Capítulo 29

3.6K 130 15
                                    


Está ocurriendo de nuevo. Vuelvo a ser objeto de ataque, y esta vez la lista de sospechosos es mayor que nunca. Pero algo no encaja. Las piezas del puzzle están boca abajo y desordenadas.

- ¿Cómo es posible que un desconocido entre en mi empresa sin identificarse, llegue hasta mi despacho sin llamar la atención de ninguno de mis empleados, te golpee en la cabeza, acceda sin dificultad a mi sistema, me robe toda la información, destroze mi ordenador y después desaparezca como una nube de polvo? -interrogo a Graziani al mismo tiempo que reflexiono sobre mis propias palabras-. Hay tres opciones: o ese cabrón ha entrado volando a través de la ventana, o tiene un cómplice aquí dentro, o me estás mintiendo. Y no me gusta que me mientan.

- Le he fallado, señor Martin. A usted y a Yonoodle -admite entre sinceras disculpas.

- ¿Vas a contarme de una puta vez lo que ha pasado?

Resopla antes de comenzar su relato.

- Estaba revisando unos documentos cuando ha aparecido ante mí un hombre armado con un cuchillo. Llevaba un pasamontañas que le cubría la cara, era imposible reconocerle -se lamenta-. Me ha llevado a la fuerza hacia su despacho y me ha obligado a entrar en su ordenador. Tras hackear su encriptado de seguridad he tenido que exportar toda la documentación a un disco duro externo. Luego me ha pedido de forma muy poco educada que formateara su sistema y accediera a las cámaras de seguridad para eliminar las grabaciones. Pero antes de que ese hijo de puta destrozara su ordenador y escribiera la nota, intenté pararle. Le dí un puñetazo en el pómulo izquierdo. El resto ya lo conoce. Siento no haber estado a la altura de las circunstancias.

- No tienes la culpa de lo que ha ocurrido -le tranquilizo-. Te aseguro que sea quien sea el que haya hecho esto, pagará por ello.

- Por supuesto que lo hará; le ayudaré para que así sea. Nadie se mancha las manos con mi sangre y vive en libertad para contarlo.

- Lo que no sabe ese imbécil es que se ha llevado documentos vacíos -sonrío.

- ¿Qué quiere decir?

- Cada tarde, antes de marcharme, envío una copia de seguridad de cada uno de los documentos a mi ordenador personal, que guardo en un sitio seguro. Después elimino toda la información.

- Pero sus archivos no estaban vacíos.

- Cada documento está vinculado a una plantilla con distinto peso, que aparece de forma automática dentro del archivo al cerrar la sesión. De esa manera siempre habrá texto en las carpetas, aunque en realidad su contenido ni siquiera signifique nada.

- Sabe de informática mucho más de lo que imaginaba.

- Tuve la mejor maestra posible -afirmo con orgullo.

- Parece que ese capullo se ha equivocado de víctima.

- Mucho más que eso. Acaba de cometer su último error.

Contacto con Bruce, que aún permanece en el desfile, y le cuento todo lo sucedido: allanamiento, amenaza, robo y agresión.

- No irá muy lejos, señor.

- Sé discreto con este asunto -le pido-. No quiero que la prensa se haga eco de la noticia, y tampoco que mi familia se involucre. Contrata a todos los hombres que sean necesarios, pero que ese cabrón no escape, porque si lo hace, seré yo el que lo encuentre, y no le gustarán las consecuencias.

INDECENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora