Enamorada del Sr. O'Brien

XLIII

Recuerden que el último capítulo lo modifiqué, pasensé antes de leer este!
Den 💥(es una Estrellita)

—¿Puedes contarnos cómo fue tu día o semana? Bueno, no me interesa si puedes o no, VAS a hacerlo.

Respiré pesadamente. Habían pasado veinte minutos de la odiosa clase y ya deseaba estar a cien kilómetros de esa fastidiosa profesora. Desgraciadamente ese maldito castigo tomaba una maldita y larga hora de mi horario que no podía saltearme ya que Robert (el encargado de asegurarse de que asistiera a esas malditas clases) me esperaba en mi hotel con su cara de BullDog si lo hacía.

Abrí la boca pero la insoportable profesora se me adelantó.

—Y no pienses que Jaime va a hablar en tu lugar.

En el fondo del salón, Jaime bajó la cabeza e hizo puchero. Apuesto que el chico problemático tenía muchas cosas aburridas que decir.
La directora cuarentona de la clase hoy llevaba un saco rosa con una pollera de tubo celeste ajustada que le hacía muy difícil sentarse (apuesto a que si lo hacía, quedaba en ropa interior). Una combinación que hubiera dejado ciega a cualquier chica adolescente.

—Escuchamos que has tenido problemas con Hannah, ¿Tu novia? Y que comenzarás a grabar una película con Britt Robertson, ¿Cierto?

Asentí. Pero por dentro, el odio y la violencia reinaban dentro de mí. ¿Quién se creía para hablar de mí en frente de todos? ¿Qué sentido tenía hablar si las palabras que se decían no eran las ciertas?

—¿Quieres contarnos que pasó con ambas?

—Se acabó.

La profesora se sorprendió al escucharme. De lo que menos quería hablar era de Hannah. Ni yo sabía qué pasaba. Los días pasaban y no podía evitar extrañarla. Había actuado como un idiota y estaba pagando el precio. Pero si ella me quería, ¿Por qué no me perdonaba?

—Tal vez, debas explicarte mejor. 

Negué con la cabeza y escuché los pasos de la directora acercándose. Los tacos resonaban y hacían eco en el salón. En ese momento me percaté de algo. No entendía cómo podía caminar en esos tacos aguja.

—¿Puedo hacerle una pregunta?

Ella me dirigió la mirada y asintió.

—¿Cómo hace semejante ballena para caminar en esos alambres tan finos?

Media hora después, el hielo sobre mi frente me quemaba la cabeza y mi mano se estaba agotando de sostenerlo.

—¿Por qué rayos tuviste que insultarla?—me regañaba Mike.

Él iba sentado del lado del conductor y yo a su derecha, Robert intentaba ponerse cómodo en el asiento trasero del auto mientras me miraba con su cara de BullDog.
Yo sostenía el hielo que la profesora me había dado luego de pegarme con el borrador en la frente. Si no quieres acabar con un volcán morado en la cabeza, no las enfrentes.

—Al menos no tendré que volver a estas estúpidas clases, no creo que quiera verme luego de lo que pasó.—dije.

Una sonrisa se me escapó. No iba a volver. Reí.

—¿Crees que es gracioso? Pudo ser grave, ¿Qué tal si la morsa te daba con el borrador en el ojo? No podrías grabar y yo no ganaría dinero.—se quejó Mike.