Capitulo: Un encontronazo

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-Narra Adriana-

Ando cabizbaja sin ningún tipo de abrigo, mis manos se van congelando lentamente hasta tal punto de empezar a teñirse de morado, mis labios se agrietan, mis pómulos se hielan, me acerco al borde de la cascada, que bonita se ve este agua cristalina y fría, con que fuerza cae sin importarle nada, sin sentir nada, sin que nadie le haga daño. Así me gustaría estar a mí, sin nada en que pensar y sin sentir este vacío en mi interior, me prometí no querer ni abrirme a nadie, pero siempre soy la misma idiota que acaba dándose de bruces contra la misma piedra una y otra vez, pero esta es la última.

Unas últimas lagrimas salen de mi y se pierden en la inmensidad de la cascada, cada vez estoy más al filo, me quito mi cadenita y la dejo caer al suelo, un último suspiro y aquí acaba todo, estoy cansada de luchar

Un año antes

Hoy es de esos días de perros en lo que lo único que quiero es irme, empezar a caminar sin rumbo fijo y llegar a un lugar donde nadie me conozca, donde tan solo estemos mis pensamientos y yo. Puede ser que esta amarga sensación sea porque todavía no tengo los resultados de esa selectividad por la que he pasado uno de los peores cursos de mi vida, un curso lleno de agobios, exámenes, trabajos que entregar, pérdida de apetito hasta tal punto que durante estos 8 meses de curso he perdido 8 kilos, me he dejado la piel por sacar el bachillerato con matrícula de honor para que junto con la nota de selectividad pueda entrar en la carrera que quiero y alcanzar ,en pocos años, el sueño de mi vida.

Tengo unas amigas que valen un potosí y me han sacado a rastras de mi casa para salir a tomar algo y despejarnos, la verdad que no me viene mal que me dé el aire fresco, si es que en Sevilla en junio se puede decir eso.

Dejo el ipod en la mesa de escritorio, me pongo unos vaqueros celestes, una camisa blanca, me revuelvo el pelo, un poco de rímel, lápiz de ojos y brillo de labios y estoy lista. Saco de la cartera la tarjeta del metro, no tengo ganas de coger el coche, cierro todas las puertas de mi casa y me dirijo al lugar donde hemos quedado.

El camino se hace muy ameno, la verdad es que necesitaba salir de casa, andamos por las calles de Triana hasta llegar a nuestro sitio, el lugar donde siempre quedamos y nos reunimos, ya sea para celebrar o por diversión.

Se trata de un bar muy acogedor y cofrade, sus paredes están adornadas con todos los carteles de las levantás de semana santa desde el año 1990, en una de las paredes tiene una réplicas de la basílica de San Lorenzo y hay dos salones especiales llamados esperanza donde nos encontramos un cuadro gigante de la Macarena y en el otro el de la esperanza de Triana. Lo lleva una familia cuya hija les ayuda en épocas de vacaciones y los fines de semanas, además era ex alumna de nuestro colegio. Al llegar hay algo que me escama, siempre suele estar abarrotado de gente y sin embargo está vacío...

-Cata: que de tiempo chicas, pasad hacia dentro, no quedarse aquí

-Adriana: ¿qué tranquilo está esto no?

-Cata: normal... es finales de junio, hace calorcito... la gente sale más tarde a cenar.

Cuando llegamos al salón Macarena, de la nada salen todos mi amigos gritando ¡sorpresa! Me quedo desconcertada, ¿a qué viene esto?

-José: teníamos la selectividad y no quisiste celebrar tu cumpleaños, así que decidimos hacértelo casi un mes después y aquí estamos

-Adriana: no sé qué decir... gracias de verdad, venid aquí... os quiero mucho- digo en medio del abrazo grupal-

Al separarnos noto como Víctor se va acercando lentamente a mi y saca una cajita roja de su bolsillo

-Víctor: nos conocemos desde hace 11años, hemos vividos muchos momentos juntos, momentos buenos y otros no tantos... dicen que el roce hace el cariño pero desde hace 2 años el cariño mío pasó a otra cosa y nuestro viaje de fin de curso me afirmó lo que sentía

-Adriana: Víctor...

-Víctor: déjame terminar, ese afecto se convirtió en cariño y del cariño al amor, sí Adriana, te llevo queriendo desde el año pasado y ahora que ya hemos acabado el colegio, me atrevo a decírtelo, te quiero... acepta esto como señal de mi amor ¿Qué me dices?

No sé qué contestar, miro a mí alrededor y los veo a todos esperando mi respuesta, Lis está abrazada a José, respiro hondo y cuando voy a contestar hay una voz que me frena

-¿?: no te quiere, por eso no te contesta, son todas iguales... primero te tratan con cariño, te llevan a su terreno y cuando tú estás enamorado hasta las trancas de ella te dan la patada, aunque hay alguna que te la dan cuando consiguen lo que quiere- dice un muchacho sentado de espaldas a nosotros y con una botella de whisky en su mesa-

Su voz me resulta familiar, puedo decir que es la misma que me acompaña tanto en mis buenos momentos como en los malos, la persona que nunca me ha fallado, mi refugio, por la que llevo luchando seis años sin resultado alguno para poder abrazarlo...

-Sara: ¿y a ti quien te ha dado vela en este entierro?

Me acerco lentamente a él para observar si es verdad lo que mis pensamientos acaban de deducir, Lis me agarra del brazo pero me suelto

-Adriana: ¿Pablo? ¿Qué haces aquí y así?

Me encuentro a un pablo totalmente demacrado, tiene unas ojeras que le llegan hasta los tobillos, gira y su cabeza y me mira, al principio me retiro, pues su mirada no es la que yo conocía, se puede decir que me ha dado miedo

-Pablo: y encima guapa... todas son iguales- dice empinándose la botella- ¿te he dado miedo verdad? Claro no soy ese pablo adorable que todos creéis, pues no, no lo soy, estoy harto de todo, de mi vida, de las habladurías, dejadme en paz vivir y ahogar mis penas

-Adriana: Pablo estás borracho... primeramente el alcohol no ayuda a nada... deja de beber- me atrevo a decir quitándole la botella-

-Pablo: que haces- dice agarrándome del brazo, llegando incluso a hacerme daño-

-Adriana: ay! - digo flojito pero todos se enteran

-Victor: sueltalá, le estás haciendo daño

Pablo me mira, ve terror en mi mirada, sus ojos se cuajan de lagrimas y me suelta, tengo un pequeño moratón en la muñeca, causa de su fuerza

Pablo: perdón...

Adriana-respiro hondo- no pasa nada - digo sentándome a su lado- venga que te llevo a donde te hospedes

Tras una larga "dicusión" acepta, le pido las llaves del coche y me dice que la tiene en el bolsillo, que las coja yo, le pongo una cara que entiende a la perfección, se apoya en mí y me despido de los chicos

-Adriana: después vuelvo, perdonadme, pero necesito ayudarlo, ¿me entendéis no?

Todos asienten y salgo agarrando a Pablo de allí, nos montamos en el coche y pongo rumbo casa de Lolo

-Adriana: tú me tienes que guiar cuando lleguemos que no se qué calle es. por cierto ¿qué haces aquí?

-Pablo: Lolo me ha dejado su casa para desconectar y olvidarme de...

-Adriana: no tienes que hablar si no quieres

-Pablo: gira a la derecha, al final de la calle

Llego y freno en seco, pablo intenta quitarse el cinturón pero no es capaz, salgo, abro su puerta, se lo quito y como puedo lo saco del coche, por un segundo se queda mirándome fijamente, un escalofrío me recorre entera ¿se le puede llamar miedo?

El baile del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora