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La cafetera calienta el agua para comenzar la infusión con los granos de café triturados, Graham aún descansaba en su dormitorio, no hemos cruzado palabras serias desde el día en el que lo hicimos. No me arrepiento de haberlo hecho, recuerdo que fui yo quien lo besó en primer lugar, sí, yo incité todo, pero ahora no me siento preparado para seguir con esta pasión. Me da miedo dar más de mi y no recibir nada a cambio, y aunque sé que con Graham voy a tener retroalimentación por parte de él, ya que. Si lo miro, recibo a cambio su mirada tierna, si le hablo, recibo a cambio una delicada respuesta. Si lo toco, recibo a cambio un abrazo de sus dedos. Estoy enamorado de él , pero tal vez, no estoy enamorado de lo que podemos tener. Todavía no me siento listo para socializar con mis sentimientos, estos se me están acumulando y sé que van a explotar en cualquier momento, y sé que estoy destinado a sentirme mal y a hacer sentir mal a terceras personas. Los días recorriendo las calles de mi ciudad que me vio crecer se mueven lento y de prospecto tortuoso, no sé porque todavía lo siento doloroso, mi alma se siente en calma, mis pisadas se sitúan sobre el pavimento bajo una sombra de sosiego a lo que veo, pero, a pesar de sentir la figura de la calma siento aun esa presión sin nombre. Hay algo que tengo que hacer, todavía hay algo que estoy evitando hacer, algo que no quiero hacer.

-Buenos días Damian –dijo Graham acercándose a la cafetera.

-No te escuché salir de dormitorio –dije impresionado.

-Últimamente estas perdido en el espacio, o en el tiempo, o en tus palabras, tus pensamientos –dio un sorbo del café cargado, sin diluir y sin azúcar.

-No es mi intención –le pedí una taza de café y que me alcanzara una rodaja de pan.

-Yo sé que no, pero...deberías ordenar tus ideas, estar aquí, no en esos mundos dentro de tu cabeza –arrastró una silla frente a mí y se sentó –quédate aquí conmigo, vinimos a disfrutar también, y me has estado ayudando con todo, con mi música, con la letra y el ritmo. De cierto modo me inspiras.

-Deja de decir eso, yo no creo ni inspirar a una cucaracha a volar.

-Tú deja de decir eso.

-Ya, déjalo –miré a otro lado.

-No Damian, siento que te estoy perdiendo y no me gusta hablar con un ser muerto.

-¿Estás diciendo que estoy muriendo?

-Pareces muerto, tal vez vivo en tus pensamientos, pero aquí, eres solo un cuerpo que respira, come y habla por inercia.

-Entonces quieres que me vaya –me levanté de la silla y me dirigía a la salida del comedor. Graham sujetó mi brazo y me jaló hacia él, caí en su rodilla y me abrazó.

-Quédate. No quiero que te vayas. Quédate –me abrazó mas fuerte –quiero que me digas en que puedo ayudarte, quiero ayudarte, no me gusta verte caduco.

-Graham suéltame –forcejee.

-No.

Nos quedamos sentados ahí, yo estaba enojado, pero no con él, me gusta que me tenga abrazado, que no me deje ir. Estoy enojado conmigo.

-¿Porqué no me dejas ir?

-Porque te amo Damian.

-Deja de decir eso.

-Tú deja de decirme que es lo que puedo hacer y qué es lo que no. Yo te amo, eso lo sabes desde hace tiempo, y yo sé que lo que sientes por mi tal vez no sea amor como el mío pero sí sé que sientes algo fuerte, como te digo, tal vez no sea amor pero es algo más. Es ese el motivo por el cual todavía no me has golpeado.

-Ni yo sé que es lo que pienso de mí. Pensé que venir contigo me ayudaría, pero ahora me siento confundido de manera distinta. Hay otra cosa que me atormenta.

-¿Qué es?

-No te voy a decir-

¿Por qué?

-Porque no quiero ir.

-¿Ir donde?

-Donde ellos.

-¿Quiénes?

-Los padres de Luca, mis padres. No quiero verlos.

-¿Por qué?

-No lo sé.

-Entonces averigüémoslo.

-Me da miedo.

-¿El qué?

-Lo que llegue a pasar.

-¿Qué es lo peor que podría pasar?

-No lo sé.

-¿Entonces? –Graham me soltó y susurró en mi oído –veamos qué pasa, no dejes que el miedo hable por ti; eso ya lo discutimos; y si algo malo llegase a pasar, yo te voy a defender.

-No podrías.

-Si no puedo, moriré intentándolo.

Sinceramente, era algo tierno lo que acababa de escuchar, era algo que quería que me digan, pero no pude aguantar la risa y reí.

-No estoy seguro –dije recobrándome de la risa.

-Vamos, estoy seguro que eso te ayudará. Y si yo puedo ayudarte, no dudaría en hacerlo.

Comencé a refugiarme nuevamente en la incertidumbre, hacer lo correcto para perder el miedo, no simplemente luchar implica que alguien va a perder. Desayunamos, nos alistamos y mientras Graham hablaba con Kimberlly excusándose por no poder ir hoy yo preparaba un discurso mental. Primero iríamos a mi casa, a visitar a aquellos que ya no me necesitaban en su vida a causa de la vergüenza, de la deshonra. Tenía pensado decirles que estaba bien en la universidad, que la beca si me alcanza a comer y darme unos pequeños lujos; armaba el discurso pero se me borraba, estaba nervioso y los nervios me hacen olvidar las cosas. Agarré un lápiz y una hoja, <<tal vez si lo escribo no se me olvidaría>>, pensé pero en el momento en el que la punta de carbón del lápiz tocara la hoja en blanco, mi mente quedó más blanca quela misma hoja, tenía la idea, pero no las palabras, como si lo que quisiera decir se transmite en otro idioma.

-Te estás presionando demasiado Damian –dijo Graham colgando el teléfono –no lo pienses, deja que fluya. No lo escribas, deja que las palabras hablen por ti.

-No me cansaré de decirte que muchas de las veces tu sabiduría me sorprende.

-Es que soy muy sabio.

-Un sabio tonto.

Llegamos a mi casa, la misma estructura de ladrillos de color naranja, toqué la puerta como usualmente lo hacía hace meses, cuatro toques cortos y dos largos. Mi papá salió a recibirme. Me miró, me abrazó y me invitó a pasar llevandome con su mano en mi espalda hacia donde estaba mi mamá. Al verme, ella agachó la mirada y se mostró antipática ante mi prescencia.

-¿Qué haces aquí? Gay.

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora