Enamorada del Sr. O'Brien

XLVII

Este capítulo es para quien nunca se cansa de comentar cuánto ama mi novela ni decirme que continúe escribiendo, este capítulo es para vos conilegasa15 ilusiones_

Me costó demasiado abrir los ojos, un dolor insoportable invadía mi cabeza y cuerpo, las costillas hacían que respirar me costara oro y recordar donde estaba fue un triunfo.

—¡Perdón, no fue mi culpa!

Lo primero que vi fue la cara de aquella niña rubia. Sabrina me observaba con sus ojos verdes detenidamente, arrodillada al lado de mi cama. Lo único que necesitaba era un guardia de trece años que me vijilara mientras dormía.

—¿Qué haces?—le pregunté algo molesto cuando intenté incorporarme pero el dolor me lo impidió. El caballo sí que pegaba fuerte.

—Trataba de contar tus lunares.

—¿Lunares?

—¿Son veinte?

Se escucharon unos pasos en la escalera y a los segundos se asomó la persona que necesitaba.

—¡Gracias a Dios, despertaste! ¿Cómo estás?—preguntó Hannah corriendo a su hermana y sentándose en el borde de mi cama.
Llevaba el cabello suelto algo despeinado, como me gustaba.

—Sin tener en cuenta que me explota la cabeza, me duele todo el cuerpo y las costillas me matan, físicamente estoy perfectamente.

—Sabri, traele agua a Dylan.

—Ooh—se quejó su hermana—ve tú.

Hannah la miró seria y la niña salió de la habitación.

—¿Y emocionalmente?—preguntó.

Intenté incorporarme nuevamente y esta vez, Hannah me ayudó. Una mueca de dolor se formó en mis labios cuando lo hice, ya que una punzada de dolor invadió mi pecho.

—El doctor dijo que te dolerá al menos por tres semanas.

—¿Tres semanas?—miré sus hermosos ojos claros—si tu no me perdonas, dolerá más.

Ella bajó la mirada y suspiró.

—Dylan, es complicado. Por un lado, quiero otra vez estar contigo, abrazarte y besarte cuando me miras así; y por otro lado, quiero tomar esos lindos ojos y arrancártelos con una tenaza tamaño dinosaurio y destrozarte la cara por lo que hiciste.

—Un caballo trató de matarme, ten compasión.

Ella sonrió y yo me le acerqué. Estábamos a pocos centímetros e intercambiábamos miradas. Era el momento perfecto para el beso perfecto pero ella lo arruinó.

—¿Ibas a besarme?—preguntó.

Alejé la mirada y carraspeé, eso fue incómodo. ¿Desde cuándo Hannah no quería besarme?

—¿Yo? No, solo miraba...tus ojos.—dije algo nervioso.

Hannah alzó sus cejas, no creyéndome.

—¿Mis ojos? ¿Qué tienen?

—Son bonitos.—dije sin dudar.

—¡Aquí está el agua!—anunció Sabri, asomándose por la puerta.