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Sentía la mirada de Christopher sobre mí, esa sensación de que te observan, él me estaba mirando mientras yo dormía.

-Ya era hora de que despertaras -sonrió.

-¿Estás mejor ahora?

-Desde que te vi en el bar lo estuve.

Christopher estaba acostado con su cabeza sobre mi pecho.

-Deja eso.

-¿Qué cosa?

-Todo esto de aparecer, enamorarme, desaparecer para luego pedir a gritos ser encontrado.

-No sé Damian, no sé qué me sucede, todo me tiene tan confundido.

-Es normal estar confundido -puse mi mano en su cabeza.

-Lo sé, pero la confusión comienza en mí.

-¿Qué clase de confusión?

-En quien soy, en lo que soy.

-No hay problema en quien eres.

-Si lo hay cuando quien soy no es quien quiero ser, no quiero ser quien soy.

-¿Y cuál es el problema con quien eres según tú?

-Que soy gay -la palabra, en el aire se desfragmentó en miles de partículas de polvo que paseaban frente a mis ojos. Christopher se dio la vuelta, en dirección a la pared -quiero esconderme de quien soy, no quiero ser como soy -al ver su espalda pude ver como temblaba.

-No tienes que esconderte de quien eres, sería insoportable vivir huyendo de tus propios ojos, no es bueno tratar de fingir algo que no eres, todos somos distintos pero sentimos dolor cuando algo nos hiere y si eso que nos hiere somos nosotros mismos...es doloroso pero... tenemos que aprender a vivir con ese dolor.

-No es lo que quiero, no quiero ser juzgado, no quiero seguir sintiendo algo por ti, no quiero ser gay, no lo quiero -mi mano titubeaba entre tocar la espalda de él o no, a centímetros de su espalda me detuve -no quiero seguir amándote, eso está mal.

Mis dedos comenzaron a hormiguear, mis brazos a dormirse, mi respiración a agitarse al punto de no poder respirar y mis ojos a lagrimear. Quería gritar, quería golpear almohadas, quería llorar, decirle que era un estúpido, que solo estaba pensando en él, que considere mis sentimientos, que al menos me considere a mí, quería decirle que íbamos a estar bien, decirle que el amarme no estaba mal porque yo podía hacer lo mismo por él, pero no fue eso lo que le dije.

-No tienes por qué seguir sintiéndote así, no tienes por qué seguir amándome, yo entiendo -estaba poniendo a Christopher sobre mí, el bienestar de él sobre el mío -yo estaré bien -comencé a levantarme de la cama, mi voz se quebraba pero a cada respiro tomaba confianza falsa. No dijo nada después, solo se abrazó y siguió mirando la pared. Yo lo estaba mirando, incoherente hacia muchas cosas, me siento perdido, perdido en él, perdido por él, perdido con él, perdido en mí.

Caminé a la puerta, desmoronándome emocionalmente, ya lo venía venir, y de cierto modo ya me estaba dando por vencido, pero no sabía que doliera tanto, me duele tanto pensar que no soy quien él quiere, me duele saber que no seré lo que él quiere porque él era quien yo quería, lo que yo quería, en su momento.

-No quiero perderte -dijo antes de que yo saliera por la puerta -no quiero perderte, no quiero que te marches.

-No me perderás siempre y cuando tú no quieras -saqué la mitad de mi cuerpo -necesito marcharme ahora, es necesario -cerré la puerta detrás de mí. No me importaba lo que Christopher tenía que decirme ahora, lo que no quería escuchar ya lo escuche, eso que él necesitaba decir, me volvió a partir el corazón.
Recosté mi espalda en la puerta del dormitorio de Christopher, me dolía el pecho, me quemaba como si una fábrica de carbón estuviese calcificando todo dentro, es inevitable mirar para arriba y que las lágrimas caigan, es inevitable en muchos sentidos sentirse como basura, como si no fuera capaz de seguir siendo amado por alguien, esa sensación de sentirse que no eres suficiente; no fui suficiente para Luca, tampoco lo soy para Christopher. Pensé que se podría caminar a contracorriente si iba de la mano con alguien, pensé mal.

Fui a mi dormitorio, al balcón de mi dormitorio y miré para abajo, una caída de ésta altura no sería suficiente para quitarme el último suspiro, pensaba en la muerte no por la desdicha o el sufrimiento o el desamor. Pensaba en la muerte porque ya hacía mucho tiempo que no pensaba en ese traicionero ser que sedujo a Luca antes que a mí, la noche estaba fría, taciturna, con estrellas arriba y una luna que me miraba, le sonreí a la luna y regresé a mi dormitorio a sentarme en mi escritorio a escribir. Escribir un poema al dolor, a la oscuridad, al amor y a su traición.

-La muerte de las luciérnagas-

Abre las cortinas en la noche
Cuando la oscuridad se apodera de la ciudad
Y las almas perdidas rondan por las calles
En busca de corazones heridos.

Porque las luciérnagas han muerto
Enamoradas del sol,
Las estrellas decidieron caer
Para creer en el amor
Mientras la luna es
Corona del universo.

Abre las cortinas pues es noche de lunáticos
Y las almas perdidas te encontrarán
Sólo si tienes el corazón herido,
Corre las cortinas
Para acariciar tu silueta en la penumbra de la habitación,
No dejemos a nadie pasar,
Mucho menos a la luz del sol.

Porque las luciérnagas han muerto
Enamoradas del sol,
Las estrellas decidieron caer
Para creer en el amor
Mientras la luna es
Corona del universo.

Entrego el alma desnuda
Bajo aquella profunda mirada que me concedes.
Besas mi sombra como si quisieras hacer el amor con mi alma.
Yo sólo corro las cortinas
Mientras anclo mis manos en tu piel.

-Una estrella enamorada-

Mis sentimientos no me funcionan
Y compiten con la conciencia que me falla,
Duele bajarse de las nubes
Tocar el suelo con la planta de los pies
Esperando los vidrios corto punzantes.

Pero tu gravedad detiene mi caída
Calma mis latidos
Y los acelera al mismo tiempo
Tu tacto imprime en mí el estado de obscenidad y calma.

Legislando las noches sin tu compañía
Tu sombra habita con la mía
El aroma de tus noches
Y lo descontrolado que me deja tu sonrisa
Son los culpables de tus escrúpulos en mí.

Un lápiz dibuja nuestro destino
Puedo que se borre fácil
No será permanente
Pero en mí siempre quedará el rastro de lo atentado que sentí nuestro amor.



-Damian, tienes correspondencia -dijo Graham del otro lado de la puerta. Fui a abrir la puerta dejando mi cuaderno abierto.

-¿De dónde? -pregunté.

-De Yüte -me entregó las cartas, eran demasiadas, amarradas por un cordón de zapato que reconocí inmediatamente, era el cordón de lunares favorito de Luca, eran cartas de él -¿Estás bien Damian? -preguntó Graham.

-Sí, lo estoy -agarré las cartas con ambas manos. Cartas de Luca -pasa -invité a pasar a Graham y cerré la puerta detrás de él. Solté el cordón y conté las cartas, diez, en la última había un bulto, diez cartas enumeradas en números romanos.

-Demoraron en llegar por la tormenta. ¿Leerás una?

-Tengo miedo -acepté. Estaba consternado por lo de Christopher y ahora esto.

-Yo estoy aquí -dijo Graham sentándose en la silla del escritorio -tu lee la carta mientras yo leo lo que haz escrito aquí.

Accedí, no quería estar solo cuando, abriera la primera carta y sí, era la letra de él, sólo al ver su letra lloré las lágrimas que estaba aguantando. 

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora