VEINTINUEVE: CON LAS GANAS DE DECIRNOS TODO.
● Selley:—¿Señor Fogg? ¿Por aquí a estas horas? –dije al descubrir al profesor de literatura cuando me giré.
—Ya te dije que podías tutearme. Y sí, no podía dormir. Los profesores no tenemos ese “bar” –entrecomilló la palabra con los dedos– para divertirnos los martes. Puesto que como tal no puedo entrar, decidí salir a caminar por el campus. Lo que me parece raro es que tú no estés en él, disfrutando de tu único día de fiesta, por así llamarlo, en vez de aquí, plantada en medio de un pasillo.
—No me apetecía nada ir, será eso.
—¿Entonces vienes conmigo a caminar por el campus? –la sonrisa que acompañó a su pregunta me sorprendió. Me tomé unos segundos para analizarlo como no había hecho antes, su pelo azabache algo alborotado, y barba muy poco poblada. Era alto, bastante, puesto que yo llegaba a la altura de su pecho. La camisa, que ahora llevaba sin la chaqueta correspondiente al uniforme del profesorado, la vestía arremangada hasta los hombros, y marcaba todos y cada uno de los músculos de su cuerpo, que no estaban para nada poco desarrollados, y descubrí entre los botones sueltos de su esta, que de su cuello colgaba una cadena. Sus ojos café me especulaban, esperando una respuesta. Pero yo seguía observándolo, hasta salir del trance.
—Sí. –acepté.– Vamos a mi habitación. –me dirigí hacia allí con su mirada en la espalda.
—¿Qué? –preguntó, confuso.
—A coger una chaqueta. –lo miré sobre los hombros, con el ceño en alto y una sonrisa burlona. – Bienvenido a mi caseta de perro, que aun por encima comparto con otra persona. –vacilé cuando llegamos.– No te asustes de nada de lo que puedas encontrar por el suelo, la comparto con una ninfómana empedernida.
—Si quieres, puedo conseguir que tengas una habitación para ti sola, y dejes la…sesenta y nueve. –solté una risa floja.– Al fin y al cabo, ahora estoy en el consejo escolar.
—Seguiría teniendo el problema de que la habitación sería demasiado pequeña. –cerré la puerta con la llave después de salir. Mandaría un mensaje a Sam diciéndole que no me esperase.
—Así que estás acostumbrada a tener cien metros cuadrados para ti sola.
—¡No te pases! –golpeé suavemente su hombro.– Bueno, sí, tienes razón.
—¿Ya no son cosas mías, eh? –se burló cuando llegamos a la parte delantera del campus, debajo de los altos pinos que se extendían a los lados del camino principal, por el que había llegado hace casi un mes, había un hueco entre ellos en el que las ramas no tapaban el cielo y en el que decidimos sentarnos. La vista era preciosa y para nada decepcionante, la única tacha era el frío, impropio para estar casi a mediados de abril, que recorría el ambiente. Me senté en la hierba mientras que el señor Fogg se dejó caer, tumbado, a mi lado.
—Siento sacar el tema, Kate, pero me siento culpable, así que perdona por haberte presionado para que hablases con Harry. –saqué la vista del cielo para clavar la mirada en él. Apoyando la cabeza en sus brazos, también me miraba tumbado en el suelo.
—No te sientas culpable, si no llego a escuchar lo que dijo ahora mismo estaría siendo una más de sus muñecas. –le resté importancia, pero por dentro mis entrañas estaban hirviendo.
—Esta mañana habéis hablado. ¿Te dio alguna explicación? –negué con la cabeza.
—Lo intentó, pero no quería escucharlo. Estaba tan en mis trece de que Harry había cambiado, que escuchar aquello de la cafetería o me había dolido, o me había enfurecido, o las dos cosas. Nada está sucediendo como yo quería. Nada tenía que suceder así. –abracé mis piernas y hundí la cabeza entre ellas, pero ya había dicho anteriormente que no derramaría una sola lágrima.
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Del cielo al infierno
FanfictionHarry la quiere bajo sus sábanas, ella a él bajo tierra. Solo una prohibición basta para hacer nacer la tentación. ¿Cederá a caer en sus redes para que la deje en paz de una vez? ¿O en realidad no quiere que lo haga? _______________________________...