Capítulo 26

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No fue un accidente. No fue un accidente ―repito durante horas, con la mirada perdida en el infinito a través de la ventanilla del avión.

Ésta no es una mentira más; es la Gran Mentira de mi vida. Necesité años para hacerme a la idea de que mi hermano no estaba conmigo, de que no dormía en la habitación de al lado, de que no podía desayunar con él, ni compartir mis regalos de reyes, ni celebrar su cumpleaños; ni siquiera salir a jugar al parque juntos, como el resto de hermanos.

Soy incapaz de creer que mi propio padre, o en este caso la persona que desempeña su función, me haya escondido algo tan importante durante tantos años, lo que me lleva a plantearme una cosa: de no haber encontrado estos papeles, ¿me lo hubiera contado alguna vez?

¿Y qué hay de mi madre? ¿Sabrá lo que ocurrió en realidad ese día?

― Tranquilo Lucas, estoy a tu lado ―Megan me acaricia la cara, intentando calmarme.

― Me rindo ―le susurro al oído.

― ¿Qué coño dices?

― Estoy hasta los cojones. Sólo quiero hablar con mi padre y desaparecer. Necesito alejarme de tanta puta mentira.

― Te entiendo Lucas, pero no puedes tirar la toalla ahora. Alguien me dijo una vez que el valiente no es aquel que se enfrenta a los problemas, sino el que no huye de ellos.

― Los cobardes mueren muchas veces antes de morir. Mahatma Gandhi no puede estar equivocado.

― Tiene valor aquel que admite que es un cobarde. ¿Continúo?

― ¿Nunca te han dicho que tienes una gran capacidad de convicción? ―levanto una ceja.

― Alguna vez ―sonríe mordiéndose el labio.

El reloj marca las 17.15 cuando llegamos a Venecia. Ya no hay vuelta atrás. Llamo a mis padres y les cito a las 18.00 en el Doge.

― ¿Crees que hago lo correcto contándole esto a mi hermano? ―le pregunto a Megan con cierto nerviosismo.

― Es tu decisión.

Sin apenas tiempo para pensar en qué decir o en cómo reaccionar, suena el timbre de la puerta.

Lo primero que hago al verles entrar en el salón es fulminar a mi padre con la mirada, a lo que él me responde con un gesto torcido.

― Hola hermano ―Aitor se acerca hasta a mi posición y me da un fuerte abrazo.

― Perdóname ―le digo mientras me aparto de su lado.

― ¿Por qué? ― pregunta sorprendido.

― Quiero lo mejor para ti, por eso necesito que veas esto ―le entrego el documento con la demanda y comienza a leerlo.

― ¿Qué significa esta mierda?

― Pregúntaselo a papá. Seguro que él puede darnos alguna explicación de por qué cojones lleva casi dieciocho años ocultándome que el puto accidente que casi te mata no fue un accidente.

La reacción de mis padres al escuchar mis palabras me hace confirmar que estoy en lo cierto.

― Ese documento es privado –me reprocha mi padre.

― ¿Estás diciendo que no tenía derecho a saber la puta verdad? –grito apretando los puños-. Quiero que me digas el nombre de ese cabrón.

― Han pasado muchos años Lucas. Intenta olvidarlo.

― ¿Quién provocó el accidente?- le agarro del cuello de la camisa-. ¿Quién?

― Marcelo Santos – responde finalmente, intimidado por mi reacción.

INDECENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora