Capitulo 5: Algo está a punto de cambiar.

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-Narra Adriana-

Al principio no me creí nada de lo que me estaba diciendo pero nadie tiene una bola mágica o poderes para meterse en la cabeza del otro y saber exactamente cómo, qué y dónde pasaron las cosas, por lo tanto acabé creyéndomelo. Según decía Descartes si dudo existo, así que dudar de Pablo es señal de estar despierta y no en otro de mis sueños donde el miedo se persona y acaba sucediendo eso que tanto temo desde que tengo uso de razón.

Nos llevamos las horas y las horas hablando bajo una fina lluvia de junio dónde todo es posible, es de esa agüilla que te cala y te va helando poco a poco, empapándote hasta lo que no es posible, como diría mi abuela, "que te cala hasta los huesos". Es gracioso sentir lo que ahora mismo percibo, el miedo que le cogí dado su estado de embriaguez de horas atrás a medida que hablamos desaparece hasta tal punto de quedarme embobada mirándole, sin escuchar absolutamente nada y que mi subconsciente repita una y otra vez es como ese mejor amigo que todo el mundo quiere tener. Pablo me llama la atención dado que le he dejado hablando solo, un escalofrío recorre mi cuerpo, el agua está empezando a hacer efecto, ¿te encuentras bien? Me pregunta a lo que yo respondo con un sí, asintiendo con la cabeza. Miro el reloj y son casi las 6 de la mañana, he de irme si no quiero levantar sospechas ya que supuestamente, Hugo me había llevado a casa.

-Adriana: tengo que marcharme, es muy tarde y como no me vean en casa mañana me toca interrogatorio.

-Pablo: te acompaño y así acabamos bien lo que hemos empezado

Eso último no lo entiendo y por el gesto que hago con mi cara Pablo empieza a reírse y no le queda otra que explicármelo

-Adriana: ahora sí lo entiendo- digo riéndome- pues encantada de conocerte Pablo

-Pablo: lo mismo digo señorita Adriana, y ahora déjeme acompañarle a su casa

Vamos caminando por las oscuras calles de la reserva iluminada solo por algunas de las farolas que aún quedan encendida y por las estrellas, esas que tras la lluvia han vuelto a salir.

-Adriana: ya hemos llegado, ¿sabrás volver?

-Pablo: claro, no sabes lo bien que me oriento yo, además dicen que tras la tempestad llega la calma... las calles están iluminadas por un manto de estrellas y tu y yo hemos empezado de nuevo ¿puedo pedir algo más?

Me despido de él y observo como se marcha por el lado contrario. es por el otro lado -le digo queriendo que no se me note la risa- Él me mira y empieza a reirse,ya lo sabía, solo ponía a prueba tus sentidos -me responde marchando, ahora sí, por el lado adecuado- entro en casa, al cerrar la puerta me apoyo tras ella y me deslizo hasta llegar al suelo, han sido solo unas horas pero hay algo dentro de mí que me dice que la vida me va a dar un giro de 360 grados y eso me aterra.

Son las 9:00 de la mañana, es el día de las notas de selectividad, una parte de mi dice que me quede en la cama, la otra que salga a comerme el mundo ¿comerme el mundo? ¿yo? ¿Desde cuándo? Me doy media vuelta pero hay una voz que hace que me levante de sopetón de la cama y baje tal y como estoy a la cocina, en pijama, pantalones cortos y camiseta de tirantas. Al llegar me los encuentro a todos a punto de desayunar, mi madre prepara los cafés, mi padre está terminando de hablando con el comisario, mi abuelo, por teléfono, Mariano se está peleando con la bolsa de las magdalenas porque no la puede abrir y Hugo, Hugo se encuentra de espaldas a mi, sentado en la mesa de la cocina intentando convencer a mi padre de que yo, esta noche, dormí aquí.

-Adriana: buenos días! Digo dándole un beso a mis padres

-Mariano: buenos días Adri

Hugo se gira y sonríe al verme, yo me dirijo hacia él y hago igual que con mis padres y mariano, le doy un beso, cuando nos separamos veo como todos nos miran ¿qué, que pasa? Pregunto extrañada

-Lola: nada corazón, tu padre que es muy cabezota

-Adriana: ¿te has curado la herida?

-Hugo: estaba esperando que lo hicieras tú- me dice de forma picara-

-Adriana: a sus ordenes mi subinspector- digo cuadrándome delante de él-

Pongo el botiquín sobre la mesa, le levanto la camiseta, le retiro la venda que le puse anoche y me dirijo a curarle bajo la atenta mirada de todos

-Adriana; no vale quejarse como una nenaza al igual que anoche- eso último se me escapa y hace que mi padre pregunte-

-Antonio: ¿Anoche estuvisteis juntos?

-Hugo: la traje a casa y cuando nos bajamos del coche

-Adriana: vi una gran mancha de sangre en su camiseta, le corté el paso y le obligué a que me dejara mirarle la herida como tantas otras veces había hecho- digo interrumpiéndole-

Antonio: o sea que mi niña estuvo contigo, en tu casa, los dos solos

-Hugo: Antonio relájate vale, que a tu hija yo jamás le he tocado un pelo vale? Además no es la primera vez que lo hace. AHHHH- grita al haberle apretado yo con el alcohol en la herida-

-Mariano: que burra eres Adri, que eso escuece

-Adriana: si no me para de mover el hombro, normal que le escueza si un poco más y hace que le tire el bote encima

Antonio: Hugo a mi niña no, puedes estar con cualquiera pero con mi niña no

Hugo: a tu hija no la he tocado y no la tocaré jamás ¿te enteras? JAMÁS! ¿Qué pasa que por ser el joven, el que se ha criado desde siempre con ella, el hijo de tu mejor amigo, no podemos ser amigos Antonio?- coge su camiseta y sale de la cocina

-Adriana: Ya te vale papá, HUGO, espera no te vayas- digo corriendo tras él-

Consigo pararle en el jardín tras mucho llamarle, se gira y veo como la herida ha vuelto a sangrar

-Hugo: nunca vamos a estar juntos princesa, nunca- dice con los ojos cuajados de lágrimas y agarrando mi cara con sus manos-

-Adriana: mira lo que has hecho por no dejarme terminar de curarte, vamos, entra en casa y lo otro no tiene porqué saberlo nadie.

Somos jóvenes y nos queda mucho por vivir.

El baile del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora