Capítulo cuarenta y dos.

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CUARENTA Y DOS: SOLO VOY A MATARLO.

 

● Selley: 

—Hoy club, preciosa. –irrumpió Sam en la habitación mientras yo me secaba las puntas del pelo con una toalla.

—De acuerdo. –le sonreí y eso le hizo pararse y mirarme con el ceño en alto.

—¿No te vas a negar, ni a protestar, ni a echarme en cara todos los peligros y desgracias que te han pasado allí? Vaya, Harry sí que hace bien su trabajo.

—¿No puedo estar feliz acaso sin haber mantenido relaciones sexuales?

—Sí. En caso de que fueras cualquier otra persona. Pero no siendo tú, guapa.

—Creo que te has confundido de persona, “guapa”. –le guiñé un ojo mientras ella vaciaba sobre su cama todos sus vestidos.

—¿Qué vas a vestirte? Yo tengo una crisis de vestuario.

—Supongo que un short y una camiseta. –me miró alzando el ceño.– Bien cortos y escotados. –rodé los ojos.

[ … ]

Sam me cogió las manos mientras bailábamos en la improvisada pista de baile de aquella estancia. Reímos como locas hasta que se pegó más a mí y se acercó a mi oído para que pudiese escucharla.

—Sé de alguien que mira y parece gustarle tu short, tanto que no puede parar de hacerlo. –giré la cabeza a lo descarado, como si de un exorcismo se tratase, pero no encontré a nadie conocido. La miré interrogante hasta que ella ladeó la cabeza hacia la izquierda.  Mis ojos se toparon con una mirada esmeralda, y mi cuerpo continuó moviéndose con Sam mientras mi mente estaba con Harry. Me guiñó un ojo y yo le soplé un beso para luego reírnos. El bolsillo derecho de mi short comenzó a vibrar, obligándome a volver al mundo real. Saqué el móvil e indiqué a Sam que salía a hablar por teléfono. Cuál fue mi sorpresa al ver “Papá” en la pantalla.

—¿Papá?

—Hola, cariño.

—¿Ocurre algo? No sueles llamarme muy a menudo.

—Lo sé. Sólo quería saber cómo estabas y si al final te has adaptado al internado.

—Ah, pues sí, en realidad no es tan malo.

—Sea como sea, en tres semanas acaba el trimestre y volverás a casa. –aquello me sentó como una estocada directa en el alma.

—Lo sé. ¿Hay alguna novedad? –junto con la última palabra me pareció oír algo moverse entre los árboles y unos pasos.

—¿Sobre tu madre? No. Los detectives siguen la pista, pero con solo aquella mísera prueba es prácticamente imposible. –prestaba más atención a los pasos que ahora se habían detenido justo a mi lado que a lo que había dicho mi padre. Su presencia me ponía nerviosa.

—Vale, eh, ¿te importa que hablemos luego? Ahora…estoy…me pillas en mal momento.

—¿Estás bien? –preguntó al oír mi voz temblar.– ¿Pasa algo, Katie?

—No. Todo está bien. Mañana te llamo yo. Adiós, te quiero. –colgué sin darme tiempo a oír su respuesta y mantuve el móvil en la mano antes de girarme. Activé mi modo natural de defensa contra la estupidez, también llamado sarcasmo, al encontrarme al alto, castaño y de ojos grises jugador de fútbol, o más bien depravado acosador, Erik Evans.

—Oh, Erik, qué alegría me da verte.

—El sentimiento es mutuo, nena.

—Te aseguro que me encanta perder el tiempo contigo, en serio, pero si no te importa, –indiqué el club con la cabeza– me voy. –su mano sujetó la mía antes de que pudiese dejarlo atrás. Rodé los ojos, cansada.– ¿Qué quieres ahora?

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora