28. No te resistas

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[Camila POV]

Los días se hacen más largos cuando esperas por algo que tarda en llegar. De pequeña la semana antes de navidad se me hacía eterna, igual que los últimos días de instituto antes de las vacaciones de verano. Cuando esperas por algo que sabes que quieres que llegué, siempre se te hace más largo. Y tan largo..

Como principio, no hacer daño.

Como doctores, nos comprometemos a vivir bajo este juramento. Pero el dolor aparece y después aparece la culpa. Y no hay juramentos para tratar con eso. La culpabilidad nunca va de por libre. Lleva a sus amigas, a la duda y la inseguridad.

Como principio, no hacer daño.

Más fácil decirlo que hacerlo. Podemos tomar todos los juramentos del mundo, pero el hecho es que la mayoría de nosotros hacemos daño todo el tiempo. A veces aunque intentemos ayudar, hacemos más mal que bien. Y entonces la culpa levanta su fea cabeza. Lo que haces con esa culpa es decisión tuya. Tomamos decisiones las que te metieron en problemas en primer lugar o aprendes de la culpa e intentas con todas tus fuerzas seguir adelante.

—Es una tontería. —Dije seria cogiendo su mano entre las mías. —Si te quiero, y tu a mi.. Tu primera vez ha sido perfecta. Tu tenías razón Lauren. —Dije agachando la cabeza y besar los nudillos de su mano izquierda. —No quería gritarte.. Yo.. Soy una imbécil. —Suspire. —Y siguo siendo una imbécil al hablarte cuando sé que no me escuchas. Quiero que despiertes. —Dije aguantando las lágrimas. —Llevas tres días durmiendo, ¿no crees que es bastante? Yo si. —Suspire de nuevo soltando sus manos, y acomodé mejor su manta antes de besar su frente y salir de la habitación.

—¿Hambre? —Preguntó Ally y sonreí negando. —¿Nada nuevo? —De nuevo me negué pero esta vez acompañada de un largo suspiro.

Dinah se tuvo que ir para seguir trabajando, y fue Ally la que llego unas horas más tarde junto a su pequeño hijo, dice que siempre ha querido irse de vacaciones con su hijo a Seattle, pero a penas salio del hospital.

—Hola campeón. —Saludé al pequeño moreno quien acababa de despertarse de una larga siesta. —¿Has dormido bien?

—Algo que tu no haces. —Dijo Ally con un tono autoritario y la miré confusa. —No duermes, llevas tres días sin dormir Camila. En algún momento te vas a tener que dormir aunque sea una horita.

—No puedo Ally, no llego a cerrar los ojos. —Dije suspirando.

—¡Te voy a dar un golpe en la cabeza si sigues así! —Dijo levantando la voz lo que me hizo reír, incapaz de pararme. —No te rías.. Aunque es bueno escucharte reír. —Dijo sonriendo. —Oye.. Hoy podríamos salir a cenar fuera. No puedo más de la comida del hospital.

—Trabajas en un hospital, bonita.
—Dije riendo y ella río también.

—Por eso mismo, no me obligues a comer más de esa caca. —Reí como loca al escucharla hablar tan despacio y con palabras medidas para su hijo.

—Bien.. Pero no más de una hora.
—Dije y ella asintió sonriendo.

—Voy a vestirme. —Dijo moviendo su pelo a un lado.

—Estas loca. —Sonreí.

—Te gusta y lo sabes, mami. —Dijo con acento español haciéndome reír de nuevo.

—Camila. —Escuché tras mi. Esa voz, la reconocería entre millones.

Como médicos, conocemos los secretos de todo el mundo. Sus historiales médicos, historiales sexuales. Información confidencial que es tan esencial para un cirujano como un bisturí del 10. Y cada latido es peligroso. Guardamos secretos. Tenemos que hacerlo. Pero no todos los secretos pueden ser guardados. De algún modo, la traición no se puede evadir. Cuando nuestro cuerpo nos traiciona, la cirugía a menudo es la llave para la recuperación. Cuando nos traicionamos los unos a los otros, el camino de la recuperación es el menos claro. Hacemos lo que sea para reconstruir la confianza pérdida. Y hay heridas, algunas traiciones que son tan profundas que no hay modo de reparar lo que está perdido. Y cuando eso ocurre no hay nada que hacer más que esperar.

—Ariana. —Suspire. —¿Que haces aquí?

—Me trasladaron hace unos meses, te llamé pero..

—Lo sé.

—¿La conoces? —Preguntó sentándose a mi lado, apuntando la habitación de Lauren y asentí.
—¿Quien es?

—¿Que quieres Ariana?

—No te entiendo. —Suspiro. —Como has podido perdonarlo a él.. Y no a mi.

—Nunca lo he perdonado. Y.. Eras mi mejor amiga Ariana.. ¿Como pretendes que te perdone?

—Sabes lo que paso. Solo prefieres guardartelo para ti y preferiste usar esa excusa para irte lejos. —Dijo levantándose agobiada.

—¿Que paso?

—Lo sabes. —Repitió. —Sabes quien es Shawn.. No te hagas la tonta Camila.

—N-No.. No te entiendo. —Dije las manos temblando.

—Oh venga.. Sabes perfectamente que fue él quien te violó hace años. —Dijo sin más y tragué saliva incapaz de reaccionar.

—¿Como?

—Él.. El fue quien te llevo en ese callejón a los dieciséis.. Y-Yo.. Yo no lo supe hasta esa noche, me lo dijo cuando estaba más que ebrio y me llevo a tu casa.. Me.. Dijo que me estaba castigando-.

—Te estoy castigando por ser una chica mala. No te resistas. —Dije repitiendo las mismas palabras que me dedico cuando me violó, nunca vi su rostro por lo oscuro que estaba el callejón, pero.. ¿Como no pude reconocer su voz?

—S-si.. Lo siento Camila.. No sabia que no estabas al corriente, aunque tuve que habérmelo imaginado.

—Lo siento. —Dije secándome las lágrimas. —Siento no haberte escuchado.. —Dije con un tono algo culpable. Recuerdo que cuando los vi, ella grito mi nombre.. Nunca me había imaginado que me estaba pidiendo ayuda.

Tenía dieciséis años cuando me quitaron la virginidad en un callejón oscuro antes de dejarme tirada en el olvido. ¿Y había perdido casi seis años de mi vida con él mismo hombre? ¿Había odiado mi mejor amiga cuando tan sólo era una víctima más?

Odiaba Shawn Mendes, ahora, más que nunca.

Besos Prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora