Capítulo cincuenta.

2.7K 147 15
                                    

 CINCUENTA: COMO SI YA NO TUVIESE CORAZÓN.

 

● Selley: 

Ahora mismo, mi vida estaba vacía de sorpresas, y lo único que había variado en toda la semana era mi vista. En vez de mirar al techo, me pasaba las horas del día mirando por la ventana. Perdí la noción del tiempo de tal manera que apenas percibí que había pasado una semana desde que me sacaron del internado.

Ya no lloraba. En realidad no hacía nada más que pasmar por la ventana.

Sin embargo, fue su llamada la que me dio una sorpresa. Y no una desagradable precisamente. Ver su nombre en la pantalla me hizo abalanzarme sobre él cual pantera.

—¡Sam! –contesté y en el espejo que tenía en frente vi que en mis ojos se reflejaba, por fin, un ápice de vida.

—¡Kat!  ¡Oídos te escuchen! Joder cómo te echo de menos. Mi habitación está vacía sin ti.

—Dudo que por las noches esté vacía, guapa. –ambas reímos nostálgicas.– ¿Cotilleos del internado que me esté perdiendo? –mi pregunta llevaba segundas que esperaba que Sam pillase. Los demás me daban igual, quería saber cómo estaba mi ¿aún novio?

—Pues tu casanova está completamente amargado. No es él, es cómo… Como si ya no tuviese corazón. –Aquello me hizo darme cuenta de que él estaba roto, al igual que yo.

—Quiero volver.

—Y tu cama te está esperando. Yo te estoy esperando.  –solté un suspiro.

—Ojalá fuese tan fácil.

—Dile a tu padre que quieres venir a visitarme. Es domingo, ¿no? Mañana empieza la última semana de clases. No hacemos nada y te quiero aquí para que me ayudes a pasar el rato.

—Dudo que ceda.

—Inténtalo, idiota.

—De acuerdo, pero…

—¿Pero? ¡A ver qué  sueltas! –intuí que estaba rodando los ojos al otro lado de la línea.

—Pero nada. A las cinco me tienes ahí.

—Te estaré esperando, mejor amiga.

—Te quiero “mejor amiga”. –reímos antes del colgar. Lo fácil fue prometer. Ahora toca cumplir.

Decidida bajé las escaleras hacia el despacho de mi padre. Si quería llegar allí a las cinco debía salir ahora, así que no tardé mucho en irrumpir en él.

—¿Katie? Ojos te vean.

—Ya, bueno, tengo que pedirte un favor.

—¿Cuál?

—Quiero hacerle una visita a Sam.

—Eso implica volver al internado.

—Lo sé. ¡Solo es una maldita visita! Tres horas, solo te pido tres horas. A las ocho volveré a casa sin rechistar.

—Lo siento, pero…

—Eso me haría feliz, eso haría que volviese a sonreír.

[ … ]

Los nervios recorrían mis tripas a medida que aquellas grandes puertas de metal se abrían ante el coche de la familia. Supuestamente Sam estaría esperándome en la entrada.

No tardé un segundo en bajar al ver la mata de pelos morena que ya conocía.

—A las ocho estaré aquí de nuevo. –oí a mi padre antes de que se pusiese en marcha, pero mis brazos ya estaban rodeando el cuerpo de mi mejor amiga.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora