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Termino de hacer el tatuaje bajo la atenta mirada de Liam, y en cuanto termino él examina la lámina de piel sintética.

—Ha quedado perfecto —murmura.

—Pero si está emborronado aquí —señalo, un poco desanimada.

—Ya, pero eso es por la piel sintética, que es una mierda. Creo que ya estás lista para tatuar.

—¿De verdad? —pregunto con una sonrisa.

—Sí —asiente—. Aunque en realidad ya has hecho tatuajes y los hiciste bien, pero siempre hay que asegurarse.

—Qué poco confías en mí —bromeo—. Si me dejaste tatuarte.

—Cierto, y quedó genial, ¿quieres verlo otra vez? —me pregunta con una sonrisa pícara, y se levanta la camiseta, pero justo en ese momento suena el timbre de la tienda.

—Bueno, ya abrirá Alex —Liam se encoge de hombros.

Pero a los pocos segundos, se oye la voz de la mencionada.

—¡Liam! —exclama desde otra sala—. ¡¿Estás sordo o qué? Han llamado a la puerta, idiota!

—¡Pues abre tú, histérica! —grita Liam de vuelta.

Se oye un gruñido de Alex y sus pasos hacia la puerta de la tienda.

—Ella está un poco irritable últimamente, ¿no te parece? —le comento a Liam en voz baja.

—Pues sí —asiente—. Y no lo entiendo, hace mucho que lo dejó con Dalia. De todos modos, ella tiene problemas familiares, es probable que sea eso. Aunque no sé de qué se trata, Alex nunca habla de sus cosas.

Salgo de la habitación para ir a recepción a ver cómo va Noah, quien ha dejado de dibujar para observar a los dos chicos que acaban de entrar en la tienda. La verdad es que son curiosos: uno viste de marca, lleva unas gafas de esas caras que están de moda ahora y, en general, lleva el típico look de londinense pijo. El otro lleva un piercing en la nariz, algunos tatuajes que se pueden entrever en sus brazos, y lleva el cabello rubio recogido en una coleta. No pegan para nada, ni como amigos.

—Ali, ese chico quele un tataje —me dice Noah, señalando al rubio, mientras Alex habla con ellos.

—Oh, eso es genial, ¿no? —contesto, y él asiente—. ¿Nos vamos ya a casa? Mañana tienes cole y tienes que irte a dormir temprano.

—¡Shi! —exclama, emocionado.

Mañana Noah vuelve a la escuela y está como loco por ir. Dice que ha echado de menos incluso a la recepcionista, esa que no debe haber echado un polvo en años.

Le digo a Liam que el pequeño y yo iremos tirando para casa, y tras despedirme de Alex y Jim —quien acaba de llegar ahora, a las siete de la tarde— le pongo la chaqueta a Noah y nos vamos a casa.

Quelo ir a la pisina —comenta Noah tras haber saltado en uno de los muchos charcos que hay en la calle, ya que ha llovido hace poco. Suerte que me ha dado por ponerle las botas de agua.

—¿Quieres que te apuntemos a un curso de piscina? —le propongo—. Aprenderás a nadar muy bien y harás amigos, ¿qué te parece?

Él asiente efusivamente, entusiasmado con la idea, y yo río. Mañana iré a apuntarlo.

—Pelo Ali, ¿en la pisina hay peses? —me pregunta, intrigado.

—No, los peces están en el mar y en los lagos —le explico, y él hace un puchero.

Conociendo a Noah [Saga Smeed 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora