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-Damian -rozó la palma de su mano en mi mentón -¿Puedo robarte un beso?

-Luca deja de decir cosas así -bajé su mano delicadamente de mi mentón -estamos en un lugar público.

-Es sólo un parque -puso su mano en mi hombro sonriendo.

-Es un parque con niños por todas partes.

-Pero yo quiero un beso -hizo puchero con los labios imitando a un niño cuando no obtiene lo que quiere.

-Deja las rabietas para otro momento Luca -sonreí ruborizado.

-¿Para cuándo? -puso su otra mano en mi otro hombro -¿para cuándo estemos solos en tu habitación?

-Basta Luca -reí y le robé un abrazo.

-Un abrazo cuando merezco un beso.

-Mereces un beso y mucho más -aseguré la hora observando el reloj -se nos hace tarde para el colegio -acomodé la corbata de Luca que se encontraba algo chueca -tenemos diez minutos antes de que sean las ocho.

-Ocho y nunca habrá tiempo para nosotros.

-Si tenemos tiempos juntos y lo sabes.

-Pero quiero más, te quiero las veintitrés horas del día conmigo.

-¿Veintitrés?

-Claro, después me aburro -rio.

Agarré mi bolso, me levanté del columpio de madera en el que estaba sentado y corrí enojado a través del parque esquivando palomas y niños que corrían como cometas en el aire.

-Damian espera -sostuvo mi brazo con fuerza. Luca pertenecía al club de atletismo y era más rápido que yo. Corrí porque sabía que me alcanzaría -sólo necesito veintitrés horas contigo porque de ser veinticuatro viviría sólo por ti.

-Déjame Luca -insistí.

-No lo haré, te necesito conmigo las veinticuatro horas del día pero no quiero depender de ti, ni que tú dependas mucho de mí.

-¿Por qué? -giré mi cuerpo y choqué con su fornido ser.

-Porque no es sano amor -esa palabra la usaba cuando algo le dolía, cuando estaba a punto de decir una realidad -algún día uno no va a poder estar para el otro y cuando eso pase no quiero lastimarte. Damian, yo te amo -me agarró en sus brazos y me abrazó estrujándome de manera tierna.

Miré sus ojos y vi su sinceridad cargada de tristeza, amar al enemigo, amor a un enemigo, es así como lo ven todos. El romance entre hombres es pecado y muchos lo saben, nosotros lo sabemos, pero nos da igual. Amo a mi enemigo porque en mi enemigo confío. Cerré mis ojos y lo besé. Frente a los ojos de todos, pero ciegos ante los nuestros.

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Al abrir los ojos, las nubes del cielo se materializaban a través del vidrio, las alas del avión las partía y de manera inmediata se formaban nuevas nubes, cuerpos gaseosos, compuestas de agua de todas partes, se descomponen y se componen, así, rotativamente, en ciclo. Muchas de las cosas que se descomponen nunca más se vuelven a componer y un corazón descompuesto, que a dejado de latir, es muy difícil reanimarlo. Así me siento cada que cierro mis ojos, esas imágenes llamadas recuerdos libran lágrimas en mi alma y pronto quieren cobrar su visita al mundo exterior. A veces un sueño duele más que la realidad.

-Señor, el avión aterrizará en quince minutos, le agradecería se abrochara el cinturón -dijo la azafata. Una chica de cabello negro hasta los hombros, pechos exuberantes y una vestimenta muy provocativa.

-Gracias señorita -ajusté el cinturón y regresé la mirada a la ventana.

Crusia está a quince minutos de mi punto actual, la beca para estudiar será cobrada al día siguiente, me siento aterrado, me siento nervioso, me siento triste de cierto modo.

La presión en mi pecho se hizo más fuerte, la conjetura de un país extranjero marcaba la diferencia en mi respiración, la lengua colectiva es un punto a mi favor, pero en cuestiones de costumbres, horarios y manías son realmente polares a las mías.
Estoy perdido en un mapa de papel que vacila entre ser cerrado y abierto a cada rato. Se supone que Luca me ayudaría con esto, su sentido de orientación es como una brújula en medio del mar, preciso pero no exacto.

-Tampoco eres de aquí -una electricidad en el ambiente interrumpió la reacción de mis pensamientos en confusión -yo vengo de Zaláh, me llamo Christopher -extendió su mano a la altura del pecho y esperó en respuesta un saludo.

-Damian, yo vengo de Yüte -le correspondí el saludo -y estás en lo correcto, estoy perdido.

Christopher sonrió entre cerrando los ojos, sus pómulos blancos se ruborizaron y su cabellera negra hasta la frente se onduló al balance del viento que concurría entre nosotros, sus ojos azules habían lagrimeado producto de la risa. Llevaba en su mano derecha un maletín Attache de color mostaza y cubriendo su cuerpo un abrigo tres cuartos de color gris.

-Es la primera vez que vengo, también estoy perdido -dijo acomodándose el cabello -¿podemos perdernos juntos?

Reí -es mejor perderse acompañado que sólo -sobé mis manos tratando de propiciarles calor -¿verdad?

-Sí-se agachó y rebuscó algo en su maletín para sacar un par de guantes -toma, para el frío -me los entregó.

-No debería -se los devolví -soy un total desconocido.

-Un desconocido perdido como yo, y como estás extraviado dudo mucho que dures tanto como yo. No te preocupes, tómalos.

Los recibí y cuando me los puse noté que sus dedos eran mucho más largos que los míos.

-Gracias.

-¿Y ahora qué? -preguntó -¿dónde te diriges?

Miré el mapa nuevamente y atisbé el gran círculo rojo que Luca había dibujado dos meses atrás en el centro del mapa -Av. Gorgeous Briggs y la novena.

-¿Hostal Noelia? ¿Vas a la Universidad de las Artes?

-Sí -respondí confundido.

-Yo también. Que pequeño el mundo -volvió a sonreír -entonces ya no somos ni seremos más desconocidos -volvió a estirar la mano a la altura del pecho -seremos amigos.

Lo dudé al principio, pero su mirada me decía <confía en mi> y así lo hice.

-Sí, seremos amigos.


☆voten por favor☆


Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora