XLVIII

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Me gustaría dedicar el último capítulo a todos los maravillosos lectores, USTEDES, ¡comenten así se quienes son!🙏🙏🙏.

—¡Basta dejen de pelear!—los gritos de Hannah eran cada vez más fuertes.

Cuando volteé a verla, Tom me pegó otro puñetazo en la cara.
Llevé mi mano a mi nariz y sangre manchó mis dedos.
Tom no se quedaba atrás, su labio golpeado sangraba y también por encima de su ceja.
Golpeé al rubio en el estómago y en la nariz. Él se defendió y me dejó un gran dolor en la cara.

—¡Basta!—gritó otra vez Hannah.

—Escúchala Dylan, o saldrás más lastimado aún.

Me tiré encima de Tom y ambos caímos al pasto. Comencé a pegarle hasta que el padre de Hannah me tomó por la espalda y me alejó del idiota de ojos claros.

Tom se levantó y me miró desafiante, yo también me levanté del suelo y ambos miramos a Hannah que corrió hacia dentro de la casa.

—¿Qué demonios les sucede a ustedes?—preguntó Jack.

—La maldita celebridad es el problema.—respondió Tom.

—Él que se metió en donde no debía eres tú, imbécil—dije.

—¡Tú eres el maldito celoso!

Hubiera arremetido nuevamente contra Tom si Jack, el padre de Hannah, no me hubiera tomado de la espalda otra vez y alejado.

—¡Cálmate! ¡Basta los dos!

Me solté y corrí al granero.

—Porque vendrás a cenar conmigo...—imité la estúpida voz de Tom.—Idiota, se cree que es mejor que yo ¿Cómo cree?

El pelo del caballo ya estaba más que brillante debido al cepillado infinito que le estaba dando. El granero estaba bastante frío, pero era mejor que estar almorzando con el fanfarrón de Tom y con la chica con la que él iba a ir a cenar en la noche.
¿Cómo pudo pasar esto? ¿Hannah y Tom? ¿Desde cuándo ella pensaba en alguien más que no fuera yo? No había dudas, la situación se me estaba yendo de las manos. Debía actuar rápido si quería ganar esta carrera, metafóricamente.

—¡Ay! Claro, de acuerdo que iré, Tom. Por supuesto,—agudicé la voz como niña—¡IDIOTA! Como si aquí habría buenos restaurantes.

—¿Así suena mi voz?

Me di vuelta y en la puerta del granero estaba Hannah. Abrí los ojos como platos e intenté parecer una celebridad de Hollywood sin miedo a nada.
Llevaba jeans, remera manchada de grasa y el cabello suelto. ¿Qué más podía pedir?

—¿Me salió bastante bien, verdad?

Hannah entró y caminó hasta a mí. Me quitó el cepillo de la mano.

—Si continúas cepillando al caballo, le pulirás hasta los huesos.

—Eso no es posible, ¿O sí?

Por suerte Hannah no respondió la pregunta y dejó el cepillo en el piso.
Achinó los ojos y me miró fijamente.

—¿Por qué te molesta que Tom me invité a cenar?—preguntó cruzándose de brazos.

—¿Cuándo dije que lo hacía?

Alzó las cejas y soltó una risa.

—¡Está bien! ¡Está bien!—me apuré a decir —me molesta que estés con ese tipo.

Enamorada del Sr. O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora