Capítulo treinta y siete.

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TREINTA Y SIETE: SÓLO ES… SELLEY.


● Selley:

—Igual de perra que siempre. –musitó mi compañera mientras a la hora de la cena tomábamos asiento en nuestra antigua mesa, para variar, y poder hablar sin la continua mirada de los jugadores.

—Eso hasta yo lo tenía asimilado.

—Pues aún no has visto nada. Espera a que entre moviendo las caderas y pisando fuerte con los tacones.

—Eso ya lo vivo todos los días cuando aparece Mía. –ironicé.

La puerta se abrió mientras hablábamos y todo el mundo se giró para comprobar si era Catharine. Pero Liam, Niall, Louis y Zayn entrando hicieron que volviesen las cabezas a sus respectivos platos.

—Harry no está. –giró la cabeza de nuevo, mirándome. A veces Sam era mucho más guapa callada. Aunque yo sabía de sobra que sólo lo hacía porque conocía lo mal que se me daban disimular los ataques de celos. Me limité a encogerme de hombros. Pronto tuvo que retirar lo que había dicho, este entraba por la puerta y se dirigía hacia la encargada del comedor.

Todo el barullo de gente acalló segundos después. Lo único que podía percibirse era el ligero paso de aquella rubia haciendo sonar sus tacones. Seguí sus pasos, como la mayoría de personas que había en el comedor, hasta que se colocó justo después de Harry, a la cola.

Algo en el interior de mi pecho se desquebrajó cuando el castaño se dio la vuelta.

Su faceta de sorpresa, su sonrisa inclinándose hacia un lado y palabras que, esta vez, no pude oír ya que estaba completamente centrada recordando la primera vez que me encontré con él. Exactamente de esta misma manera y Harry había hecho exactamente los mismos gestos y juraba que le estaba diciendo lo mismo. Aquello que había empezado a desquebrajarse en mi pecho acabó por romperse completamente.

—¿Kat? –la voz de Sam sonó demasiado lejos para conseguir que apartase la vista de la sonrisa de ambos.

—Tengo que salir de aquí. –sólo conseguí decirlo con un ápice de voz.

—¿Qué? –ya no hizo falta que lo repitiese, yo ya estaba cerrando la pesada puerta del comedor al salir.

«¿Sabes por qué sucede esto Selley?» Dejé que mi cerebro me recordase el por qué estaba así. «Te has ilusionado como una niña pequeña se ilusiona con un caramelo.»  Eso era cierto. «Deberías haber tenido claro que esto pasaría en el mismo momento en el que decidiste romper la regla de no acercarte a menos de tres metros de él.»

Presioné mi sien con los dedos mientras colgaba mi móvil del oído, rezando porque respondiese lo más pronto posible, antes de que mi voz se quebrase.

«¿Iba a llorar por Harry?»

Esa pregunta resonó en mi mente con un tono sarcástico.

«Sí, era lo que estaba a punto de hacer.»

● Harry:

—¡Harry! –me obligué a sonreír a Catharine cuando esta apareció al darme la vuelta.– Cuánto tiempo.

—Sí. –la última vez que había venido al instituto habíamos tenido nuestro encontronazo en el club.

—¿Quieres enseñarme el campus después de cenar? –sonrió, mostrando su perfecta hilera de dientes blancos.

—Creo que ya lo conoces todo. –alcé el ceño.

—Sí, pero no en la oscuridad. –guiñó un ojo intentando incitarme a que accediera. Me daba verdadera pena que no supiera que eso, por algún motivo, ahora ya no funcionaba.– No voy a dejar que te niegues de todas formas. 

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora