XXVI

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No respondí su pregunta y aún así él estacionó el auto en su hotel de L.A. Subimos a la habitación y Dylan cerró la puerta a sus espaldas. Con sus brazos rodeó mi cintura y me atrajo hacia él. Nos besamos hasta que Alf nos vio.

-Deberían ir a la habitación.

-¿Es que no podemos estar solos?- gruñó Dylan y me cargó al cuarto. Me tiró en la cama y se quitó su camisa. El que llevara puesta una era un crimen. Se abalanzó en cima mío y comenzó a besar mi cuello. Sus manos pasaron por mi trasero y yo sabía que ésto iría más lejos. Me quitó la remera y sus labios pasaron por mi vientre. Luego siguió besándome y sus manos se acercaban más a dónde yo no quería.

-Dylan- susurré. No quería lo que se venía.

Él me cayó y siguió en lo suyo.

-Dylan...no. Basta.

Los besos bajaron a mi pecho y él quería quitarme el sostén.

-Basta.

Cuando iba a hacerlo yo me safé y me levanté de la cama.

-¿Qué pasa?- preguntó.

Tomé mi remera y me la puse.

-¿Qué haces?- aún más extrañado.

-¿Qué no es obvio? Me voy a mi hotel.-le dije.

-¿Qué? No- se interpuso en la puerta. - ¿Por qué no quieres hacerlo conmigo?

-No quiero ser otra más del montón. - dije cruzándome de brazos.

-¿A qué te refieres?

-No quiero ser de esas chicas con las que sólo te acuestas y ya, luego las olvidas y te vas con otra que lo haga mejor.

-¿Eres virgen?

-¿Qué? - me sonrojé.

Dylan dejó escapar una risa.

-Es eso ¿Cierto?

-No quiero hacerlo con cualquiera es todo. - dije firmemente.

-¿Yo soy un cualquiera?

-Sep.- respondí en modo de juego.

Frunció el ceño.

-Ah, ¿Sí?- dijo confundido.

-¿Creíste que por ser un famoso me acostaría contigo?

-No bromees.

Se abalanzó de nuevo sobre mí y yo lo golpeé con la almohada. Él tomó otra y comenzamos la guerra de almohadazos. Terminó cuando la mía se rompió y Dylan gritaba que si no paraba iba a dejarle un ojo morado.

-¡Es suficiente!- reía él.

Se encontraba sobre la cama y yo estaba sobre el golpeándolo con lo que quedaba de la almohada. Me la quitó y me acercó nuevamente hacia él acariciando mi cabello con una de sus manos.

-¿En serio eres virgen?

-Deja de preguntar eso. - dije algo molesta.

-Pero eres...hermosa. No puedo creerlo.

Bajé la vista y él puso su mano en mi barbilla haciendo que lo mirara. Me besó y me quitó la remera.

-No eres una del montón.

Cuando me desperté los brazos de Dylan me rodeaban y su cara estaba en cima de mi hombro. Me giré y observé su rostro. Era tan perfecto. Su nariz tan inusual, su pelo alborotado y sus lunares. Siempre había querido saber cuántos eran. En las fotos se los tapaban con Photoshop, cuando en realidad se veía más sexy con ellos. Comencé a contarlos, del lado derecho pude ver diecisiete y del izquierdo conté dieciséis. Más tarde se lo diría mi hermana, ella siempre quiso saber el número exacto.

Enamorada del Sr. O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora