Carta a Damian #2

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Hoy está distinto el día, comencé a darme cuenta del cambio ayer en la noche, algo en el ambiente tal vez, se siente sofocante, como si tuvieras la necesidad de tomar grandes bocanadas de aire pero simplemente no puedes llenar los pulmones.

Hoy está distinto el día, me estoy dando cuenta del cambio a medida que pasan los segundos, cada segundo es más pesado que el otro, los medicamentos tal vez no tienen el efecto que ellos esperaban y es sofocante no poder complacer a los que me aman, siento esa necesidad de pelear por ellos porque ellos pelean por mí pero por más que lo intento no puedo lograrlo.

Hoy el día estuvo distinto, me di cuenta del cambio un poco tarde, las paredes blancas de donde estoy no tienen salidas para mí, y aunque la ventana se esconde frente a mí no siento la necesidad de salir por esta, quiero un cambio bueno en lo que soy, en como soy y es sofocante saber que no me puedo aceptar como soy si nadie me acepta así.

Hoy el día se atrevió a mostrarse sereno ante una vida agitada, la pesadez de los segundos transformó veinticuatro horas en una serie de números parcialmente interminables, veinticuatro horas, son mil cuatrocientos cuarenta minutos, son ochenta y seis mil cuatrocientos segundos y éste día tuvo ochenta y seis millones cuatrocientos mil milésimas de segundos. Fue así, no los conté, simplemente acabo de hacer el cálculo. No sé de qué hablarte, no quiero advertir en preocupaciones, pero volveré a seguir tu consejo y escribiré lo que tengo en la mente con respecto a lo que siento.

En éste tiempo que he estado lejos de ti, mi perspectiva con el mundo cambió, no sé si hay maneras correctas de cambiar o no, simplemente no son lo mismo, es el principio de una base, mi base que ya no está, los trabajos que hacen en mi me quitan mi humanidad, me siento menos humano, reacio ante emociones como ver a un ave caer y partirse el cuello para retorcerse por quince segundos y finalmente morir, esa clase de cosas, por ello tengo miedo de mostrarme ante ti y no reconocer el reflejo de mí en ti. Hay veces en las que recuerdo al ave, era tonta de seguro, había olvidado como volar o se asfixió con la goma de mascar que le propicie para un almuerzo suicida, sabías que hay un promedio del seis por ciento de que aves mueran asfixiadas por goma de mascar, es una teoría que pude comprobar. Recuerdo al ave y recuerdo su plumaje negro y aquellos ojos saltones que pestañeaban cada minuto, era un cuervo, un cuervo que no decidió morir pero lo hizo; recuerdo al ave y recuerdo lo sencillo que es morir o lo frágiles que somos los seres vivos. ¿Podría yo morir así de fácil?


Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora