DIECINUEVE: YA TE DIJE QUE NO DEBERÍAS PONERLE UN DEDO ENCIMA.
● Selley:
—¿Es necesario volver allí? –pregunté inútilmente, ya que ya estábamos de camino.
—Para un día de fiesta que hay...¡Deja de quejarte y camina!
—Sam, me apetece de todo, menos ir.
—Aburrida. –canturreó para después darme un leve empujón. – Si no hay nada divertido que hacer, te prometo que nos vamos. –dijo, y sé que mentía.
¡Vuelve a tu habitación Selley! Me dije al salir del ensayo. ¡Podrás descansar! Pensé, y cuando llegué me arrastraron de nuevo para fuera.
Tenía el presentimiento de que no iba a pasar nada bueno yendo al club. Recuerdo el día que llegué, y lo mal que me sentí por la mañana con aquel horrible dolor de cabeza.
Al entrar Sam volvió a mirarme. Por la faceta de su cara intuía que me pedía perdón de veinte mil maneras distintas. Y sabía por qué, ya que yo también había visto a Mía restregarse con Harry en aquellos sillones. Aunque fingiría no haberlo hecho.
—Bien, ¿has visto algo que merezca la pena? ¿O podemos irnos ya? –dije y me miró con el ceño fruncido. Sabía que no le había colado mi mentira.
—Podemos irnos... o puedes devolverle los celos con aquel tío de allí. –dijo señalando el otro extremo de los sillones rojos. Entonces vi que a quién señalaba no era otro que el tío de la primera vez.– Erik Evans. Si quieres joderle, ese es el indicado.
Vacilé un momento. Yo no era de esa clase de personas que suelen planear venganzas. Y menos en esta ocasión, porque ni siquiera me interesaba darle celos de ningún tipo.
Mi mirada volvió a Harry. Mía le susurraba algo al oído, y ya todo el mundo sabía lo que quería. Nuestros ojos se encontraron y vi el "Sí" escapar de sus labios.
Ahora ya sé por qué no puedes sentir amor, Harry. Porque eso implica sexo con una única persona.
Me dejé empujar por Sam hacia allí. Sabía que no me metía en buen sitio, pero ahora ya era tarde.
—¡Traigo a alguien en busca de diversión! –exclamó Sam guiñándome un ojo, para después empujarme de nuevo a los brazos de aquel desconocido. Rápidamente me levanté y le lancé una mirada de las que matan.
—La has traído al sitio indicado. –bromeó el que debía ser un amigo de Erik, provocando que los demás riesen.
—¡Cuídamela! –dijo antes de desaparecer entre la gente, dejándome a mí como centro de atención.
—Sabía que volverías a mí. –rió cínicamente Erik, al tiempo que me entregaba una copa con una bebida que a simple vista no supe identificar.
La acepté dedicándole una sonrisa falsa. ¿¡Dónde me había metido Sam!?
Probé una pequeña cantidad de aquello, y no me disgustó. Odiaba infinitamente las miradas que recaían en mí, a saber lo que llevaba lo que ahora mismo estaba bebiendo.
—Veo que tienes sed. –dijo debido a la velocidad con la que había acabado aquel vaso. Y ciertamente me sentía tan mal interiormente, sin conocer el motivo, que prefería una resaca que mañana no me dejase pensar antes de aguantar que me recordase todos los problemas que tenía continuamente.
—¡Sírvele otra! –lo oí gritar a alguien, y pronto tenía uno igual en la mano. Y después de esta, perdí la cuenta de todas las que tragué. Los tíos estos se dedicaban a mirarme y, seguramente, a desnudarme con la mirada. Y prefería eso a tener que fingir interesarme por su conversación. Cuando encontrase a Sam, pensaba matarla por abandonarme.
—Vente, guapa, voy a enseñarte un sitio mejor. –escuché e intenté centrarme. Parecía que me hablaba a mí. Maldije cuando tiró por mi brazo y me sacó de allí, sobre todo porque no sentía las piernas y no era capaz de oponerme.
Me sacó del club, tiró de mí hasta un lugar bien oscuro y rodeado por los árboles del campus. Distinguía su asquerosamente cínica sonrisa en la oscuridad, vacilé hasta que oí lo que me pareció la hebilla de un cinturón soltarse. ¿Ahora le habían entrado ganas de follar después de tenerme como trofeo allí toda la noche?
Pasó un brazo al lado de mi cabeza, acorralándome contra un árbol.
—¿Sabes? Estoy lo suficientemente sobria como para no dejar que me pongas una mano encima.
—Y yo estoy deseando ver cómo lo impides. –dijo metiendo una mano bajo mi camiseta.
•Harry:
"Ya voy" –envíe a Zayn por mensaje y me dirigí al club, dónde aún se encontraban los demás. Todavía eran las dos de la mañana y el club cerraba a las cuatro. Era lo único bueno de los martes.
Caminé por el jardín trasero hasta la entrada del club. Pero no entré. Me pareció escuchar unos gritos. Y no unos gritos cualquiera, me pareció oír su voz, la voz de Allison.
—Últimamente escuchas su voz por todas partes, Harry. –me dije y me propuse entrar, pero al volver a escucharlos supe que ya no eran imaginaciones mías. Y estaba seguro de que era ella al oír ese "suéltame" detrás de aquellos árboles.
Eché a correr hacia allí, pero me detuve al escuchar algo que lo único que hizo fue confundirme más.
—...porque a él le quiero y a ti no te daría ni los buenos días! –escuché, y no oí mal. Reaccioné al oírla intentar zafarse y me acerqué.
—Ya te dije que no deberías ponerle un dedo encima, Evans.
—Styles, que, ¿dejaste a Mía esperándote en una habitación?
—Quítale tus manos de encima a Selley, o tendré que darte de hostias aquí mismo.
—Ya te la has llevado una vez, has tenido tiempo de sobra. Esta vez puedes largarte, o quedarte ahí a ver cómo me la tiro, tú decides.
—Esta vez me la llevo y los golpes te caen igual. –dije, observando como apretaba más su muñeca, casi a punto de hacerle derramar una lágrima. Cosa que no iba a permitir.
Ya conocía el tipo de hombre que era Erik, y tan pronto di un paso adelante, le dejó caer con fuerza al suelo para acercarse. Con todas mis fuerzas propiné un gran puñetazo en su cara.
—Lárgate, Erik. Si hablabas de Mía, ha de estar en Su habitación. Pero no vuelvas a acercarte a Selley, nunca.
Gruñó y como alma que lleva al diablo, volvió a entrar en el club.
—Joder, mi puta cabeza. –la vi quejarse, sentada cual indio en el suelo y con una mano rascándose la nuca. Sonreí ante la cómica situación. – Gracias. –dijo aun así sin mirarme y sentí como dentro de mí nacía un vacío. Algo que no había tenido la oportunidad de sentir antes. Se puso de pié, colocándose la camiseta en su sitio, pero las piernas le fallaron y conseguí cogerla a tiempo, en brazos.
—Ya, suéltame. –intentó decir, pero se quedó en un susurro.
—Estás ebria, voy a llevarte a tu habitación. –tampoco le di la oportunidad de rechistar cuando caminé hacia el edificio. Aunque ella no parecía por la labor de repetir la historia del día que llegó y sorprendentemente se bajó de mis brazos.
—Gracias, pero no. Puedo sola. –dijo intentando mantenerse de pié. Pero las piernas le fallaban y acabó por apoyarse en mí. Y sabiendo lo orgullosa que era, jamás pediría ayuda. –Hasta mañana, Harry. –se despidió y solo dio un paso antes de que yo la cogiese por el brazo, pegándola a mi cuerpo. Cara a cara.
Sentía sus piernas temblar y esperaba que no fuese precisamente por el exceso de alcohol. Aun así, pasé mis brazos alrededor de su cintura sujetándola fuertemente hacia mí y evitando que cayese al suelo. Puso sus manos sobre mi pecho, con tan poca fuerza que no sabía si quería separarse o abrazarme. Y yo escogí la última de las opciones, pasando mis brazos a sus caderas y atrapando sus labios.
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Del cielo al infierno
FanfictionHarry la quiere bajo sus sábanas, ella a él bajo tierra. Solo una prohibición basta para hacer nacer la tentación. ¿Cederá a caer en sus redes para que la deje en paz de una vez? ¿O en realidad no quiere que lo haga? _______________________________...