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La nieve se sentía tibia, como el beso de una manta cálida sobre mi cuerpo, me había recostado en la tibia nieve observando como todo el tiempo caía en pequeños copos de nieve casi escasos. El sol golpeaba la corona de los árboles raquíticos del parque, así se mostraba el ilegal residuo de invierno en este día sin fecha, en este día sin horas.

Pestañeo para manipular mi vista en la esencia del día, todos los colores se mezclaban con lo gris del mismo día colorido, todos los colores vienen y van, en varias direcciones, sin rumbo fijo viajan y colisionan unas contra otras, chocan contra el pavimento, contra los asientos del parque, los rayos del sol chocaban con mi rostro y me cegaban en pequeños instantes que no duraban nada. El día no contenía el espectro llamado tiempo. Esta vez, mi realidad se siente...ciega.

-Nunca has dejado de ser ese hermoso chico del cual me enamoré muchas lunas atrás -la voz de Luca sonó en mi oído, cerré los ojos y dibuje una sonrisa, esa sonrisa que sólo él me sabe hacer. Abrí los ojos y vieron, profundos, los ojos de él. Sus manos descansaban en la nieve, a los lados de mi cabeza, su frente cerca de mi mentón y viceversa. Nuestros ojos se encontraban una vez más bajo la tundra de lo que en sueños es un cuento con un final feliz.

-Luca, eres tú -puse ambas manos a los lados del rostro -de verdad eres tú.

-¿Quién si no? -besó mi frente. Volvió a mirar mis ojos, su mirada enternecida por el pasar del tiempo, su mirada vacilante de picardía, su mirada que enamora. Yo todavía no lo podía creer, Luca estaba frente a mí, sentía su respiración sublevar mi cabello en pequeños soplidos, él está tan real frente a mí -¿esperabas a alguien más? -él seguía mirándome, esperando una respuesta, tal vez, yo no podía formular ni una sola, ni en mi cabeza, sólo podía decir, su nombre. Sonrió nuevamente, es lo que mejor sabe hacer, muy aparte de besarme, sonreía con sus ojos, mi cabeza no lo logra comprender y yo no lo logro explicar. Simplemente me sentía corrugado por el sentimiento, mis latidos que hace momentos emitían palpitaciones suaves se encontraba ahora en guerra contra mí, las pulsaciones se extendían por todo mi cuerpo, las escuchaba, las sentía en las yemas de mis dedos, en mis labios, en los de él cuando me besó. De pronto, como si un detonante reventara, mis tímpanos perdieron su capacidad de escucha, mi pecho se agitaba salvaje, mi cabeza emitía revoluciones a grandes escalas. Ahí estaban sus labios carnosos, una vez más, juntándose con los míos. Nunca olvidé esa sensación, aquello que se siente después de la concordia, un respiro de disputa entre los míos y los de él, no dejábamos de besarnos, lo hacíamos como esas personas que quieren parar pero no pueden. Se acostó a mi lado, juntando su cabeza contra la mía -te extrañaba, pequeño, te extra bañaba tanto que no aguantaba más tiempo, tenía que venir, verte, tocarte, besarte, tenía que venir y decirte que te amo y que nunca dejaré de hacerlo -giré mi cabeza, para verlo, para observar a ese hermoso extraño que viene junto a esa conmiseración de alternadas consideraciones de desconocer a quien conoces desde toda la vida deseada.

-Luca.

-Dime Damian -giró su cabeza.

-No eres real ¿verdad? -desvió su mirada a la copa de los árboles, los rayos del sol chocaban ahora con su rostro, pequeños fantasmas de luz se tendían sobre él.

-Soy real, pero no en la esta realidad, vengo a ser real aquí solo porque es lo que quieres tú. Me echas de menos y eso me trajo aquí.

-¿Qué eres? -giré mi cuerpo en su dirección.

-Soy lo que tú quieras que sea.

-¿Es esto un sueño?

-Claro que si mi capitán, un sueño solo para los dos, de los dos y por los dos -giro su cuerpo en mi dirección.

Antítesis De Un Hombre Bohemio #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora