XXXI

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Que un botones me robara ya había sido demasiado, pero que además le robaran a él lo que me había robado a mí ya era el colmo. Eso lo clasificaba como el peor día de mi vida. Sin dudas.

El peor día de mi vida comenzó en la mañana de aquel horripilante miércoles. Empezando por el hecho de que tuve que levantarme temprano y terminando con que el maldito juez me dio dos horripilantes opciones:

•Dejar la actuación: obviamente eso no lo haría jamás. Era mi trabajo y la razón por lo que había llegado hasta aquí. Era lo amaba hacer. Ni loco.

•Ir a un curso de control de ira: ni de chiste. Aquí no vendría Jack Nicholson a darme sus concejos. Esto no era "Locos de Ira", era la vida real.
No caería tan bajo para eso.

A la mierda el juez. Si Mike y Alfred estaban de acuerdo, a la mierda ellos también. No iba a convertirme en el "hazmerreír" de ellos.
Pero Mike tuvo que aceptar, tuvo que decirle que sí a la segunda opción y simplemente no lo soporté. Sé que me salí de control y estuvo mal, pero ¿Quién nunca tuvo ganas de romper todo e irse al diablo? Eso fue exactamente lo que pasó. Tomé las llaves del auto, dejé mi teléfono (no quería que me rastrearan) y me fui.

Llegué al parque y me adentré en el bosque. Me senté al pie de esos enormes árboles y al fin pude tomar un respiro. Pensé en llamar a Hannah, pero ella había dicho que no lo hiciera, que ella llamaría. Me sentía mal por eso; siempre que salía al aire, hablaba mal de ella. No se lo merecía.

El tiempo pasó y almorcé en una cafetería de por ahí. Por suerte Mike y Alf no me buscaron, pero yo sabía que lo harían tarde o temprano. Después de toda la horrorosa mañana necesitaba descansar, me hacía falta una siesta. Tenía que elegir un lugar donde no hubiera mucha gente, donde los paparazzi no solían ir, El Pueblito. No iría para ver a Hannah, seguramente ella estaría del lado de los demás y me obligaría a ir al curso, iría para descansar y si me cruzaba con ella,....que sea lo que Dios quiera.

Estacioné el auto en frente de su hotel, ya que era el único en el pueblo. Entré para registrarme y el gordo de la recepción estaba discutiendo con el botones del hotel.

-No te irás hasta que termines tu turno - ordenaba el panzón.

-Pero es urgente, ellos me persiguen.- decía con cierto tono de miedo el botones que aparentaba ser maso o menos de mi edad.

-No te prestaré mi auto para que te escapes.

-Pero...

Al parecer el chico parecía estar en problemas.

-Basta - el gordo se acercó a su escritorio y me sonrió. - ¿Viene a registrarse?

-Sí.

De vez en cuando giraba mi cabeza para ver si Hannah aparecía, pero a ésta hora ella debía de estar en la universidad.
De pronto las luces se apagaron.

-¿Qué? Maldición. Se cortó la luz.- gruñó el recepcionista.

-¿No podré registrarme?- pregunté desilusionado.

-Claro que sí. Espera que traiga papel y lápiz.

Se levantó y se perdió detrás de una puerta. Al parecer tener lápiz y papel en el escritorio ya era algo viejo. El botones que se había quedado a mis espaldas se acercó.

-¿Tiene equipaje?

-No.

Después de todo sólo me quedaría esa noche.
El chico miró  la puerta por la cual el recepcionista se había ido. Tal vez para asegurarse de que aún no había vuelto. Volvió la vista hacia a mí y me miró nervioso.

Enamorada del Sr. O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora