He vuelto a mi despacho, pero no estoy sentado en el lado de la mesa que me corresponde. A pesar de ello, no me siento derrotado, sino culpable. Bruce ha muerto por mi culpa. Mi mala decisión le ha costado la vida a un buen hombre. Él no merecía acabar así.
— Tienes mala cara, Lucas —ironiza William Santos mientras su sobrino me dedica un gesto de burla.
Mi instinto me pide que me libere de las bridas y le pegue una paliza a los dos, pero lo ocurrido con Bruce me ayuda a templar los nervios y decido actuar con inteligencia.
— ¿Te has quedado mudo? —bromea Oliver.
— Dejad que me vaya —les interrumpe Daniel, alterado por la situación—. Es vuestra guerra, no la mía.
— Cierra la puta boca si no quieres acabar como ese estúpido guardaespaldas. Recuerda quién está al frente de Yonoodle.
Sergio aprovecha la intromisión de Daniel para hablarme a través del transmisor y recordarme que debo conseguir una confesión de William.
— ¿Qué ganas teniéndome aquí retenido? —digo al fin.
— Oliver, por favor, abre la caja fuerte y enséñale a nuestro querido invitado la sorpresa que le tenemos preparada.
Oliver Santos sigue las instrucciones de su tío y saca un maletín del interior de la caja. A continuación, quita los cierres de seguridad y me muestra su contenido. Una bomba con el sello K7628 comparece ante mis ojos. Es más pequeña de lo que imaginaba, pero apuesto a que su efectividad es inapelable.
— No pareces sorprendido —masculla William.
— Estoy acostumbrado a tratar con escoria como vosotros.
— Sabías que había una bomba en este despacho, ¿verdad? Por eso llevabas encima esta pistola—Santos agarra el arma y la observa con fijación—. ¿Qué pretendías hacer con ella, pegarme un tiro en la cabeza?
— Puedes acusarme de muchas cosas, pero no de ser un asesino. Tú en cambio planeaste matar a mi padre y has ordenado asesinar a un hombre inocente. Y te aseguro que vas a pagar por ello.
Los Santos comienzan a reír ante mi afirmación.
— Mírate. Estás atado, encerrado y vigilado por mi mejor hombre. No tienes escapatoria.
Evado sus palabras y continúo obteniendo información.
— Así que ese es tu plan. Hacer estallar una bomba y destruir Yonoodle.
— No podrías haberlo resumido mejor.
— ¿Por qué lo haces? Serás el primer perjudicado en todo esto.
— ¿De verdad me lo preguntas? Has destrozado mi reputación pronunciando ese puto discurso ante los medios. Ya no tengo nada que perder. Sin embargo, cuanto todo acabe, a ti no te quedará nada que ganar.
— Te equivocas. Aún tengo muchas cosas por las que luchar.
— ¿Cómo qué, tus seres queridos? La familia está sobrevalorada, Martín.
— Al menos tengo una a la que aferrarme.
— Un momento —intercede Oliver Santos—. ¿A qué viene toda esta parafernalia? Demasiadas preguntas para alguien como tú —se dirige a mí—. ¿Qué pretendes?
— Ahora eres tú el que está haciendo demasiadas preguntas —digo con sarcasmo.
— Eso es. Haga que pierdan los nervios —me pide Sergio.
Oliver Santos se levanta y comienza a inspeccionar el despacho.
— ¿Has perdido algo, o es que estás buscando tu dignidad? —continúo hostigándole.
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INDECENCIA
Teen FictionUna novela que no te dejará indiferente. Completamente adictiva. Si te gustan las historias en las que nada es lo que parece, está hecha para ti. La vida de Lucas cambiará por completo cuando le ofrezcan ser el director general de una de las empresa...