XXXVI

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He aquí, mi mayor obra maestra: 2350 palabras. Todo para ustedes.
Espero les guste y sino, peguense un tiro.


Jamás, jamás, JAMÁS estuve tan feliz...Bueno, en realidad nunca estuve feliz de ver a Mike.

Conducir hacia ninguna parte con un cadáver en el baúl del auto fue una de las peores (si no fue la peor) experiencia que tuve, y el estar bañado en barro no ayudaba. Estaba aterrado. Aunque después de todo, aquel tipo había empezado el tiroteo. Si alguien preguntaba, era defensa propia.

-Descuida esto pasa todo el tiempo-habló Bart.

-¿Que te disparen y luego atropellas dos veces a alguien para asegurarse de que muera?

El gordito puso una expresión de confusión.

-Sí, suele pasar- confirmó unos segundos más tarde.

-¿Alguna vez fuiste a la cárcel?

-Me detuvieron varias veces pero no me condenaron nunca.

-¿Cómo es que lograste eso?

-Tuve la suerte de que todos lo policías que me tocaron no eran muy firmes a su profesión.-sonrió.

La carretera para salir de Tijuana se encontraba frente nuestro y oficiales hacían frenar a los autos y les mostraban una foto, tal vez preguntándoles si habían visto a alguien. Debían de estar buscando a un criminal o algo así.

-¿Pararás?-pregunté.

-Debemos comportarnos como personas normales ahora.

-¿Y qué, no lo somos?

-Sabes a lo que me refiero.

Nos acercamos a los policías y Bart frenó.

-¿Se le ofrece algo oficial?

-Sí, yo....-el policía dejó de hablar y me observó detenidamente, tal vez era algo muy raro que la gente estuviera llena de barro o sabía que era un asesino atropellacuerpos.

-¿Hola?- Bart pasó una mano por la cara del policía haciéndole salir del trance.

-Bajen del auto. Ahora.-ordenó.

-Sí, claro.

Bart pisó el acelerador y dejamos atrás a los policías.
En unos segundos estuvimos en una persecución. Un patrullero nos venía pisando los talones y por un altoparlante gritaban "¡Frene ahora, maldito delincuente!"

-Ni loco haré eso.-mascullaba el gordito.

-Oye, Para. No arreglaremos nada si nos escapamos de ellos.

-No lo haré.

-¡Hazlo ahora!

-¡No!-Corrió la vista hacia mí y luego a la carretera.

-¡Bartolomé para ahora!

Un patrullero se cruzó en la calle perpendicular a la nuestra y nos cortó el paso. Bart pisó los frenos y estuvimos a pocos centímetros de estrellarnos con el auto de policía.

-¿Feliz?

Unos oficiales se asomaron por la ventana de nuestro auto y nos abrieron la puerta. Nos sacaron del auto y apoyaron a Bart cabeza abajo sobre el capó poniéndole esposas. A mi me tenían agarrado firmemente de un brazo.

-¿Escapando de la policía?- preguntó uno.- Él delgado es el que buscamos. Abran el baúl.

Al parecer, después de todo, sí me buscaban. Mi corazón latió más rápido y comencé a sudar.
Un policía se acercó al auto y abrió el maletero. Su cara de asombro me llenó de terror.

Enamorada del Sr. O'BrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora