Capítulo 2: Un mal comienzo

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-Narra Pablo-

Todo me da vueltas, no soy consciente de mis actos, intentar ahogar las penas en alcohol nunca es bueno, es más me ha sacado de mis casillas hasta tal punto de llegar a hacerle daño a alguien que no conozco y que solo se ha intentado preocupar por mi. Ahora me encuentro frente a ella, agarrado a su cintura porque no soy capaz de mantenerme en pie, cuando cierra la puerta del coche y saca la llave de la casa la paro atrayéndola hacia mi, noto como su respiración se agita, me mira fijamente, veo como poco a poco sus ojos se vuelven cristalinos acaricio su cara y ella la aparta, intenta no mostrar su miedo pero es imposible que lo oculte, yo intento soltarla pero hay algo que me lo impide, me atrae demasiado, me acerco lentamente a ella, pero cuando estoy a punto de hacer algo de lo que seguramente me arrepentiría sus palabras me frenan

-Adriana: Pablo suéltame por favor, entremos en casa

Me doy cuenta de mis actos y de cómo una lágrima recorre su mejilla, me suelto por completo y me quedo mirando como abre la puerta, cuando lo hace me tiende su mano para entrar, después de cómo la he tratado me da una sonrisa... acepto su mano y sonrío

-Adriana: así me gusta verte, con esa sonrisa, la misma que me da la vida- esto último lo dice en bajito con intención de que no me entere pero si lo hago-

-Pablo: te he escuchado

-Adriana: venga anda, vamos hacer un trato-dice poniéndose colorada- date una ducha de agua fría, verás como la resaca se pasa antes, mientras yo te hago un café bien cargado

-Pablo: no sé si llegaré vivo a la bañera, me da vueltas todo

-Adriana: pues yo no te voy a bañar así que tú verás lo que haces

-Pablo: ¿me ayudas a subir las escaleras y me das la ropa por favor?

Al principio no me da respuesta alguna, no sé si es porque me teme o porque no quiere que lo que casi pasa fuera se repita pero cuando me dispongo a ir agarrándome a las cosas para subir siento como me agarra

-Adriana: ¿Dónde vas tan rápido? ¿Te quieres matar por las escaleras?

-Pablo: -rio- si viene a salvarme alguien tan guapa e inteligente como tú, me despeñaba sin pensármelo

Llegamos a la habitación donde están mis cosas, me siento en la cama, y mientras Adriana saca mi pijama de debajo de la almohada, me quito la camiseta como puedo, intentando no caerme, me pongo en pie y me giro, ella se gira, no se esperaba verme así y se le cae el pijama de las manos

-Pablo: ¿te he puesto nerviosa?

-Adriana: ¿a mí? Que , que va- dice recogiendo el pijama del suelo- venga a la ducha

-Pablo: ¿te irás?

-Adriana: cuando salgas, te tomes el café y vea que te puedes mantener en pie, llamaré a esta gente y le diré que me recoja alguno

-Pablo: puedes llevarte mi coche, mañana me lo devuelves

-Adriana: da igual, venga a la ducha

La veo salir del cuarto de baño y cerrar la puerta, me quito los pantalones como puedo, me agarro a la mampara de la ducha para poder meterme sin caerme y abro el grifo, que agua más fría, la dejo caer y me dejo llevar por los recuerdos

-Narra Adriana-

Dejo el café caliente encima de la mesa del salón, subo a ver que pasa con Pablo, pues está tardando mucho y eso me asusta. Al subir las escaleras y entrar en la habitación me lo veo de nuevo sin camiseta, con todo el pelo mojado y totalmente rizado, él mira hacia la puerta, debe de haber sentido mi respiración o mi presencia, sino no tendría sentido

-Adriana: que bien te veo

-Pablo: Gracias y perdóname

-Adriana: ¿por qué?

-Pablo: por como te traté y por todo lo que has hecho por mi

-Adriana: bah, tonterías, baja que ya tienes el café listo

Pero al darme la vuelta siento como me coge del brazo y me atrae hacia él, hasta tal punto de estar nuestros cuerpos pegados el uno con el otro, puedo sentir perfectamente los latidos de su corazón, mi respiración se acelera, mis mejillas me arden, veo las gotas de agua que le caen del pelo deslizarse por su cuello hasta perderse en mi camisa

-Adriana: Pablo...

Este me manda a callar poniendo su dedo sobre mis labios, acaricia mi cara y pone mi pelo hacia el lado derecho dejando todo el izquierdo al descubierto, sus caricias bajan hacia el cuello, cada vez estamos más cerca, nuestros labios a centímetros, la otra mano intenta desbrochar los botones de mi camisa, yo me encuentro paralizada, no sé reaccionar, nunca me he imaginado esto y menos con un Pablo que no es dueño, del todo, de sus actos, el mismo que todavía sigue un poco bajo los efectos de la botella de whisky que se ha bebido el solito, cuando nuestros labios por fin se encuentran y él ha logrado desabrochar mi camisa hasta la mitad nos movemos lentamente hacia atrás, pero mi móvil suena, haciendo que deje de estar en shock y sea capaz de moverme

José: ¿Raquel dónde andas?

-Raquel: venid alguno a recogerme, ya he acabado con él, ya puede mantenerse en pie solo, solo queda que se tome el café que le he preparado

-José: mándame la ubicación y en menos de 20 minutos estoy ahí

Cuelgo el teléfono y me siento en los taburetes de la barra americana que hay en la cocina, noto los pasos de Pablo por detrás y mi alma se divide en dos, hay una parte que se pone nerviosa por su presencia y la otra le tiene miedo

-Pablo: perdóname, no debería de haber hecho eso

-Adriana: tomate el café, en breve me voy-me dice seca y cortante-

-Pablo: Adriana, mírame por favor

Como puedo me giro, pues en el fondo sigue siendo el mismo Pablo que tanto me ayuda, o por lo menos eso quiero creer

-Pablo: lo siento, no acabemos así, por favor

-Adriana: ¿acabar el qué?

-Pablo: ¿te han dicho alguna vez lo guapa que te pones al estar enfadada?

Eso hace que sonria y él también, mi móvil vuelve a sonar, es José, ya está aquí

-Adriana: he de irme

-Pablo: ¿nos volveremos a ver?

-Adriana: quién sabe lo que nos deparará el destino

Pablo me acompaña hasta la puerta, al salir me giro y le veo sonreír, y con ese último recuerdo me monto en el coche y salgo de allí

El baile del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora