70. Besos Prohibidos

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Tres meses, cuatro días y veinte horas.  Era el tiempo exacto que llevaba sin ver mi hija y Lauren. Las dos personas que hacían que mi mundo siguiera en piés. Era el tiempo exacto que llevaba encerrada en la mansión de Demi. Seguía yendo con ella a sus presentaciones, en realidad iba a todos lados con ella. En lo que llevaba de tiempo, había adelgazado más de lo normal, y es que ya no yacía del lujo de su mansión. Estaba en una pequeña habitación cerca del sótano donde no había calefacción. Las paredes eran grises y solo tenía una ventana. Una cama con el típico colchón que hace que no puedas dormir por el dolor de tu espalda. Y una vez por semana, mayormente el domingo, uno de los hombres de Demi bajaba para castigarme. Era irónico como todas las veces en mi vida que me violaban, la razón era castigarme. Lo fue con Shawn, y lo era ahora con todos y cada uno de los hombres de Demi. Era su manera personal de castigarme por mi infidelidad. Y a pesar de todo, debía sonreír a su lado en las presentaciones. Estuve a su lado, con una falsa sonrisa cuando la cogieron como favorita. Sin duda ella se convertiría en presidenta. Y entonces México se vería arruinado por completo. Mi cuerpo entero tembló cuando la puerta de mi habitación se abrió. Quedé algo confundida cuando vi el rostro de Verónica con una débil sonrisa iluminando su cara. Entro despacio y sacó de su bolsillo unas pastillas. Por unos segundos recé para que esas pastillas me matarán. Pero no, eran para el dolor, solo eso.

—¿Que haces aquí?

—No te vas a pudrir aquí, ¿me oyes? Lauren nos llamó en cuánto se fue con Lux.

—Ellas..

—Ellas están bien, están en Londres con Ariana. Fueron órdenes directas se nuestro superior. Tu hija vió sus abuelos antes de volver a Londres.
—Explicó y lágrimas asaltaron mis mejillas. —El casette no es bastante, no se reconoce la voz de Demi.

—Dios.. —Suspiré sabiendo que eso significaba más tiempo atrapada aquí.

—Pero no tardaremos en cogerla. Mucho antes de las elecciones. Demi jamás se convertirá en presidenta.
—Dijo con rabia y asentí.

—¿Me tengo que quedar verdad?

—Lo siento. —Suspiró.

—Está bien. Al menos sé que estáis aquí.

—Pronto se acabará todo. Oh, Lauren dijo que eras ridícula.

—¿Ridícula?

—Ridícula por intentar hacerle creer que te querías quedar con Demi.

—Tenía que hacerlo, o al menos intentarlo.

—Igualmente, eres ridícula para ella. Y te quiere. —Dijo lo último sonriendo y asentí con finas lágrimas ardiendo mis mejillas. —Me voy. Aguanta, Camila, pronto estarás con los tuyos.

Verónica salió de la habitación y me quede unos minutos mirando la pequeña ventana que me dedicaba a observar, rezando por ser libre de nuevo.

—Yo también te quiero, Lauren.
—Susurre antes de escuchar la puerta abrirse otra vez.

Esta vez, por desgracia no era Verónica, y mucho menos Lauren. Era Brad. Era la hora de mi castigo. La inmensamente larga hora de mi castigo. Se desistió enseguida e hice lo mismo, ahorrandome golpes por su parte. Sacó un condón de su bolsillo delantero y lo abrió. Acercó su erección a mi rostro, haciéndome girar el rostro, y él sonrió. Se puso el condón y me empujó con fuerzas sobre la cama. Colocó su miembro dentro de mi, y empezó su vaivén con fuerzas. Golpeando mis caderas como bruto. Unas lágrimas asaltaron mis rostro de nuevo, me consideraba una persona "llorica" pero no tenía otra salida que llorar. Era lo único que me quedaba, mi sufrimiento y el tiempo.. El tiempo que no pasaba nunca tan rápido como me gustaría.

—Creó que me he quedado satisfecho, después de todo no me caes tan mal Camila. —Rio mientras se subía los pantalones.

No conteste, nunca lo hacia. Seguí su ejemplo y me vesti de nuevo. No tardo en salir de mi habitación y yo me quede tumbada sobre la cama. Incapaz de hacer nada. En eso se había convertido mi vida ahora. Y fue mi elección. Yo elegí quedarme,y dios.. Lo elegiría mil veces mas. Por qué Lauren era el amor de mi vida, y sería incapaz de seguir respirando sabiendo que ella ya no lo hace. Por qué me enamoré de ella en cuanto pasé por la puerta de su habitación y la vi sentada sobre la cama con una fina sonrisa que me dedicó. Me enamoré de una niña, y ni siquiera me arrepentía. Me enamoré de su forma de ser, de su risa, de sus ojos. De ella. Ella era la persona que cambió mi vida por completo, la que me hizo ver la vida bajo otra perspectiva. Y dios me hizo sufrir, pero me amó de una manera surrealista, me hizo sentir más que nadie en este mundo. Me ofreció su cuerpo, su amor, y sus besos prohibidos. Por qué eso siempre definió nuestra relación, prohibida. Toda ella era prohibida. Pero ni con eso me alejé. Jamás sería capaz de alejarme. Me tenía totalmente enamorada. Estaba totalmente echa de pedacitos de ella.

Besos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora