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Eran las tres de la tarde y los ventanales del balcón tenían una ligera vestimenta de nieve sobre la finestra, pequeñas gotas de nieve se habían encargado de llenar todo de un blanco tétrico. La calefacción no abastecía y en mi habitación estábamos Rocco, Christopher y yo sentados frente a una lámpara de escritorio recibiendo el calor de ésta.

-No aguanto el frío -dijo Rocco restregando sus manos -ya dejé de sentir mis dedos.

-No seas exagerado -dijo Christopher calentando sus manos con su aliento.

-No estoy siendo exagerado, de verdad hace frío.

-Ni tanto -dije.

-Por supuesto que tú no vas a tener frío si estás metido bajo todas las colchas como un gusano, es injusto, devuélveme la mía -dijo Rocco jalando mi capa superior de calor.

-Déjame -no pude contra él y Christopher, ambos me habían quitado las colchas y ahora yo me encontraba calentando mis manos con el foco de la lámpara.

-Alguien debería ir a hablar con Franz -dijo Rocco.

-Sí, debe ser alguien que sea amigo de él -dijo Christopher.

-Sí -dije yo. Ya sabía que hablaban de mí, de los tres era él que más hablaba con Franz.

Bajé las escaleras hasta la planta baja donde estaba Franz sentado en uno de los muebles de cuero, totalmente forrado con abrigos y bufandas.

-Franz, buenas tardes, una pregunta.

-Pregunta con confianza.

-¿Hace frío verdad?

-Para nada -metió sus manos en los bolsillos -yo no siento frío.

-Por supuesto -entró una corriente de viento por una ventana que estaba medio abierta. Yo temblé del frío.

-Ponte ésta -Franz se había sacado el primero de sus abrigos y me lo ofreció -yo tengo una más calentita bajo el mostrador.

-Gracias -me la puse -¿y la calefacción?

-El frío la enfrió -rio -los técnicos ya vienen pero por la nevada es muy seguro que se retrasen un poco.

-Está bien, realmente hace frío.

-Más que cualquier otro día. Imagínate afuera, aquí al menos tienes calor de hogar -hizo un ademán con sus dedos simulando las comillas.

-No quisiera imaginármelo.

-Damian, ya que te presté mi abrigo, quería saber si me podrías hacer un favor.

-No voy a salir -dije exaltado.

-No, no tienes que salir.

-¿Entonces?

-Tienes que bajar.

-¿Bajar? ¿Dónde?

-Sótano, niño, tenemos sótano. Es sólo que hace demasiado frío abajo y mis huesos ya me matan -intentó imitar a un anciano adolorido.

-Apenas tienes cuarenta a lo mucho.

-¡Mis huesos! -alzó la voz.

-Está bien, está bien. ¿Qué tengo que ir a hacer abajo?

-Está mi sobrino, dile que suba que los de mantenimiento ya vienen.

-¿Dónde queda el sótano?

-Bajo las escaleras está la puerta. Gracias Damian, a ésta edad ya no me puedo mover mucho.

-Si claro, me quedo con el abrigo.

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora