Capítulo cuarenta y siete.

2.7K 144 20
                                    

CUARENTA Y SIETE: CINDERELLA PERDERÁ LOS ZAPATOS DE CRISTAL.

 

● Selley: 

Tan pronto pude volver al backstage ignoré las miradas boquiabiertas de todas y salí de allí a paso rápido. Me perdí entre la multitud de tíos que ahora pujaban por la siguiente chica mientras buscaba al mío. Ni con los tacones conseguía superar en altura a aquellos mastodontes, por lo que acabé perdida de verdad.

Un fuerte brazo sujetó el mío tirando de mí hacia un lugar más privado.

—Te estaba buscan…–me cortó.

—Lo siento. –cogí su cara entre mis manos y lo obligué a mirarme.

—No lo sientas, has hecho lo que has podido.

—Pero iba a ser nuestra noche, yo iba a quitarte ese vestido.

—Y nadie más que tú va a hacerlo, –lo miré, intentando tranquilizarlo, pero nada parecía dar resultado– además va a ser justo a las doce.

—¿Cinderella perderá los zapatos de cristal? –bromeó, por lo menos había calmado la situación.

—No, idiota. –tuve la necesidad de tirar por el lazo de su cuello y acercarlo a mí, pero no quería caer en la tentación de saltarme las reglas y terminar en la habitación ahora mismo.– A las doce adiós señor Fogg, hola noche con mi chico.

—¿Soy tu chico, nena? –esa condenada sonrisa pícara me mataba, eso sí que incitaba al pecado. Acabé sucumbiendo y tirando del cuello de su camisa para volver a unir sus labios a los míos. Me inclinó hacia atrás como antes, solo que esta vez llevó su mano a la abertura lateral de mi traje. Acarició mi pierna hasta hacer que esta se alzara.

—Por supuesto. –dije entre besos y dejé que pensase que me tenía controlada, para luego dar un paso en falso y aprisionarlo contra la pared que nos escondía. Mis labios a la altura perfecta de su cuello para succionar su piel, haciéndolo soltar un gemido gutural mientras chupaba.– Y lo marco con uñas y dientes. –entre la espalda y el cuello, quedaría rojo de por vida.

—«Atención, citas, súbanse a la pasarela.» –Jane volvía a interrumpirnos y suspiré resignada.

—A las doce estaré en tu puerta.

—Pero y si… –corté de cuajo sus dudas.

—Y si a las doce y un minuto aún no llamé como una posesa, puedes avisar hasta a los bomberos si quieres. –soltó una carcajada y me besó por última vez.

—Hoy pongo yo el chocolate, gatita. –susurró en mi oído con el pecho pegado a mi espalda, dándome una palmada en el trasero y haciéndome sonrojar.  Acabé por reír ante la tentación antes de cruzar el muro que nos hacía de refugio improvisado. No sin antes girarme y soltar un ronroneo de gato, guiñándole un ojo.  

A lo largo de la pasarela nos colocamos todas las chicas por orden de lista, y nuestros respectivos hombres subían a llevarnos de la mano. Sonreí cuando el señor Fogg me tendió la suya y bajamos de la pasarela. Crucé miradas con Harry, el que seguía apoyado en la pared en la que antes nos habíamos escondido, con las manos en los bolsillos y su mirada clavada en nuestras manos unidas. Fruncí los labios mientras seguía al señor Fogg a donde quiera que me llevase, hasta que al adentrarnos en el bosque, me ganó la curiosidad.

—¿A dónde me lleva?

—Hace un par de días, en uno de mis usuales paseos nocturnos hice un par de descubrimientos. –me miró con el ceño en alto, haciendo una pausa. Esa mirada iba con segundas, pero en este momento no me apetecía descifrarlas.– Y entre ellos encontré otro lugar en el bosque, muy cerca del claro, donde te tengo una sorpresa.

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora