Enfermero corazón

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Las vacaciones llegaron. Los estudiantes se alegraron y los profesores festejaron con champaña y alcohol esa misma noche en su aula de descanso exclusiva, excepto Daniel. Daniel sólo quería alejarse un momento de todo y todos. Hacer un escape a la oscuridad, de dónde ni las sombras vuelven, dónde ni los cuervos se posan para graznar en los jorobados troncos. Un escape a la envolvente soledad, amiga de muchos, conocida de todos.

También quería embriagarse, pero ese era otro pedo.

Qué diablos había hecho. Qué diablos había hecho. ¡Lo arruinó todo! ¡Lo echó a perder, maldición!

Y ahora, en su oficina, no dejaba de pensar cuánto apesta la vida, y los estudiantes durante los días calurosos de verano como el de hoy. Por eso ayer estuvo repartiendo desodorantes junto con Matthew.

Sólo estaba sentado-recostado en su silla, mientras miraba los huecos y hoyos en el techo que Chris hizo en algún día de Abril: sentado sobre una de las camillas y con lápiz en mano, acertaba al techo, donde el utensilio escolar permanecía durante algunos segundos y luego bajaba para ser atrapado por sus pequeñas y almendradas manos.

Recordó que lo reprendió por eso, pero cuatro músculos bastaron para perdonarlo. Una bella curva lo suavizó todo. Dos rojos labios lo cambiaron. Recordó cuánto quiso besarlos hasta que quedaran más rojos e hinchados, pero el destino no estaba de su lado, y su puta edad era un inconveniente para estar con un maldito mocoso.

Con la camisa medio abotonada y todo en sí desarreglado, tocaron a la puerta de la enfermería, la cual el Daniel de apariencia descuidada fue a atender con GRAN gusto y placer, porque nada lo hacía MÁS FELIZ que cuidar de escuincles con narices escurriendo y toneladas de cera en los oídos.

Pero lo que inundó su mirada fue aquella flama siendo escoltada. Aquella flamita casi extinta y apagada. La flama que siempre estaba encendida ahora debía ser cargada. Y se veía tan frágil.

De inmediato Daniel hizo pasar a los muchachos, aunque importándoles poco, para que le pudieran dar más detalles.

—Ah... No lo sé, hace un rato le envié mensajes y todo, pero no me respondió, así que iba a su habitación para gritarle, pero lo encontré así.

Sinceramente, ese chico se podía morir y le desinteresaba en lo absoluto. Es más, ¡que le caiga un rayo! Si se trata de su flamita, en cambio, el mundo se derrumbaría.

Corrió a los muchachos y se quedó a un ladito de Chris, en la camilla.

Daniel's P.O.V

¿Qué diablos pasó? ¿Qué tienes, Chris? ¿Por qué estás tan pálido? Eso hace que tus pecas resalten mucho más, y tú me dijiste que lo odiabas.

Lo nombré al sacudirlo, intentando que despertara para hacerle un examen, pero simplemente no funcionó; su, supuestamente almendrada piel, está de un tono casi gris, pero su boca tiene aún su color natural, incitándome a arrebatárselo.

En la obligación y el deseo, la cordura se pierde y la locura se hace presente para ser partícipe de este tétrico juego que nunca termina.

—Chris —repito.

Dios...

Si no despiertas, terminaré de perder mi paciencia, mi autocontrol y todo por lo que me he contenido.

—¡Ey! —Lo sacudo más fuerte.

Y de poco a poco se va levantando, todo débil y sin fuerzas.

—¿Da-Daniel?

Talla su rostro con una lentitud enorme, como niño pequeño después de tomar una siesta, como si le hubieran dado tranquilizantes para rinocerontes.

Amor Primaveral (Yaoi) (Editando la redacción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora