Capítulo diecisiete.

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DIECISIETE: SE BUENO Y NO TE ACERQUES MUCHO.

● Selley: 


Suspiré al descubrir que solo había dicho algo incomprensible en sueños. Maldije en bajo haber olvidado la camiseta en casa con las prisas. Resignada me acerqué a la cama y separé las sábanas. Intenté cubrir a Harry con ellas sin despertarlo y luego me metí yo bajo estas, colocándome lo más lejos de él posible.

—Bien Harry, considérate afortunado de que te deje dormir aquí, se bueno y no te acerques mucho, ¿sí? –susurré. –Buenas noches. –Observé su sonrisa antes de apagar la luz y que todo se oscureciese.

[…]

El molesto sonido de siempre, proveniente de la alarma de mi IPhone resonó por toda la habitación, esta vez acompañado de la alarma de otro móvil. Poco después de que yo apagase a tientas el dichoso ruidito, desapareció también el otro. Me desperecé hasta que caí en la cuenta de que estaba con Harry,  de que yo estaba en ropa interior y de que su brazo me aferraba a él como si su vida dependiese de ello. Lo miré por el rabillo del ojo, y por suerte, había vuelto a dormirse después de apagar la alarma. Vale, el uniforme descansaba en la silla del escritorio, ¡me sobraba tiempo para correr y vestirme antes de que Harry pudiese pestañear! O eso creía. Volví a cerciorarme de que seguía completamente dormido y conté hasta tres mentalmente, para luego separar su brazo de mi cintura. Él se quejó, y se desperezó. ¡Oh venga ya, no te despiertes ahora! Se volvió cara otro lado y solté el aire de golpe para después salir disparada de la cama, y coger mi falda lo más rápido que pude. Antes de que pudiese abrochar el segundo botón, lo oí ronronear.

—¡Mierda! –maldije mentalmente e intenté abotonarlo más rápido, pero con las prisas las cosas siempre salen mal. Me fijé en que únicamente se había movido, y ahora miraba hacia mí, pero seguía dormido. Cuando por fin el dichoso botoncito decidió hacerme caso y se quedó dentro de su hueco, alcancé la camisa. Aunque no tardé en sentir una mano colarse bajo mi falda y apretar una de mis nalgas.

—Buenos días, Selley. –dijo con voz ronca y seria, como si tocar algo no debido fuese lo más normal del mundo.

—Buenos –dije revolviéndome, para intentar que quitase su mano de ahí– días. –rematé, consiguiéndolo. Y me separé lo máximo posible de él. Acabé de colocarme la camisa bajo la mirada socarrona que me echaba apoyado en el marco de la puerta. – Puedes dejar de mirar cuando quieras. –dije acabando de colocarme bien las medias frente al espejo.

—No, desde aquí hay muy buenas vistas. –dijo egocéntricamente y sonreí, este era el Harry que había conocido, el que odiaba con todo mi ser y no el que me hacía que mis terminaciones nerviosas se acelerasen.

—Eh, Harry.

—¿Qué?

—Gracias por hacer mi parte del trabajo, te lo compensaré–

—Ya sé lo que… –me cortó, pero no dejé que sacase conclusiones precipitadas. 

—De manera no sexual. –acabé mi frase y me dirigí a él con la mochila ya colgada de un hombro.

—¿Estoy guapo? –preguntó con una sonrisa ególatra. Le revolví el pelo más de lo que ya estaba.

—Ahora sí. –añadí y salí de la habitación soltando una carcajada. Entonces me di cuenta de que todas las tías de aquel pasillo me miraban con cara de perra en celo. Cosa que no entendí hasta que caí en que Harry acababa de salir detrás de mí, de mi habitación, y que seguramente todas pensarían que yo y él nos habíamos acostado. Hecho que seguramente no le gustaría a Mía. Negué con la cabeza ignorando las miradas de las demás tías, quizás si caminaba algo distanciada de él…  Acto imposible, ya que Harry se acercó por detrás, pasando un brazo por mi hombro y pegando sus labios a mi oído, con intención de susurrar algo. 

Del cielo al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora