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En las noches, cuando veo mi reflejo en la ventana de mi dormitorio, hay veces en las que no me reconozco, no por el hecho de que he cambiado o algo por el estilo, no me reconozco porque soy el mismo que ayer, y el día anterior. Las personas viven en un contante cambio, ya sea por cuestiones de salud, accidentes, cirugías o las mismas experiencias, siempre hay un cambio por muy minúsculo que parezca, pero conmigo no, no veo cambios, la misma apagada persona. El humo de la taza de café empañaba mi reflejo, haciéndome ver más borroso aún.

-¿Estás bien? –preguntó Rocco.

-Sí –dije sin despegar mi vista de mi borroso reflejo.

-¿Quieres venir con nosotros al cine?

-¿Contigo y Alicia?

-Sí.

-No creo –bebí un sorbo de café.

-Vamos Damian – se acercó y me miró de frente. Besó mi frente –sin ti las cosas no son igual. Nos hace falta tu chispa poco carismática. Extrañamos a nuestro amigo.

-¿Quiénes?

-Alicia y yo te extrañamos a diario –me abrazó –no te consumas en tu propio humo –me abrazó de nuevo –además tenemos que hablar de algo.

Una corriente fría recorrió mi cuerpo, sentí como mis poros se habían abierto. Me estaba tensando.

Accedí a pasar la noche con mis amigos, pedí tregua para con mi reflejo borroso. Posé la taza caliente en el marco de la ventana, la dejé para que entregara su calor a la fría noche, para que muriera en la noche. Para que muriera por mí.

Yo caminaba enterrado en mis pensamientos, mirando o buscando las respuestas de nada en el suelo; Rocco caminaba con Alicia delante de mí, ambos sujetando sus manos, expresando lo enamorados que estaban, caminaban, se veían y se robaban besos fugaces, besos imperceptibles que no se dan con la boca, se dan con la mirada. Ellos se amaban. Seguí caminando, sin decir palabra alguna, durante la primera media hora sentía la mirada de Rocco sobre mí, seguida por la mirada de Alicia, yo caminaba por inercia el camino que trazaban los dos delante de mí. El camino adoquinado, la vereda gris, y las pisadas de las personas, se sumaba todo a mis pensamientos, pero, ¿qué pensaba exactamente?

-¿Quieres un helado de chocolate? –me preguntó Alicia. Asentí sin siquiera mirarla.

-Amigo –dijo Rocco –te mentí, no vamos al cine. Te trajimos a la heladería favorita de todo el mundo.

-¿Con todo el mundo te refieres a quienes?

-Todos –dijo a secas. Lo miré, le sonreí –conmigo no tienes que fingir Damian, te conozco por dos años y más, sé cuando mientes, cuando algo te tiene mal, y algo, en este mismo momento te tiene mal –nos sentamos en una de las mesas vacías que se encontraban fuera de la heladería –Graham me lo contó. Me mandó una carta –sujetó mi mano, lo miré –felicitaciones –esbozó una alegre sonrisa, de esas que se pintan a cada lado del rostro, de esas que solo Rocco sabe hacer –estoy realmente feliz por ti, pero ¿Por qué tú no?

-Si lo estoy –dije.

-No parece.

-Pues si lo estoy.

-¿Y por qué no me lo dijiste?

-No estabas conmigo.

-Pero si nos vemos todos los días.

-No encontraba el momento indicado.

-¿Momento indicado? Damian ¿qué sucede contigo? ¿Es por Christopher? –Se me encogió el corazón, se me expandieron los músculos de la cara y se me cerraron los puños. Rocco había atinado. Estoy así por él –Damian, tienes que entender que Christopher no es con quien te vas a casar, tienes a un hombre que recorre el mundo expresándole su amor por ti en sus canciones, él te ama de verdad, desde el primer momento en el que se vieron, te lo recuerdo, Graham era el niño que te molestaba porque le gustabas, ese hombre te ama, ¿Por qué tú no lo amas?

-Si lo amo.

-¿Entonces qué carajos haces aquí? Deberías estar con él en Chicago. Te quedas aquí por alguien a quien no puedes amar por completo, te sientes comprometido con él más que con tu propio prometido, tienes que dejar esos estúpidos pensamientos, espabila, no dejes que tus emociones te traicionen.

-Pero...

-No Damian, no hay peros.

Alicia salió con tres helados de chocolate y sentó a mi lado. Me dio el helado, le agradecí, de manera mecánica.

-No deberías estar aquí con nosotros –dijo Alicia, tienes que estar con quien amas, y tienes que decidir con que Damian quieres quedarte. Con el Damian que ama a Graham o el Damian que ama a Christopher. ¿A quién eliges? No puedes permitirte perder a los dos.

-Yo...

Uno de los amigos de Christopher llegó corriendo hasta nosotros, estaba agitado, jadeando y cortando sus palabras con su propia respiración.

-Damian...Christopher...ven.

-¿Qué pasa con Christopher? –pregunté asustado.

-Está mal, gritando y llorando, estábamos hablando y me contó la situación contigo, de pronto comenzó a tirar las cosas, llamé a un amigo para que lo controlara pero cuando íbamos a verlo se había encerrado en nuestro dormitorio. Ayúdalo –dijo –por favor.

Miré a Rocco quien ya se estaba levantando, me levanté inmediatamente y corrimos hacia los dormitorios de la universidad, corrimos, sentía mis pulmones en llamas, me dolía respirar, corrimos y corrimos, travesamos puertas y corredores hasta llegar a la puerta de la habitación de Christopher, el silencio del lugar se encerraba en un solo sentimiento de miedo.

-¡Christopher! –Grité -¿estás bien?

-¡Aléjate! –se escuchó un golpe en la puerta.

-Christopher soy yo, Damian, déjame entrar, déjame ayudarte.

-Déjame en paz, piérdete, muérete, desaparece.

-No me iré Christopher –Rocco puso su mano en mi hombro, negó con la cabeza. No le hice caso –déjame ayudarte.

-¡Lárgate!

-¡No lo haré! ¡Abre de una vez la maldita puerta! –me encontraba gritándole a alguien que grita. Un par de locos.

El cerrojo sonó y con el sonido se abrió la puerta.

-Entra solo tú –dijo.

Miré a todos, Rocco seguía negando, Alicia sujetaba su mano. Entré, cerré la puerta y puse el seguro.

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora