26. Tiempo

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[Camila POV]

Mis manos están temblando, y es imposible parar mis temblores, como si no fueran mis manos, como si fueran de otra persona. Me voy a deshidratar, si sigo llorando como lo hago, como un grifo abierto, me voy a deshidratar. Y no quiero deshidratarme. Porque eso conllevaría a que me hospitalizaran, y no estaría despierta cuando Lauren despertaría. Y quiero estar a su lado, siempre que pueda.

He estado en un quirófano, más veces de las que me gustarían. Dentro del quirófano, el tiempo pierde todo su significado entre tantas cirugías y salvar vidas; el reloj parece tener importancia. Quince minutos, quince horas. Dentro del quirófano, los mejores cirujanos hacen que el tiempo vuele. Mientras tanto, fuera del quirófano, el tiempo se da el gusto de patearnos el trasero. Pero incluso al más fuerte de nosotros nos juega una mala pasada. Yendo despacio, suspendiéndose, hasta hacernos congelar. Dejándonos amedrentados en un momento, incapaces de movernos a un lugar o a otro. El tiempo vuela. El tiempo no espera a ningún hombre. El tiempo cura todas las heridas. Y todo lo que queremos, es más tiempo.. Tiempo de levantarse, tiempo de madurar, tiempo de amar y de ser amado.. Tiempo.

—Perdona. —Le dije a una enfermera que pasaba frente a la sala de espera en la que me encontraba desde mi llegada, hace seis horas. Se paró y me miro sonriendo. —¿Lauren Jauregui ya ha salido de cirugía? Me han dicho de esperar pero nadie dice nada y ya.. Ya llevo seis horas esperando y..

—No se preocupe señora, cuando sepamos algo se lo comunicaremos.
—Dijo rozando mi brazo y suspire intentando controlarme.

Imposible.

—Mira. Llevo seis horas, seis, esperando que una de vosotras me dediqué aunque sea una palabra. Así que contestame de una vez. —Dije con un tono duro y elevando la voz con rabia.

—Y-Yo..

—Lo siento, ya me ocupo.— Dijo una mujer a quien no le vi la cara porque me derrumbe llorando. —Hey.. Camila. Ven, no estás sola, ¿bien? Todo irá bien. —Dijo abrazándome en mitad del mármol frío del suelo.

—¿Dinah?

—Presente. —Dijo sonriendo.

—¿Q-Que haces aqui?

—Ally me ha dicho que necesitabas alguien, y soy su fiel confidente.
—Dijo riendo.

—¿Sabes..?

—¿Que entre tu y Lauren hay algo más que una relación de médico y paciente? Hey. No soy ciega, ¿vale?
—Dijo riendo de nuevo y sonreí. —Me alegra verte sonreír, tienes una sonrisa muy bonita.

—Gracias..

—Y respecto a lo de tu relación con Lauren, no le veo mal alguno. El amor no tiene edad. Si mi hija, Lucy, encontraría el amor en otra mujer, o en alguien mayor, o menor, me daría exactamente igual. Mientras esa persona la haga feliz.

—¿Y tu mujer?

—Se piensa que estoy en una de esas convenciones aburridas de médicos.—Dijo guiñándome un ojo a lo cuál sonreí. —Deberíamos levantarnos del suelo, nos miran raro. —Dijo lo último en un susurró y asentí con una media sonrisa.

No soy cirujana, pero en la universidad tenía una buena amiga que quería estudiar para serlo. Quería especializarse en cirugía general. El caso es que cuando empezó su residencia quirúrgica siempre llegaba al piso que compartíamos muy cansada, exhausta. Pero aún así tenía bastantes fuerzas como para contarme sus fantasías, claro que en sus dos primeros años no pudo operar pero seguía fantaseando sobre cirugías salvajes e improbables. Recuerdo una en especial que me contó. Alguien se desmaya en un restaurante, y lo abren con un cuchillo para mantequilla, reemplazan la válvula con una zanahoria ahuecada por un palillo. Me quedé tan extrañada de sus fantasías que nunca volví a preguntarle sobre eso. Pero de vez en cuando, alguna otra clase de fantasía llega. La mayoría de nuestras fantasías se disuelven cuando despertamos, desterrado a lo más profundo de nuestra mente. Pero en ocasiones, si nos esforzamos lo bastante podemos vivir nuestro sueño.

—Señorita, mi amiga y yo llevamos horas esperando. Podrían decirnos algo sobre el trasplante de urgencia de Lauren Jauregui. —Preguntó Dinah educadamente, algo que no tuve horas antes con la misma enfermera.

—Ahora mismo. —Dijo con su típica sonrisa antes de irse por la puerta para preguntar.

La fantasía es simple. El placer es bueno. Y el doble de placer es mejor. El dolor es malo, y el no tener dolor es mejor. Pero la realidad es diferente. La realidad es que el dolor
trata de decirnos algo. Y hay tanto placer que podemos tomar sin que nos de dolor de estómago. Y quizás eso esté bien. Quizás algunas fantasías, se supone que vivan sólo en nuestros sueños.

—Lauren Jauregui acaba de salir de cirugía hace unos minutos, estará el resto de la noche en cuidados intensivos. —Dijo la mujer y ambas asentimos.

—¿Cuando podré verla?

—Dentro de una hora, el tiempo que se estabilice. —Explicó y asentí el corazón, literalmente, sobre la mano.

—El tiempo de ir a comer algo, llevas todo el día sin comer Camila, te va a dar un chungo. Y nadie quiere eso.
—Dijo empujándome suavemente y le sonreí.

—Gracias Dinah, de verdad. Has estado todo el día a mi lado, apoyándome y reconfortandome. Muchas gracias.

—De nada pequeña, es un placer. Sabia que me caerías bien. —Dijo sonriendo antes de suspirar y hacerse un moño rápido. —Ahora vamos a comer que estoy hambrienta.

La seguí sin rechistar y fuimos hasta la cafetería del hospital. Eran casi las doce de la noche y habíamos llegado aquí a las doce de la mañana en punto. Llevaba la mitad del día sin alimentarme y gastando todo el agua de mi cuerpo en lágrimas, imposibles de parar.



Besos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora