Capítulo 42

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Guardo mis zapatos en la maleta junto con algunas blusas que ya he metido. Guardar todo me mantiene consciente de que es mi último día aquí, ultimas horas. Conocí muchos lugares bonitos, no me siento tan culpable porque a pesar de todo, si conocí los lugares que me interesaban y me dijeron mis papás que fuera. Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos.

—Anne, sé que no quieres verme, pero Caleb...

Sin dejar a Derek terminar la frase, me levanto de prisa y abro la puerta dejando incompleto lo que decía. Está plantado en mi puerta, con un hermoso girasol en las manos, como la que me dio en el parque. Me debilita verlo, se ve tan atractivo con su playera blanca que hace transparentar su abdomen marcado. Me distrae de mis sentimientos. Desaparecen cuando vuelvo a sentir lo mismo que cada vez que lo veía antes de que me lastimará. El girasol lo hace perfecto. Esa flor se ha vuelto mi favorita. Al reaccionar de mis pensamientos, me siento vulnerable por caer a él con tan solo verlo, recuerdo lo mucho que me duele y todos los sentimientos regresan junto con el dolor. Él controla mis sentimientos y lo odio por eso, me siento incapaz de poder controlarlos yo misma ante él.

No debí de haberle abierto tan rápido, ni siquiera abrirle hubiera hecho.

—Hola—me dice con una sonrisa y me extiende el girasol.

—Hola. Gracias— la recibo y trato de no sonreír, pero fallo.

Abro más la puerta para que pase. Dejo la flor en mi mesa y me siento de nuevo en el piso para continuar doblando mis blusas y metiéndolas. Derek se sienta en mi cama.

—Me dijo Caleb que te vas a ir—Decide decirme.

—Mañana.

—¿Por qué? — pregunta.

—Porque es lo mejor— No voy a aguantar esta conversación sin que una lágrima se escape de mis ojos.

—No lo es, y menos si es mi culpa.

—¿De quién más si no es tuya? —digo sin gracia.

—No quiero que te vayas. No sabes cuánto lo lamento, si te vas... me sentiré peor. Sé que tienes poco tiempo aquí, pero desde que llegaste me siento diferente, me siento mejor. Lo arruiné, lo sé. Pero por favor, no te vayas.

—Voy a irme.

—Caleb me dijo que no te deje ir, que no deje a una persona que toca más mi alma que mi cuerpo. Y no lo haré, no lo permitiré.

No le contesto. Continuo haciendo mi maleta y no dice ni una palabra, se queda sentado viéndome.

—Terminé mi maleta. Voy a bañarme— le digo.

—Está bien— dice mientras se levanta de mi cama caminando hacia mí.

Se queda parado frente a mí con su cara demasiada cerca a la mía. Lo observo y coloca su mano en mi brazo con suavidad deslizándola hacia abajo hasta llegar a mi mano, me pierdo en su tacto. Coge mi mano y entrelaza sus dedos en los míos.

—Nuestras manos siempre encajarán perfecto— me dice en un susurro, suelta mi mano, y sale del cuarto.

Me recargo de espaldas en la puerta y pienso en lo confuso que acaba de ser lo anterior.

Aún así, no me arrepientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora