Capítulo 24

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Apartamento de Megan. Hace tres años y medio.

Dentro de unas horas seré mayor de edad. Todo el mundo desea cumplir los dieciocho para poder controlar su propia vida. Yo no. Si pudiera elegir me quedaría siempre en los diecisiete; eres mayor para unas cosas, pero no lo suficiente para otras.

Julia no lo entiende así, por eso está preparando mi fiesta de cumpleaños. Una fiesta inolvidable, según ella. Cóctel de bienvenida, una gran tarta con sorpresa, regalos increíbles y decenas de invitados bromeando con la estúpida frase: "Ya puedes ir a la cárcel".

- Confía en mí, todo saldrá perfecto -me dice mi hermana.

- Sólo espero que sea breve -admito.

- Es tu momento; disfrútalo. Además, he invitado a gente interesante. Quizá encuentres a alguien que te guste.

- Paso de los tíos.

- Cambiarás de opinión cuando les conozcas a fondo.

Pongo los ojos en blanco ante su comentario.

- Me gustaría continuar con esta conversación tan interesante -ironizo-, pero tengo que terminar un proyecto de clase.

Dentro de tres días expondré mi trabajo frente al resto de alumnos y profesores. Si consigo la matrícula de honor me obsequiarán con una importante beca, así que necesito concentración, justo lo que no tendré mañana.

El proyecto, que aún no he acabado, debe constar de al menos cincuenta páginas de vocetos con vestidos de época, de celebraciones privadas, de fiestas nocturnas y de bodas. Todos ellos irán acompañados de anotaciones como las características de la tela utilizada, la inspiración de nuestro diseño o el modo de utilzación del color.

Intento evadirme creando un nuevo voceto, pero la falta de concentración me impide hacerlo. Soy incapaz de cerrar el maldito trabajo; siento pánico de poder estropearlo todo en el último momento. Es como cuando escribes una Novela, o diriges una película. Si el final no está a la altura, el resultado nunca es favorable.

- La cena está lista -me avisa mi madre desde la cocina.

Bajo las escaleras con rapidez, hechizada por el aroma que desprende la lasaña (una de mis comidas favoritas) saliendo del horno.

- ¿Qué tal el proyecto? -me pregunta mi padre, una vez sentados en la mesa.

- Mal. Sólo me falta un diseño, pero no encuentro nada que me inspire lo suficiente.

- Tranquila hija. Sé que lo conseguirás. Confío en ti.

- Gracias papá.

Julia decide encender la tele para interrumpir nuestra charla. En ese mismo instante, una extraña sensación se apodera de mí. En la pantalla del televisor, a escasos metros, aparece reflejada la figura de un perfecto chico que muestra su gran sonrisa ante la cámara mientras se acaricia el pelo. El rótulo indica su nombre: Lucas Martín.

Pero en apenas unos segundos, cuando comienza a hablar, mi admiración hacia él se convierte en odio. Le entrevistan por ser el joven más adinerado del país, y no duda en alabarse a sí mismo: "Es fácil llegar hasta aquí cuando eres hijo de uno de los empresarios más importantes de España. Aunque no todo el mérito es de mi padre. Tengo talento, y sé que voy a llegar donde quiera, porque siempre consigo mis propósitos, tanto en la vida laboral como en la personal".

¿Cómo puede tener un ego tan grande con sólo diecinueve años?

- Ese tío es un gilipollas -digo en voz alta, ante el asombro de mi familia.

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