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La vista del balcón se limitaba a darme un primer plano de la isla donde habito y hoy por acto de masoquismo me asomé para ver a Christopher caminar junto a chica del baile, casi chocando sus manos, buscándola casi como lo hacía conmigo. Después del atentado regreso a mi dormitorio a terminar la tarea, o a adelantar tarea, o a escribir, o a escuchar música en la rocola de Rocco, tal vez la enciendo sólo para escuchar el cambio de ritmo porque no le prestó atención a la letra, puede que algunas me depriman, ése es el poder de algunas canciones, esas se callan, te callan y luego consumen tus sentimientos con su letra.
Sujeto las cartas de Luca, he leído tres, todavía no me atrevo a abrir la cuarta, es hiriente leerlo ahora cuando me necesitaba en ése entonces; las sujeto y las huelo, tienen su aroma, casi imperceptible, pero ahí estaba su aroma, agridulce. Los sobres eran todos distintos, de distintos tipos de hojas y las cartas dentro también eran distintas cada una, hasta con un tipo distinto de letra, la primera contenía una letra serena, mientras que la secunda parecía haber sido escrita con cierto odio al aire y la tercera tenía huellas de lágrimas, temo lo que me voy a encontrar en la cuarta. Un sobre amarillo, sellado con goma, sentí la sensación de abrirlo pero no pude, arrojé las cartas dentro del cajón del escritorio y me metí a la ducha esperando ese juego tonto donde mientras más tiempo pasas bajo el agua de la ducha más pierdes ese sentir de dolor y tristeza. Patético.

Es verdad que todavía a nadie en mi reflejo veo, ese ser con ojeras y cuerpo pálido, imitando a la muerte, es verdad también que sentirse mal no es suficiente para pensar en la muerte, pero mientras más piense en ella más me alejo de la idea de cometer algún acto en contra de mí, es así como funciona para mí, mientras más la desee, menos trataré de sentirla.
Fui a buscar a Graham, pasar la tarde con él, no le he contado lo que sucede con Christopher, me asusta como puede ponerse Graham, él se preocupa por mí. Hablamos mientras comíamos una fruta rara y exótica que Franz había comprado en la mañana en el mercado, una fruta roja con apariencia de araña peluda y con muchas patas.

-¿Cómo dices que se llama? -pregunté a Graham tratando de encontrarle un punto menos desagradable.

-Achotillo -con un cuchillo hizo una incisión en la mitad de la fruta y con ambas manos la abrió simulando un puente. Dentro había algo baboso y de apariencia viscosa.

-Eso parece el huevo de algún monstruo -bromee.

-Cállate Damian -rio -come -sacó el huevo de monstruo y me lo pasó.

-Parece una uva sin cáscara -y efectivamente, tenía el sabor de una.

-La pepa de en medio no sé come, sólo chupas y le sacas el jugo -dijo Graham haciendo cara pervertida y riéndose.

-Entonces la chupo -la chupé -y le sacó el jugo -dije con la fruta dentro de la boca. Graham rio a carcajadas.

-Basta Damian, no me enamores.

Reí por la ocurrencia -calla tonto -reí nuevamente.

El teléfono sonó y Graham contestó con la fruta aún en la boca -buebas tabrdes -después su perfil cómico cambió a serio, sacó la fruta de la boca y me la puso en la mano, yo se la tiré en la cabeza. Afirmó cosas que se escuchaban del otro lado del teléfono pero no entendía que eran -está bien, en una hora nos vemos allá, llevaré a mi agente -silencio -gracias -me miró -¿Me acompañas?

-¿Donde?

-¿Me acompañas?

-¿Pero dónde?

-¿Me acompañas?

-¿Donde?

-¿Me acompañas?

-Ya, ya, ya, está bien.

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora