Capítulo 34

2.2K 107 18
                                    

Despacho general de Yonoodle, 12:26 horas de la mañana.

William Santos, tras ser acusado de escándalo público en los medios (y con un grado de exaltación que desafía los límites de la física), exige a Daniel que se presente de inmediato en su despacho.

— Durante mis años como empresario me he enfrentado a problemas de todo tipo. He sufrido amenazas, especulaciones, suplantación de identidad y varios intentos de allanamiento. Pero hasta hoy, ninguno de mis empleados, socios o accionistas me había traicionado. Enhorabuena, acabas de convertirte en la primera persona en ostentar ese honor.

— ¿Qué insinúas? —pregunta Daniel con recelo.

— No insinúo, afirmo que me has pintado una enorme diana en el pecho. Afirmo que acabas de joderme el acuerdo más importante de mi vida. Y afirmo que vas a pagar por ello.

— ¿De verdad crees que atentaría contra la empresa que me da de comer?

— Fuiste tú quien me propuso la idea de transferir los fondos de Feditek a Yonoodle. Eras el único que sabía que tarde o temprano contactaría con Brenda Castle.

— Para el carro, William. Yo no soy el culpable que estás buscando —le asegura Daniel.

— Entonces explícame cómo han averigüado todo esto.

— Hackeando tu móvil. Es una de las técnicas más empleadas por los terroristas informáticos. Leonardo Graziani puede confirmátelo.

— Supongamos que eres inocente. ¿Crees que Lucas Martín está detrás de esta vendeta?

— Lo dudo. Desde que ocurrió lo de su hermano se ha convertido en un manso corderito.

William Santos se levanta de su sillón y fija la mirada a través de la ventana.

— Quien sea que haya hecho esto, no sabe de lo que soy capaz —afirma de manera tajante—. A lo largo de mi vida he tomado decisiones que jamás pensé que sería capaz de tomar. No me temblará el pulso para hacer lo que sea necesario.


Despacho general de Feditek. Año 1997.

Marcelo Santos pide ayuda desesperada a su hermano, William Santos.

— Siéntate, por favor.

— ¿Qué ocurre? Te he notado muy alterado a través del teléfono.

— Necesito tu ayuda, William.

— Explícate.

— Se trata de Nicolás Martín. El hijo de puta ha conseguido que Gerard Smith renuncie a nuestro Proyecto E.R.L.P., ofreciéndole a mis espaldas formar parte del desarrollo de una nueva iniciativa en la que se encuentra inmerso, y que según él generará ingresos billonarios. No sólo ha jodido el mejor acuerdo de mi vida, sino que además me ha arrebatado al mejor socio que ha pisado nunca este despacho.

— Nicolás Martín y su puto afán por entrometerse en los asuntos que no le incumben. El único objetivo que mueve a ese cabrón es destrozar a la competencia.

— Por suerte, el mío también —afirma Marcelo Santos.

— ¿En qué estás pensando?

— Ayer le visité y le hice una amenaza en sus propios dominios. Le aseguré que lamentaría lo que había hecho. Por eso necesito tu ayuda, William. Estoy dispuesto a cumplir mi palabra.

— Le has amenazado en persona. Cualquier cosa que hagas contra él o su empresa, te señalará como principal sospechoso. A no ser que...

— Dispara.

INDECENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora