Capítulo 7

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Bajo al portal y allí está el guapos de Kevin esperándome, con unos vaqueros rasgados, una camiseta negra lisa, Converse blancas tobillera y sus gafas de sol

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Bajo al portal y allí está el guapos de Kevin esperándome, con unos vaqueros rasgados, una camiseta negra lisa, Converse blancas tobillera y sus gafas de sol. ¡Dios mío, no puede estar más mono!

- Ya pensaba que te habías echado para atrás. -Me dice sonriendo cuando me ve salir por el portal.

- ¿Y privarte de mi compañía? ¡No soy tan cruel! 

- Si llego a saber que ibas a aparecer tan guapa me habría puesto a tú altura. -¿Cómo? ¿He oído bien? ¡Ay! Creo que me falta el aíre. Esta mañana, preciosa, ahora, guapa. Ufff, SAMUR.

-¡Nahhh! Apenas me ha dado tiempo a arreglarme -¡mentira! No  reconoceré  ante nadie que he estado cerca de cuarenta y cinco minutos sentada delante del armario haber si me venía la inspiración divina y conseguía el outfit perfecto para no desentonar con este sex-symbol. Al final me he decido por algo simple, mis vaqueros nuevos rasgados de Stradivarius, una camisa granate de Zara y mis nuevas New Balance granates. Eso sí, me he pasado la otro hora y media aislándome el pelo y maquillándome. Como diría María Isabel: antes muerta que sencilla. 

Le hace gracia mi contestación y cogiéndome de la mano me susurra al oidodespués de darme un casto beso en la mejilla:

-¡Venga! Enséñame la ciudad. - Uff, uff, ¡que me da, que me da!  ¡Cómo siga así le planto un besazo en todos los morros que no se le olvida en la vida!

Nos dirigimos agarrados de la mano hacia el casco antiguo de la ciudad. Durante un par de horas estamos dando vueltas, no paro de reírme con las caras que pone cuando le cuento las leyendas que hay de alguna de las fachadas y casas. ¡Pobrecillo! ¡Me está dando penita!

Cuando ya, cansados de andar, entramos en una tienda de souvenirs. Mientras que él compra un recuerdo para su hermana y su madre, yo me quedo mirando los llaveros. Tengo llaveros de todas las ciudades a las que he ido. De pronto veo uno que me encanta. Es un unicornio blanco con las crines y el cuerno de colores. ¡Estoy enamorada de los unicornios! ¡Me encanta! Y sin pensármelo dos veces, lo compro y le pido al dependiente que me lo envuelva para regalo.

Una vez salimos de la tienda, mi tripa comienza a rugir y creo que Kevin las escucha porque mes propone ir a comer. Nos vamos a un restaurante muy famoso de la ciudad donde hacen unas paellas para chuparse los dedos. Es pronto,  por lo que el restaurante está medio vacío y por suerte nos toca una de las mejores mesas. Pedimos el plato estrella del restaurante y mientras esperamos a que nos venga la comida, hablamos de infinidad de cosas. Si me llegan a decir a mí, hace un par de semanas, que yo, Adriana Fernández, iba a estar comiendo con el tipo que se coló en mi taxi el día del examen de Contabilidad, me habría reído en la cara de quien me lo hubiera dicho. Pero así es la vida de impredecible. Cuando menos te lo espera te sorprende.

-¡Adriana! ¡Adriana! ¿Estas ahí? -

¡Oh dios! ¡Menuda pavaza estoy hecha! Me he quedado pilladísima mirándole, y seguramente con cara de lela. ¡Ay madre! ¡Qué vergüenza! Pensará que estoy tonta; vamos, qué no pensará de mí a estas alturas.

Besos de esos #EDITDonde viven las historias. Descúbrelo ahora