Capítulo treinta.

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TREINTA: QUIERO QUE TE QUEDES CONMIGO.

                                                                      
● Harry:

—Va a venir aquí, yo le obligué. Y vamos a hablar los tres. Ni la quiero ver a ella así, ni a ti. –lo dijo antes de leer un nuevo mensaje en el móvil. Para luego quedarse mirando la pantalla con el ceño en alto.– Pues no, vas a tener suerte y hoy no sufriréis la larga y tediosa charla que os tenía preparada.

—¿Por?

—No va a venir. Está “ocupada" –continuó la frase, pero no logré escucharla debido a lo bajo que lo hizo y al ruido provocado por el tumulto de gente.

—¿Sabes? Quiero irme de este antro. ¿Vienes a despejar?

—¡No! ¡Y tú tampoco te vas!

—¿Sam? –la miré con el ceño en alto.– ¿Ocultas algo o me lo parece a mí?

—Estás paranoico. Sólo...Quiero que te quedes conmigo. –remató la excusa de la forma más natural que fue capaz y encogiéndose de hombros.

—Pues vente, yo me piro para el instituto.

—Vas a matarte, Styles. –gruñó.

—¿A mí mismo? –me burlé mientras caminábamos hacia la puerta delantera del instituto.

—Ya lo verás.

Me reí de las idioteces de la morena hasta que entendí el porqué de ellas. El nuevo profesor de literatura, desde aquí aparentemente desnudo, tumbado al lado de Selley, cubierta únicamente por su camisa. Antes de que pudiera gruñir, enfadarme o joderme, el brazo de Sam tiró del mío hasta el interior.

—Te lo dije. –añadió cuando me dejé caer en mi cama.

—¿Estaban...? ¿Habían...? –ni siquiera era capaz de acabar las frases.

—No quiero mentirte, yo tampoco lo vi bien. Pero parecía lo más acertado.

—¿Me ha...? –seguía sin poder acabarlas. Quizás me costaba creerlo, o simplemente me negaba a aceptar que estaban juntos. ¿En qué momento las cosas habían cambiado tanto como para que se diesen la vuelta de esta manera?

—¿Qué piensas, Harry?

—Nada. No pienso nada. Seguramente no he hecho todo lo que ha estado en mi mano para recuperarla, pero ella tampoco ha querido escucharme. Y por una vez desde que llegó, voy a hacerle caso.

—¿A qué te refieres?

—Se acabó. Ni orgullo, ni malentendidos, ni explicaciones. –con las manos en mis hombros, y abrazándome por la espalda, intenté mirarla sobre estos.

—¿Eso quiere decir que...?

—Vuelvo a ser el Harry Styles que conociste y que toda la población femenina del internado echa de menos.

—¿Mañana ya habrá una tía distinta pasando por aquí? –la poca luz de luna que se colaba entre las cortinas me permitió distinguir que lo decía alzando el ceño. No me costó mucho girar sobre mis rodillas y quedarme cara a cara con ella.

—O igual la hay ahora. –vi sus ojos miel brillar exactamente igual que la primera vez que me la había llevado a la cama.

                   

● Selley:

Samantha ya no saltaba por la habitación como de costumbre cuando desperté. Tampoco era demasiado tarde como para que no me diese tiempo a pasarme por la cafetería. No me equivocaba al pensar que me esperaba en la mesa de siempre, pero esta vez, sola.

—Buenos días.

—Hola. –su saludo fue tan seco como el mío. La tensión entre nosotras cargaba el ambiente, a pesar de que yo ya tenía suficiente con volver a aguantar la aglomeración de chicas alrededor de una única mesa, otra vez. Justo como al principio.

—Eh. –mi intento de romper el silencio fue apagado por el suyo.

—Escucha. –su voz sonaba tan seca y firme que podría cortar el aire.– Quiero que sepas que como mejor amiga mía que eres, y como muy buen amigo mío que es él, no voy a estar del lado de ninguno. Solo deberías saber cuándo admitir que la has cagado. –resopló antes de continuar.– Y lo siento. No sé si es por mi culpa, por presionaros tanto, o por casi obligaros a pasar juntos las veinticuatro horas del día el por  qué sucedió esto. Quizás ambos teníais razón y no estáis hechos para estar juntos. –aquellas palabras habían hecho más daño del previsto.

—Lo sé. Al fin y al cabo debería haberme grabado a fuego en la cabeza cómo era antes de haber hecho nada. Pero puedo comprobar que las cosas van a seguir igual así que, ¿por qué no ignorar que ha pasado? –intenté forzar una sonrisa.

—Soy a la primera que le jode que lo vuestro acabe así,  –y entonces dejé de escuchar lo que decía. Por primera vez desde que llegué tuve la sensación de que Sam me mentía. Igual era porque ahora no confiaba ni en mí misma, o simplemente porque verla salir de la habitación de Harry ayer por la noche me había hecho desconfiar incluso de ella. Parecía una auténtica tontería. Pero yo podría negar veinte mil cosas sobre Harry, menos los celos que, por desgracia, ayer había sentido. Y ni me gustaba, ni me convenía, sentirlos ahora.– ¿Kat? ¿Me estás escuchando? –volví a elevar mi mirada a la suya miel.

—Sam, te acostaste con Harry. –dije, dejando bien clara que era una afirmación y no una pregunta.

—Sí, pero eso ya lo sabías. Mucho antes de que llegases tú.

—Ayer. –su ceño se arrugó hasta mirarme irónicamente.

—¿En serio Selley? ¿Incluso tú puedes creerte lo que acabas de decir?

—Te vi salir de su habitación, una noche de club, las que tu aprovechas para tirarte todo lo que tenga cinco patas… No me creo tan paranoica.

—Pues déjame decirte que lo estás. A diferencia tuya, que hasta al aire libre te quitas la ropa ante un desconocido, y mayor, él no se ha acostado con otra después de ti.

—Aún. –por alguna razón no me tragaba su argumento.

—¿Aún? ¡Te juro que me repatea tu comportamiento! –exclamó, pero no lo suficientemente alto para que el resto del alumnado se enterase.– ¡No puedes tenerlo cuando chasquees los dedos! ¡No sé si te han enseñado que las cosas se consiguen así allí en tu casa, pero aquí es diferente! ¡No puedes controlar a una persona! ¡Y mucho menos a una como Harry! ¿¡Crees que puedes gritarle por lo que te dé la gana y luego esperar a que te siga como un perro faldero hasta que te canses de estar cabreada con él!? ¡Pues déjame decirte que no puedes! ¿Sabes por qué? ¡Porque no es tuyo, Katherine! ¡Él no es tuyo! ¡Recuerda que tú quisiste dejarlo escapar! ¡Ahora podías estar restregando a todas esas tías que eres la única a la que él ha pertenecido! –dicho esto se levantó.– Aunque solo fuese por un día. –Bajó la voz para decir esto, pero me miraba incrédula y decepcionada.– Y eso es más de lo que muchas han conseguido. ¡Ahora no puedes crear escenitas de celos echándonos la culpa a las demás! ¿¡Piensas que él no va a hacer nada!? ¿¡Que se va a quedar quieto!? Estás muy equivocada, Selley. Y ahora ya es tarde. Ya la has jodido. Puedes aceptarlo o culpar a todas las que se te pasen por delante. Aunque espero que tu conciencia tenga claro que todo esto es tu maldita culpa. –no tardé en sentir el portazo con el que golpeó la puerta al salir.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora