Epílogo

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- No olvides practicar los ejercicios que hicimos, te ayudarán mucho. - sonreí y desconecté mi teclado.

- Gracias, profe.

- Te dije que me llames __. - le reproché.

- Esta bien, __. - río.

- Ahora sí, es hora de irme. - Guardé mis cosas y enfundé el teclado. - Bien. - me cargué la mochila al hombro. - nos vemos la próxima clase.

Mi nueva alumna, Nataly me acompañó hasta la salida. Es una buena muchacha, tiene potencial, y creo que puedo trabajar muy bien con su voz.

- ¡Adios __, gracias por venir!

Guardé el teclado en el baúl y me metí al auto.

- ¡Adiós!

Encendí el motor de mi bellísimo Volkswagen rojo y me abrí camino hacia mi casa. No estába muy lejos de la de Nataly, ni de mis otras alumnas más antiguas que tuve las horas anteriores. Subí el volumen de la radio cuando comenzó a sonar mi canción. Bueno, no mía. De esa nueva cantante a quien le escribí un par de canciones para su último disco. Dando cláses de canto y escribiendo canciones para estrellas de rock, así es como me ganaba la vida, y estaba totalmente satisfecha con eso.

Estacioné en el garage detrás del auto de mi esposo.

Ya estaba extrañando a mi grandulón.

Bajé del auto y entré por la puerta que da a la cocina. Dejé mi teclado sobre la mesa y la mochila en el suelo.

- ¡Llegué! - Todo estaba silencioso, y caminé por el pasillo recorriendo con el dedo los grandes cuadros de colgaban en la pared. Con fotos de nuestra graduación, de nuestra boda, y algunos discos de oro de Avenged Sevenfold. - ¿Jimmy? ¿Estás aquí?

Llegué a la sala de estar y caí de rodillas al verlo ahí. Mi mirada se nubló rápidamente y mi corazón estaba estrujándose.

- No. - susurré. - No, no... ¡No! - Me acerqué arrastrándome a él. Lo volteé con mucho esfuerzo boca arriba y apoyé su cabeza sobre mi rodilla. - Jimmy... - le di unos suaves cachetazos, pero no reaccionaba. Su cuerpo estaba frío. - Jimmy ¡¿qué hiciste?! - acerqué mi oído a su pecho... no había latido. Noté que había una botella de vino y un par de pastillas desparramadas por el suelo. Comencé a gritar, era el peor dolor que alguna vez había sentido. - ¡¿Qué hiciste?! ¡Idiota! ¿Qué hiciste? - apoyé mi rostro sobre su cabeza y acaricié su cabello... - ¿por qué mi amor, por qué...? - besé su frente, luego sus labios... sus fríos labios. Parecía un ángel que solamente dormía... pero la muerte ya lo había separado por siempre de mí...

- Pequeña... ¡tranquilízate!

- ¡No! ¡No! - grité y abrí los ojos sacudiéndome y golpeándolo sin querer.

- Solo fue un sueño... mi amor. - se acercó a mi y yo estaba aun aturdida. No podía comprender nada, mis mejillas estaban empapadas. Miré sus ojos celestes que me miraban preocupados y volví a la realidad.

- ¡Jimmy! - lo abracé muy fuerte y comencé a sollozar sobre su hombro. - ¡Estás bien! Gracias a Dios... estás bien...

- Estoy aquí, pequeña... - comenzó a acariciar mi espalda y me tapó con las sábanas, hacía frío en nuestra habitación.

- Nunca, pero nunca en la vida James, mezcles pastillas y alcohol. Prometemelo. - musité con los ojos llenos de lágrimas.

- ¿De qué hablas...

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