Prólogo

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Mi nombre es Chloe Diamond.

Si usaran una receta mágica para crearme usarían una pizca de timidez, 3/4 de entusiasmo por los libros, un arsenal de sarcasmo, muchas risitas, 20% de ternura, mucha determinación y una cucharadita de independencia extrema.

Mis amigos son pocos, exactamente dos.

Mi familia me olvidó el minuto que decidí ser bailarina de ballet de profesión, ellos esperaban algo más de mí. Para ser exactos, ser la siguiente generación de médicos.

¿Dra. Diamond? hmmm prefiero Chloe, primera ballerina.

Yo sólo puedo pensar en bailar, no me veo salvando vidas sin tener tiempo para vivir la mía.

Mi sitio en el mundo es en un escenario. Entonces fui lo bastante valiente o estúpida para intentarlo por mi cuenta.

Acabo de terminar la Academia Nacional de Danza, que pude costear gracias a una beca que gané, porque en mi casa no escuela de medicina equivale a no dinero para otra cosa.

Ahora estoy buscando el trabajo de mis sueños, sin éxito.

No logré un contrato con la compañía al graduarme. Y no entiendo por qué, fui una de las primeras de mi año.

Me dijeron que mis pies no eran lo suficientemente fuertes para soportar el ritmo de trabajo, pero que me harían cartas excepcionales de recomendación para la compañía que yo quisiera. Además de mencionar que le faltaba pasión a mis interpretaciones.

Después de mucho auto análisis, encontré la respuesta. Nunca he estado enamorada, sólo de la danza, pero eso no es suficiente al interpretar a una princesa hechizada en cisne que se enamora de un príncipe que la termina dejando y se suicida como en el Lago de los Cisnes. O un primer amor tan intenso por el que te enfrentarías al mundo sin importarte las consecuencias como en Romeo y Julieta.

Apesto en tener relaciones estables, mi entrenamiento siempre es primero y eso no lo entiende mucha gente.

Sé que todos piensan que ser bailarina de ballet es dar vueltas en trajes bonitos pero se equivocan, y mucho.

Nuestros pies son el claro reflejo de la realidad, debajo de la seda se esconden lesiones, dolor, y sangre.

Cuando bailo, desaparece todo eso y sólo queda la maravillosa sensación de estar volando, sientes que casi no tocas el suelo.

Es algo difícil de superar, lo necesito casi como el aire para respirar.

Mi refugio son mis libros, siempre tengo uno en la mano cuando no estoy bailando. Siento que tengo el súper poder de vivir varias vidas en una sola.

Todos los días hago largos viajes en tren para ir a entrevistas, desde estudios contemporáneos y clásicos, hasta citas con agentes. Nada me parece suficiente, comparado con lo que era mi visión del mundo perfecto, yo en la Academia Nacional de Danza.

El primer día que me subí al tren para ir en busca de mis sueños, y este se detuvo en la tercera parada, levanté la cabeza de mi libro favorito para reconectarme con la realidad un momento.

A través de la ventana vi a un chico en el tren del frente que iba en una ruta con dirección contraria a la mía.

Se ganó toda mi atención porque vi algo entre sus manos. Mismo tamaño, color y tapa, estaba leyendo el mismo libro que yo.

Mis ojos dejaron de lado sus manos y pasé a recorrerlo por completo.

Parece alto, al menos en comparación con la chica que tiene al lado. Tiene puesta una camisa celeste remangada hasta los codos, un reloj elegante en la muñeca derecha, el cabello castaño oscuro perfectamente peinado y un audífono colgando de un lado de la cabeza.

Mientras estaba ocupada disfrutando de la vista desde mi tren, sus ojos se encontraron con los míos y me dirigió una sonrisa.

Me sentía como cuando mi compañero de pas de deux me lanzaba en el aire. Sólo espero que este chico tenga lo suficiente como para atraparme cuando caiga.

Los trenes dieron la señal antes de moverse. Continué observándolo porque me extrañó verlo agacharse un poco como buscando algo al nivel de sus pies, parecía haber sacado de la nada una hoja y un plumón.

Rápidamente apoyó la hoja encima de su libro, escribió algo y luego la levantó.

Pude leer que había escrito, con una letra espantosa, lo que creo que decía "Hola, soy Liam".

No me dio tiempo a reaccionar porque los trenes comenzaron a moverse y lo perdí de vista.

Sentí un vacío al verlo tornarse borroso ante mis ojos por la velocidad.

Aunque siendo la optimista sin remedio que soy, pienso que voy a volver a verlo pronto. Tomaré esta ruta todos los días de igual forma.

Defiendo la idea de que los pensamientos positivos son imanes de felicidad. Si no pensara así, lloraría todas las noches por las cosas que me salen mal. Creo en que los fracasos no son malos, sino enseñanzas para no repetir tus propios errores.

Tras bajarme del tren, y caminar hasta el moderno estudio de baile contemporáneo donde tengo una audición en la que voy a enfrentarme a mis límites, no pude desprenderme de su nombre ni de su sonrisa.

Este tipo de cosas no me pasan a mí. ¿Yo soñando despierta? No, debería estar concentrada en la coreografía y la música.

Pero el chico del tren sigue bailando en mi mente.

Amor a Segundo Riel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora