Pipipipi Pipipipi pipipipi...
-Joder, Joder, ¡voy a llegar tardísimo! ¿¡Por qué me he tenido que quedar dormida precisamente hoy!? ¡El día del examen de Contabilidad!
De un salto, me tiro de la cama con tal mala suerte de apoyar el pie justamente donde anoche cayó el pendiente que tenía en la mesita.
Pero sin tiempo para quejarme, voy cojeando hasta el armario y me visto con lo primero que pillo. Vaqueros, sudadera y mis viejas Converse. Me encantan esas zapatillas, y aunque las tengo hechas un desastre, y mi madre me ha amenazado con tirármelas cuando vaya a casa, me las sigo poniendo hasta que ya no pueda más y pise con el pie en el suelo. Una vez vestida, corro hacia el cuarto de baño para recogerme en una coleta alta el caos que tengo por pelo. Me lavo la cara y los dientes y corro hacia la parada del bus. Espero tener suerte y que no haya pasado todavía.
Al llegar a la parada veo que el autobús que va hacia el Campus Universitario acaba de salir y me ha quedado en tierra.
-¿En serio? Por favor quien esté jugando con mi muñeco de vudú ¡QUÉ PARE DE UNA VEZ! -grito. La gente que pasa por mi lado se me queda mirando, pero me da igual. Estoy demasiado cabreada como para que me importe eso ahora mismo. Miro el reloj, las 7:50. No me da tiempo a esperar al próximo bus, por lo que decido correr hacia la parada de taxis más cercana.
Al llegar veo un taxi libre y corro hacia él para que nadie me lo quite. Pero cuando voy llegando veo que un chico, más o menos de mi edad, vestido con un impoluto traje chaqueta, se dirige al mismo taxi al que yo. Sin pensármelo dos veces, meto el turbo para llegar antes que él. El chico se acerca a la puerta del taxi, ¡Me lo va a quitar! y de repente un grito sale de mi garganta:
-¡NOOOO! -Llego a su altura lo empujo, mientras me meto en el coche. El joven me mira con cara de pocos amigos y antes de que pueda decir nada, le digo con todo mi arte extremeño:
-Lo siento chato, pero llego tarde a un examen.
En el momento en el que estoy dando la dirección al taxista, veo que el chico entra en el coche y le da una dirección al taxista que va a hablar pero le corto:
-¿Qué haces? ¡Yo he montado antes!
-Vale, pero este taxi era para mí, ¿no has visto como venía hacia él? -Contesta, sin mirarme.
-¿Estarás de coña, verdad? Mira llego tarde a un examen. Me he quedado dormida, me he clavado un pendiente en el pie, he perdido el bus y encima no me ha dado tiempo a tomarme el café. Así que por favor, bájate del taxi que me tengo que ir.
-Chico, la señorita montó antes. -afirma el conductor del taxi.
-Lleve a la chica donde le haya indicado y luego lléveme hacia esta dirección -propone el Mr. Arrogante con una expresión calmada mientras extiendo un papel con una dirección que no logro ver.
-¿¿ Pero que narices...?? - pero decido no acabar la frase al dame cuenta de la cara con la que me está mirando. Al menos he conseguido un taxi aunque tenga que compartirlo con este espécimen de persona.
Durante todo el camino, permanecemos callados, solo se escucha la radio del coche, al menos el taxista tiene buen gusto musical y tiene puesto los 40 principales. Empieza a sonar "NO" de Meghan Trainor y automáticamente comienzo a cantarla en voz baja, lo que hace que el viejoven que llevo al lado me mire con cara de circunstancia. Vale, lo asumo, no canto bien, pero tampoco es para que ponga esa cara. No voy a darle el gusto de no poder disfrutar de la canción, le guiño un ojo mientras comienzo a cantarla aún más alto. El taxista, que nos vigila por el retrovisor, ha sido testigo del cruce de miradas retadoras, se alía conmigo y sube el volumen de la radio.
Cuando estamos parados en un semáforo, giro la cabeza hasta dónde está mi no deseado compañero de viaje. Madre mía, hasta ahora no me he dado cuenta del monumento que llevo al lado ¡está como un tren! Como diría mi amiga Laura, si fuera un caramelo me comía hasta el envoltorio. El susodicho está concentrado mirando su móvil, por lo que me recreo más de la cuenta mirándole. De pronto, el taxista me saca de mi ensimismamiento, y me doy cuenta de que el adonis me está mirando de nuevo con su cara de circunstancia.
-¿Tengo algo señorita?
Menuda vergüenza, me acaba de pillar con las manos en la masa. En décimas de segundo me convierto en un tomate andante. Pago al taxista y salgo del coche. Voy entrando a la facultad cuando oigo que alguien me llama:
-¡Ehhh! ¡Adriana! -Me giro y veo al trajeado que viene hacia a mí ¿Cómo sabe mi nombre? Sin saber qué hacer ni decir, me quedo parada en mitad de las escaleras de entrada hasta que el sex symbol se coloca a mi lado.
-Has olvidado el fichero en el taxi -me dice entregándomelo.
-Gra, Gracias -consigo decir. Me mira y se marcha en dirección al coche. Yo sin saber qué hacer, me quedo parada observándole mientras se aleja. ¡Qué bien le queda el traje! Cuando llega al coche, se gira y me vuelve a pillar, esta vez mis ojos estaban clavados en su perfecto culo. Se ríe y monta en el coche. Madre mía, vaya día que llevo.
Avergonzada, me doy la vuelta y me dispongo a entrar cuando desde el taxi, el joven grita:
-¡Ehh! -me doy la vuelta pensando que algo más se me ha olvidado y le veo montado en el coche con la ventanilla bajada y la cabeza por fuera.
-¡Suerte!
¡Ay madre! Creo que me va a dar un síncope, mis piernas se han convertido en flanes. Avergonzada, le sonrío mientras él sube la ventanilla y se aleja. Como una tonta me quedo clavada en la puerta de la facultad viendo como el coche se marcha, olvidando por completo el examen. Cuando por fin bajo de la nube, miro el reloj, las 8:10, corro hacia la clase donde tengo el examen. Espero que no haya llegado aún la profesora.
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Besos de esos #EDIT
ChickLitSi a Adriana le hubieran dicho que su vida iba a dar un cambio de ciento ochenta grados, quizá hubiera tomado por loco a quien lo dijese. Su vida era de los más normal, demasiado monótona a veces, levantarse a las siete, salir de casa a las ochos...