3. Hello Kitty

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[Lauren POV]

Te despiertas cada mañana para luchar contra los mismos demonios que te dejaron tan casada la noche anterior, y eso es valentía. Es lo que me gusta creer, cada mañana es una nueva oportunidad para cumplir tus sueños, tus expectativas. Para mi eso se define en ser un día más en poder ver a mis padres y a mis hermanos, un día más para escuchar mis canciones y dejarme llevar, un día más para seguir respirando, básicamente.

No volví a ver a Camila en todo el día, era extraño pero me gustaba su presencia. También me gustaba la presencia de Ally, pero Camila era diferente. Tenía la impresión de que escondía mucho bajo su bonita sonrisa y sus ojos chocolate. Como un libro, un libro que aún estaba cerrado para mi.

Las horas se me hacían más largas desde que la conocí. Me dijo que me pondría la pomada, pero no lo hizo. Eran las cinco de la tarde pasada cuando vi mis padres entrar agitados en mi habitación, mi madre tenía lágrimas en el rostro y se tiro a mi cama abrazándome lo más fuerte que pudo. Mi padre estaba a mi lado, sosteniendo mi mano entre las suyas, quienes eran mucho más grandes. También entro Camila, al fin. Sonreí como tonta cuando me miro, haciéndola sonreír también.

—Hola Lauren.

—Hola. —Saludé, se podía notar en mi voz que estaba emocionada por verla.

—Tenemos que hablar. —Dijo de pronto y fruncí el ceño, no podía ser bueno. Nunca era bueno. —Como ya sabes tienes leucemia aguda, pero también existe otro tipo de leucemia, la crónica. —Explicó y asentí esperando más de sus explicaciones, aunque quería concentrarme en las palabras que salían de su boca, se me hacia casi imposible. Estaba demasiado embelesada en mirar sus labios chocar el uno contra el otro mientras hablaba. Los tenía tan finos, tan rosados, en realidad eran hermosos. —Tenemos que hacerte unos exámenes para ver si lo que pienso es cierto. También queremos hacerte un trasplante de medula osea, igual que quiso hacer el Dr.Grunger.

—¿Cuando? —Preguntó mi madre secándose las lágrimas.

—Ahora mismo Lauren esta en tercera posición, pero haré todo mi posible para hacerla subir en la lista.—Dijo con una media sonrisa. —Los dejaré unos minutos, pero después tenemos que empezar los exámenes. —Dijo antes de salir de la habitación.

Mis padres se quedaron unos minutos como dicho, diciéndome las mismas bobadas de siempre, pero no los interrumpí. Aunque no creía en que me iba a mejorar, no los interrumpí, porque sé que ellos necesitaban creerlo. Cuando ambos salieron, una enfermera me hizo subir a una silla de rueda, y fuimos directas a radiología. Me instalaron en un tipo de camilla alrededor de un tipo de nave espacial, o al menos así me lo explicaban de pequeña. Eso hacia una radio entera de mi cuerpo para visualizar perfectamente mis órganos internos. Había una cristalera, en la que se encontraban los ordenadores y las pantallas, junto al radiólogo quien estaba fijo en las pantallas se encontraba Camila, los brazos cruzados centrada en mi. En realidad me miraba directa a los ojos sin decir nada, tampoco podía, una cristalera nos separaba. La enfermera me dijo al menos cuatro veces de tumbarme, pero quería seguir mirando a Camila. Un ruido raro se hizo escuchar y su voz invadió el lugar.

—Lauren, acuéstate por favor. —Dijo y me acosté sin rechistar. —Gracias. Ahora no te muevas, ¿vale? —Asentí y la camilla entro despacio en la pequeña nave espacial.

Todo era de color blanco, empecé a mirar a mi alrededor pero recordé que no debía moverme y me quedé quieta los ojos cerrados. Empecé a sentirme algo claustrofóbica al estar aquí encerrada, y mi respiración empezó a acelerarse, mis manos temblaban, y no podía hacer nada para controlarlo. Escuché la puerta abrirse y cerrarse y de pronto sentí una mano sobre mi pierna, fuera de la nave.

—Tranquila. —Dijo con un tono de voz tan dulce que sin darme cuenta, había dejado de temblar.

En menos de diez minutos la camilla se movió de nuevo, pero esta vez para fuera. Me encontré con Camila de frente. Sonrió con dulzura y acaricio despacio mi pierna, donde tenía puesta la mano, bueno más bien era casi mi tobillo.

—¿Ves? No era tan difícil. —Dijo riendo.

—¿Y ahora?

—Ahora te pondré la pomada para los hematomas.

—¿Pero no eran varios exámenes?
—Pregunté la voz aún temblorosa, realmente no me gustaba esta máquina.

Acabo de descubrir que soy claustrofóbica, genial.

—Creo que es suficiente por hoy.
—Sonrió y asentí más tranquila.

Me llevaron de vuelta a mi habitación, y como lo pensaba mis padres ya se habían ido a casa. Supongo que volverían mañana. Me dolía bastante la espalda por el nuevo hematoma pero no me gustaba quejarme, había muchos pacientes aquí que sufrían muchísimo más que yo. Así que aguantaba el dolor tanto como podía. La enfermera me dejo a solas en la habitación diciendo que Camila no tardaría, y tenía razón, llego dos minutos después con una cara menos feliz que antes pero no pregunte a que se debía, me lo imaginaba.

—Bien. ¿Te ha dolido mucho?

—Bueno. —Dije levantando los hombros.

—A puesto a que eso significa que si. Eres muy valiente aguantando el dolor. —Dijo sonriendo.

—Tienes una bonita sonrisa. —Dije sin darme cuenta de lo que acababa de decir, ella entre abrió la boca ligeramente antes de que se le dibujara una sonrisa y se le ruborizaran un poco las mejillas. —Lo siento.

—¿Porque? —Preguntó poniéndose los guantes.

—Por decirte eso. —Dije avergonzada.

—No pasa nada, a mi me parece que tienes unos ojos hermosos. —Dijo sonriendo y mis mejillas se volvieron rojas. —¿Te giras? —Preguntó y asentí dándome la vuelta.

Abrió mi camisón dejando ver mi espalda completamente desnuda, y seguramente llena de hematomas, al abrir el camisón, todo se abría, y entonces se me veian las bragas rojas que llevaba puestas, mis mejillas empezaron poco a poco a arder por la vergüenza, y no dejaba de moverme.

—¿Son bragas de Hello Kitty?
—Preguntó con lo que parecía una risita.

Puedo asegurar que si estuviéramos en un dibujo animado mi cabeza hubiera explotado. Obviamente tuvo que ver la etiqueta, le dije a mi madre de no comprarme de esas pero es tan testaruda, y yo no puedo elegirlas como otras chicas yendo yo misma a comprarlas. Al no contestar creo que se dio cuenta de la vergüenza que estaba pasando por que posó su mano en mitad de mi espalda.

—Me encanta Hello Kitty. —Dijo, y sonreí como tonta.

Besos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora