Capítulo 36 (FINAL)

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He vuelto a mi despacho, pero no estoy sentado en el lado de la mesa que me corresponde. A pesar de ello, no me siento derrotado, sino culpable. Bruce ha muerto por mi culpa. Mi mala decisión le ha costado la vida a un buen hombre. Él no merecía acabar así.

— Tienes mala cara, Lucas —ironiza William Santos mientras su sobrino me dedica un gesto de burla.

Mi instinto me pide que me libere de las bridas y le pegue una paliza a los dos, pero lo ocurrido con Bruce me ayuda a templar los nervios y decido actuar con inteligencia.

— ¿Te has quedado mudo? —bromea Oliver.

— Dejad que me vaya —les interrumpe Daniel, alterado por la situación—. Es vuestra guerra, no la mía.

— Cierra la puta boca si no quieres acabar como ese estúpido guardaespaldas. Recuerda quién está al frente de Yonoodle.

Sergio aprovecha la intromisión de Daniel para hablarme a través del transmisor y recordarme que debo conseguir una confesión de William.

— ¿Qué ganas teniéndome aquí retenido? —digo al fin.

— Oliver, por favor, abre la caja fuerte y enséñale a nuestro querido invitado la sorpresa que le tenemos preparada.

Oliver Santos sigue las instrucciones de su tío y saca un maletín del interior de la caja. A continuación, quita los cierres de seguridad y me muestra su contenido. Una bomba con el sello K7628 comparece ante mis ojos. Es más pequeña de lo que imaginaba, pero apuesto a que su efectividad es inapelable.

— No pareces sorprendido —masculla William.

— Estoy acostumbrado a tratar con escoria como vosotros.

— Sabías que había una bomba en este despacho, ¿verdad? Por eso llevabas encima esta pistola—Santos agarra el arma y la observa con fijación—. ¿Qué pretendías hacer con ella, pegarme un tiro en la cabeza?

— Puedes acusarme de muchas cosas, pero no de ser un asesino. Tú en cambio planeaste matar a mi padre y has ordenado asesinar a un hombre inocente. Y te aseguro que vas a pagar por ello.

Los Santos comienzan a reír ante mi afirmación.

— Mírate. Estás atado, encerrado y vigilado por mi mejor hombre. No tienes escapatoria.

Evado sus palabras y continúo obteniendo información.

— Así que ese es tu plan. Hacer estallar una bomba y destruir Yonoodle.

— No podrías haberlo resumido mejor.

— ¿Por qué lo haces? Serás el primer perjudicado en todo esto.

— ¿De verdad me lo preguntas? Has destrozado mi reputación pronunciando ese puto discurso ante los medios. Ya no tengo nada que perder. Sin embargo, cuanto todo acabe, a ti no te quedará nada que ganar.

— Te equivocas. Aún tengo muchas cosas por las que luchar.

— ¿Cómo qué, tus seres queridos? La familia está sobrevalorada, Martín.

— Al menos tengo una a la que aferrarme.

— Un momento —intercede Oliver Santos—. ¿A qué viene toda esta parafernalia? Demasiadas preguntas para alguien como tú —se dirige a mí—. ¿Qué pretendes?

— Ahora eres tú el que está haciendo demasiadas preguntas —digo con sarcasmo.

— Eso es. Haga que pierdan los nervios —me pide Sergio.

Oliver Santos se levanta y comienza a inspeccionar el despacho.

— ¿Has perdido algo, o es que estás buscando tu dignidad? —continúo hostigándole.

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