigos” jugadores.– ¿Sabes lo que eso significa? –volvió a hablar. Negué con la cabeza.– Una chica nueva. Se va el lunes por la mañana, pero nueva al fin y al cabo.

—¿Qué quieres decir con eso? –me hice la sueca. Conocía perfectamente a lo que se refería y ella advertía que lo sabía. Alzó el ceño, por lo que solté todo el aire de golpe, cediendo.– Deja el tema, por favor. Me da realmente igual. –También ella sabía que yo mentía.

—Te creo. –cedió ella ahora– Y tus mimos con el señor Fogg de hoy a la tarde en la habitación lo corroboran.

—También estás pesadita con el tema ese, eh. –rodé los ojos como acto reflejo.

—¿Me lo negarás? ¿Qué habría pasado si no llego a irrumpir, Selley?

—Nada. –Ni yo lo sabía, para ser concretos. Me deshice de las sobras, o lo que venía a ser mi cena intacta, después de Sam y volvimos a la habitación. Cada una sumida en sus propios pensamientos, o problemas, nos despojamos de la ropa y nos dejamos caer en sendas camas. Como a mí me quedaba más cerca, me encargué de disminuir la intensidad de la luz.

—¿Sabes, Katherine? –habló, por fin.

—¿Qué?

—No sé si te lo he dicho antes, pero muchas veces noto como te cierras y tú sola te paras a pensar en todos tus problemas. Nunca pides ayuda y aguantas el dolor como si fuese una obligación sentirlo. Y no me gusta. Soy tu mejor amiga, así que cuéntame lo que te pasa, porque detrás de esta ninfómana de ideas raras, hay alguien que se jugaría el maldito pellejo por ti. 

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¡Okay! ¿Qué os ha parecido el capítulo? :P

Gracias a las que leéis y a las dos personas que siempre votáis. 

A las demás, me alegro de que seáis fantasmas. 

Besitos :) 

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora