59. Frozen

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—¿Estas loca Lauren?

—Camila, cálmate, te recuerdo que estamos en un hospital.

—¿Como puedes pedirme que me calme? Entiendes cuando te digo que Demi es una narcotraficante muy peligrosa, dios, tiene armas, ¿sabes? —Dijo y ella sonrió negándose de manera adorable.

—Camila, mi trabajo es infiltrarme y ser su confidente, sacarle lo máximo y así poder meterla en la cárcel.

—¿Y si te pilla?

—Me mata. —Dijo tan tranquila y la empujé. —Pero no me va a pillar, llevo tres meses allí y ni se lo imagina.

—¿Y que quiere de mi?

—Quiere que vuelvas con ella, eres su mujer, y os quiere tanto a Lux como a ti allí en su chalet.

—¿En México? —Pregunté y ella asintió.— ¿Y pretendes que me llevé a mi hija de tres años en una casa dónde estará en peligro las veinticuatro horas del día?

—Camila, yo estaré en esa casa, con vosotras. Siempre. No os pasará nada.

—No. No, Lauren, no.

—¿Señorita Cabello? —Preguntó una enfermera antes que Lauren pudiera hablar y asentí levantándome con su ayuda. —Síganme por favor.

Lauren alzó Lux en sus brazos y entramos en la sala de consulta donde un médico se estaba poniendo los guantes para poder examinarme. Unos minutos más tarde estábamos fuera del hospital, mi pierna vendada y una bolsa de calmantes en mi mano.

—Deja de leerte todos los medicamentos, si te lo ha prescrito es por algo.

—No me juzgues por querer la opinión de otro médico, es decir, yo.

—Bueno, pero son calmantes nada más.

—No contradigas el médico que te salvo de una muerte segura. —Dije levantando los ojos hacia ella admirando su pequeña sonrisa de lado.  —¿Cuando se supone que me voy a México?

—¿Vendrás?

—¿Que pasa si no voy?

—¿Si vuelvo las manos vacía? Demi me matará por no cumplir sus ordenes y mandará a otro, menos agradable de admirar que yo, y te obligará a irte. —Rodé los ojos por sus comentarios superficiales antes de suspirar.— El vuelo es mañana a medio día, piénsalo.

—¿Donde te vas a quedar?

—Ahm, supongo que me buscaré un motel cerca del aeropuerto. —Dijo mientras jugaba con los mechones de pelo de mi hija, quien no se había bajado de sus brazos desde que la alzo y estaba en camino por quedarse dormida.

—Idiota.

—¿Que?

—Te quedarás en mi casa. —Dije y ella sonrió.— Pero dormirás en el sofá.

—Claro, no imaginaba otra cosa.
—Dijo con voz burlona y de nuevo, rodé los ojos sonriendo.— ¿Vamos a comer? —Preguntó y teniendo en cuenta que no tenía nada planeando asentí.

Nos subimos al coche y Lux paso de casi dormida a energética en medio segundo sabiendo que íbamos a comer fuera. De alguna manera me dolía eso, porque mi hija debería saber lo que es comer fuera, pero el dinero no era lo que más nos sobraba este último año. Lauren se paró en una gasolinera de camino a la cafetería-restaurante de la cual hablaba sin parar todo el camino, según ella esta era muy poco valorada para el nivel de gastronomía inglesa que tenía. Lux suplico para bajarse y entrar en la pequeña tienda que había, reclamando la pulsera que le había prometido, tenía unos veinte euros en el bolsillo y teniendo en cuenta que me mudaría a México no los necesitaría mucho más. Entramos en la tienda y Lux eligió una pulsera con animalitos para decorarla. Seguimos Lauren hasta la caja para pagar la gasolina y la pulsera, la cajera le hizo ojitos a Lauren los diez minutos que estuvimos frente a ella, como si nada. Rodé los ojos sin decir nada, hasta que Lauren le sonrió de vuelta antes de reírse por la estúpida broma que la cajera acababa de hacer.

—¿Nos vamos cariño? —Solté agarrando su brazo, la cajera frunció el ceño a lo cuál sonreí, mientras Lauren parecía estar en las nubes.

—Con que cariño, ¿eh? —Dijo burlándose de mi mientras subíamos al coche.

—Te sigo odiando, no te imagines cosas.

—Claro que no. —Río y sonreí de lado sin contestar.

Llegamos al restaurante del que hablo Lauren y pillamos una de las únicas mesas libres. Tenía un estilo de los años ochentas, con los cuadros rojos y blancos y las mesas metálicas pegadas al suelo. En vez de sillas eran los típicos sofás rojos, ultra cómodos.

Me recordó una cafetería bar a la cual solía ir mucho estudiando en el instituto

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Me recordó una cafetería bar a la cual solía ir mucho estudiando en el instituto. Era una cafetería de día y los fines de semana se convertía en una discoteca. Nos acomodamos y la camarera vino corriendo hacia nosotros para darnos los menús y apuntar nuestras bebidas. Lauren pidió una cerveza y Lux un zumo de naranja.

—¿Y tú preciosa? —Pregunto y me hizo falta unos segundos antes de darme cuenta que me lo preguntaba a mi. Vi de reojo como Lauren bufo mientras yo sonreía.

—Otra cerveza, gracias.

La camarera asintió sonriendo y se fue, mire el menú escondiendo mi rostro de las miradas que me enviaba Lauren. Después de todo ya no eramos una pareja. Pero no podía culparla, yo había actuado de la misma manera en la gasolinera. Era lógico, ¿no? Lo más complicado seria pensar que debería convivir con ella y fingir amar a Demi. Estaba más confundida con treinta y un años que con veinte.

Lux. Mi prioridad era Lux, de eso no cabía duda alguna. Nunca amé Demi, pero siempre le tuve un cariño especial, al menos antes de que se convirtiera en lo que es ahora. Lauren.. Dios Lauren era la que me complicaba la mente, el corazón y la vida. Sus ojos me perdían, su sonrisa me daban ganas de besarla y su risa me enamoraba un poco más.

—Mami, ¿Lauren se quedará a vivir con nosotras? —Bam.

Ahí estaba la complicación, Lux era una niña, que decía, un bebé. Nunca entendería lo que iba a pasar los próximos meses en su vida, y con mucha suerte lo olvidaría. Me quedé incapaz de contestarle, y Lauren notó mi incomodidad.

—Esta noche si, ya veremos para más tarde.

—¡Genial! —Dijo Lux contenta.
—¿Podremos ver Frozen?

—Claro. —Sonrió Lauren, seguramente sin saber que había aceptado, pero lo hizo con una sonrisa.

Besos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora