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La incertidumbre de los pocos segundos. Esa pequeña convergencia en esa línea de tiempo que reclama el silencio entre la pregunta y la respuesta. Las palabras se suspenden en el aire, como si la gravedad no fuera parte de su conjetura.

-No es lo que tú crees –se precintaban las palabras. Una parte de mí esperaba escuchar aquello. Me había preparado para la frase, pero no había preparado la respuesta.

Me levanté, me abrí paso entre él y yo y traté de escapar por el ascensor. Me agarró del brazo y me llevó hasta donde estaba.

-¿Qué sucede? –dijo el joven saliendo del ascensor.

-Nada –dije. Me zafé de la mano de Graham.

-Él es mi novio –dijo Graham –corrección, mi futuro esposo.

Otra frase que se quedó suspendida en el aire. Un cimiento de incertidumbres sin respuesta. Me voltee a ver a Graham, un poco confundido por la situación. ¿De verdad no era lo que creía?

-Espera... -dijo el joven alejándose, acercándose a la escalera de incendios -¿eres gay?

-Sí –dijo Graham sujetándome la mano – ¿tienes algún problema con ello?

-Sí.

-¿Cuál?

-Olvídate que tienes baterista.

-No necesito gente mediocre en mi vida.

El tipo bajó las escaleras sentenciando palabras que llegaban borrosas a mis oídos.

-¿Quién es ese?

-No es nadie ahora.

Miré a Graham. ¿Podía confiar en él? ¿Por qué no hacerlo? Cierto es que existe aún un grado de desconfianza donde no debería haberlo. ¿Por qué? Podía amar a alguien equivoco ¿y si no lo es? ¿Cómo saberlo? ¿Amándolo? ¿Dejando que me siga amando?

Salimos a caminar, sin tomarnos de las manos pero nuestros dedos se tropezaban de vez en cuando solo para sentir al otro del otro lado, pocas veces nuestras miradas coincidían, él tenía su mirada en mí, la mayoría del tiempo, pero yo, yo observaba mis pisadas en el riachuelo pavimentado, uno detrás de otro, uno delante del otro, de pronto, al pestañear mis ojos por un periodo de tres segundos, se me vino la imagen de Luca a la cabeza y algo que él solía decir cuando caminábamos uno a lado del otro: "Créeme cuando te digo que ni uno de nosotros camina hacia adelante con dudas en la cabeza, puede que nuestros pies nos digan eso, nos engañen con lo que vemos, pero nuestro subconsciente sabe que no lo es (...) si no despejamos esas preguntas es como si nuestros pies caminaran siempre hacia el sur, pero la superficie que "caminamos" vaya a sentido contrario, hacia el norte, y son los que tienen esa nube de preguntas en la cabeza lo que se quedan estáticos en un lugar o se dejan llevar por el camino opuesto y van caminando hacia adelante pero dando pequeños pasos hacia atrás...por eso querido amigo (me dijo así un tiempo, cuando se dispuso a filosofar sobre todo, hasta del viento en el drenaje) si tienes una duda en la cabeza trata de despejarla lo más pronto posible, porque si no, todos los pasos que des serán en vano.

Nuestras sombras se proyectaban en el pavimento, la sombra de Graham era mucho más alta que la mía, se veía tan inalcanzable, tan alto, con expectativas y grandes sueños, y a un lado estaba yo, una sombra no particular, una sombra que se estiraba a cada paso para juntar ambas cabezas, la de Graham y la mía, pero nunca lo alcanzaba, la única manera para que yo lo pudiera alcanzar sería que él se detuviera en su camino, para esperarme, para perder oportunidades como la hace unos minutos, una piedra en el camino, una pared donde se proyectaría mal su sombra...

-No te esperaba hoy –dijo Graham tres pasos delante de mí.

-Yo tampoco me esperaba hoy –dije.

-¿A qué te refieres?

No sabía que responder, miré a Graham y le sonreí muy hipócrita –nada- dije –no sé a qué me refiero. Tal vez esté cansado.

-Es un viaje largo –dijo Graham escondiendo la inseguridad que tenia de mis palabras -¿quieres regresar a descansar?

Una parte de mí me sugería que lo haga, estaba cansado, me sentía cansado pero no en lo físico o en lo que respecte al subconsciente, estaba cansado en lo emocional.

...cuando nos detuvimos, nuestras sombras estaban ahí, inalcanzable la una de la otra, bien podría explicarle mi teoría de las sombras pero tendría muchas trabas en mis propias palabras, me confundiría yo y lo confundiría a él...

-Sí –dije. Quería regresar... ¿pero dónde?

Dimos en reversa nuestros pasos, regresando por donde vinimos, pisando las mismas pisadas que habíamos pisado, esperaba sentirlas igual, sentir esas pisadas como las sentía cuando nos alejábamos del hotel. Al principio sentía que me iba alejando de algo que presionaba mi pecho, algo que atraía mis costillas hasta mi corazón clavando cada una de sus puntas en éste, así lo sentía hasta que las dudas vinieron a mí. Ahora, a medida que me acercaba al hotel, mis costillas se juntaban nuevamente hasta mi corazón y se clavaban uno por uno. Sentía nervios por cosas que podría hacer, cosas que no debo hacer y cosas que no puedo hacer.

Entramos a la habitación, me dirigí al baño ignorando todo lo demás, las cortinas blancas, las paredes naranjas y las maletas en el suelo, el toque te Graham y al mismo Graham. Me encerré y me vi en el espejo, pero no era el yo de ahora, era el yo de hace dos años. Estaba asustado al verme así, esa cara de ingenuo, de ojos que no se escondían sobre dos mares de ojeras, el cabello revuelto pero lleno de color y esa sonrisa que no podía dejar de tenerla; me saqué la camisa para ver si mi cuerpo también había cambiado y sí lo hizo, los músculos que había ganado en estos dos años se había suprimido y nuevamente tenía esos brazos de fideos chinos (blancos, pálidos y lánguidos), vi mi tatuaje del planeta que me identificaba, lo toqué, me dolía. Había recreado el día que me hice el tatuaje junto a Luca, ese momento en el me sentía completo, alegre por el simple hecho de respirar... los golpes de la puerta del baño me despertaron del espectro que me había encerrado en el baño, volví a ser el yo de ahora, con cara de "no te fíes de nadie", esos orificios que los anatómicos denominan ojos, el cabello perfectamente recortado y peinado y mi sonrisa...no sonreía.

-¿Te sientes bien? –preguntó Graham.

-No –respondí –salí del baño poniéndome de vuelta la camisa –tenemos que hablar –le dije.

Cada uno de los dos se ubicó en dos sillones distintos, uno frente al otro. Buscaba las palabras para decir que lo que no sabía cómo decir, si pudiera hablar una lengua que nadie entienda, lo haría en este preciso momento, pero no es así, fui a vivir a la isla con la lengua colectiva, donde conocí a Christopher y a Graham. Me dispuse a hablar, a decir lo primero que se me viniera a la mente. Las palabras incorrectas.

-No te amo como debería –dije. Graham me miró confundido, la sonrisa nerviosa que hace poco tenía se había revuelto en una mueca que no puedo comprender –y yo...no...yo...lo sien...

-Sé lo que quieres decir –dijo Graham –ya lo sabía –tapó su rostro con las manos –lo sabía pero no lograba revivir la aceptación en mi cabeza.

-Lo siento –dije.

-Nunca me viste como lo viste a él –se levantó, se acercó a mí y me beso por diez segundos –nunca me besaste como lo besaste a él –me besó la frente –nunca fui él –dio pasos en retroceso –descansa por hoy. Mañana en la mañana no quiero verte aquí. Quiero que te marches y no lo digo porque te odie, no, lo digo porque no quiero que estés aquí cuando sienta que quiera romper las cosas –agarró una chaqueta y se acercó a la puerta de entrada –no quiero verte cuando regrese –dijo antes de cerrar la puerta.

Lloré no lo negaré.

-Lo siento –dije en vano –lo siento.


Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora