Capítulo 38

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Es verdad... una vez me dijeron que ciertos sucesos en la vida son misteriosos. Extraños, y sin explicación. Nunca tuve una vida de cuentos de hadas. Solo un lindo recuerdo en la infancia me acompañaba en mis momentos mas difíciles. Un lindo recuerdo que años mas tarde me haría creer que el destino realmente existe. Que hay historias en donde no importa cuánta piedra encuentres en el camino, ni cuantas tormentas te alejen de ese lindo recuerdo. Al final siempre regresaras a él. Porque el destino, desde el principio los ha unido...

Abrí la puerta principal de la casa y encendí la luz.

- Al fin en casa ¿verdad?

Jimmy entró con su mochila al hombro y comenzó a inspeccionar todo el lugar con la mirada.

- Adiós chicos ¡Gracias! - les grité desde la puerta a Brian, Johnny y Matt, que nos habían traído a la casa de Jimmy desde el hospital.

Al fin, luego de tres semanas de coma y una semana más de rehabilitación, Jimmy había conseguido el alta médica, y regresaba a casa.

- No recuerdo haber dejado esto tan limpio - bromeó pasando el dedo por uno de los muebles. - ¿Fue mamá verdad? - asentí.

- Siéntate ¿quieres? ¿Tienes sed? ¿Necesitas algo?

Rió ante mi desesperación de que no le falte nada, mientras se echó en el sofá.

- Estoy bien, pequeña.

Me acerqué a el, tomé el control y encendí el televisor. Luego me acomodé a su lado apoyando mi cabeza en su hombro.

- ¿Quieres ver una película? - pregunté.

- Mmm... estoy viendo algo mejor en este momento.

Levanté la cabeza confusa y su mirada estaba pegada a mi escote. Comencé a reír ante su expresión de pervertido.

- ¿A sí? - me acerqué lentamente a sus labios provocándolo.

- Sí... - su mano acarició mi mejilla y tomó mis labios desesperadamente. Nos extrañábamos demasiado, no podíamos negarlo. Luego de tres meses lejos al fín estábamos juntos de nuevo, como en los viejos tiempos, solos en su casa. No sé si el doctor aprobaría este tipo de "ejercicio" para Jimmy luego de despertar de un coma, pero cuando me di cuenta estaba sentada sobre sus piernas y sus manos acariciaban mi espalda levantándome la remera. Por un momento quise olvidar todo lo que sucedió después de decirle que no lo amaba y que retomáramos lo que habíamos empezado en mi departamento esa noche.

- No sabes como extrañaba esto... - dijo mientras me terminaba de quitar la remera y la tiraba al suelo, luego volvía por mis labios. - Te amo tanto, pequeña.

Me separé y lo miré a los ojos. Sus hermosos ojos que me miraban con una mezcla de ternura y deseo. No, no iba a cometer ese error otra vez.

- Tambien te amo, grandulón.

Su rostro se iluminó con una linda sonrisa y volvimos a besarnos, dulcemente, y justo en el momento en que sus labios descendían a mi cuello y sus manos buscaban desabrochar mi sujetador, sonó el timbre.

- Mmm, maldición. - gruño frustrado sobre mi cuello.

Renegando entre dientes me levante de sus piernas y me puse la remera. ¿Quién interrumpía nuestro hermoso momento?

- Yo voy. - musité y me acerqué a la puerta.

Y cuando abrí tuve ganas de cerrar la puerta otra vez en su cara. ¿Por qué? ¿Por qué no puede simplemente desaparecer de nuestras vidas? Ya hemos sufrido demasiado por ella.

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