Capítulo 43

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España,  diciembre de 2016

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España, diciembre de 2016

Brrr Brrr brrrr

- ¿Sí?

- ¡Buenos días a la mamá más guapa de todo el planeta!

- ¡Buenos días a ti también, Blanqui! – digo mientras pongo los ojos en blanco. Blanca no cambiará nunca.

- ¿Estás preparada para ir a ver la cara de Guisi?

- No lo sé...

- ¡Anda ya! No digas tonterías – dice mientras se ríe. – Ya sabes que hoy podrías saber si será una nena o un nene.

- Blanca, ya hemos hablado de eso y pensé que os había quedado claro a todos.

- Vale, lo siento. Pero es que no sé de qué color comprarle los regalos a Guisi. Ya sabes que yo odio el amarillo así que me niego a comprar nada amarillo.

-No seas boba, sabes que Guisantito ya tiene lo necesario para los primeros meses así que no es necesario que le regales nada. – le explico por quincuagésima vez- ¡Ahh y te repito que no le llames Guisi que es muy feo!

- Perdóneme usted, que le puso a su bebé Guisantito...

Su comentario hace que las dos comencemos a reírnos. Mi humor va mejorando día a día. Aunque siento un peso en lo más hondo de mí que me recuerda que no estoy completa, que me falta una de las piezas fundamentales para mí.

Pero hoy es diferente. Hoy voy a ver la carita a Guisantito. He quedado con Andrés a las once en su consulta para hacerme una ecografía 4D y según he leído en los foros de  embarazadas puedes ver a tu bebé perfectamente la carita.

- Bueno, mamita en diez minutos estoy en la puerta de tu casa.

-¿Cómo? ¡Si hasta las 11 no tenemos la cita!

- Ya pero para una vez que vengo, no me puedes decir que no a un desayuno con crepes y batido en la pastelería de la esquina.

Solo con oírlo se me hace la boca agua. Estoy recuperando mi apetito. Buena señal.

- ¿Sabes que te digo?

-¿Qué?

-¡Que ya estás tardando en llegar! ¡Me muero de hambre! – digo mientras nos reímos.

A las diez de la mañana llegamos a la pastelería y tras mirar la carta cinco veces al final me decido por unos crepes con Nutella y helado de vainilla y un batido de chocolate con nata montada. 

- ¿Todo eso te vas a comer? – me pregunta Blanca sorprendida

- Te recuerdo que yo como por dos – reímos.

Blanca se va a pedir a la barra mientras yo me quedo en la mesa mirando el móvil. Entonces siento que una mano me toca la espalda.

Al girarme, me quedo sin palabras.  Junto a mí, esta Luis.  Mis nervios se disparan y me separo de él todo lo rápido que puedo.

- ¿¡Qué haces tú aquí!? ¿Qué quieres?

- Tranquila – dice en tono calmado y entonces se da cuenta de mi barriga de embarazada – vaya, ¡enhorabuena! No sabía que estabas esperando un bebé.

- ¡Mira, pues ya lo sabes! ¿¡Qué quieres, te repito!?

- Adri, por favor...  - dice acercándose a mí, pero no lo consigue. – Estaba aquí desayunado cuando te he oído hablar con una chica y he venido a pedirte disculpas, de verdad. Siento muchísimo todo lo que te hice pasar...

En sus ojos veo que dice la verdad, así que me relajo y me vuelvo a sentar en la silla y le invito a sentarse.

- Me dijo tu hermana que estabas en Londres

-Sí, cuando paso eso, me sentí tan mal que decidí poner tierra de por medio. Allí he estado todo este tiempo.  Pero y tú, ¿cómo estás?

- Pues la verdad que ahora muy cansada- digo mientras se toco la tripa y sonrío – pero bien ¿y tú?

- Pues genial, conocí a una chica en Londres de la que estoy perdidamente enamorado  y bueno, eso me ha hecho entender lo mal que me porté contigo y con tu chico. Espero que le pidas disculpas de mi parte.

Al nombrar a Kevin, una oleada de tristeza me invade, aunque rápidamente me recompongo y sonrío:

- Lo haré.

- Bueno te dejo, espero que seas muy feliz.

- Y tú.

Digo antes de que se vaya y vuelva a quedarme sola.

- ¿Quién era ese? – dice Blanca con nuestro desayuno.

- Un antiguo amigo. Venga trae ese desayuno que me muero de hambre





Londres, diciembre de 2016

- Because all of me, loves all of you, darling... - susurro mientras toco la fría pantalla del ordenador.

Sí supieras que yo estoy sufriendo tanto como tú... Si supieras que me muero por no ver crecer tu barriguita. Te echo de menos mi pequeña. Echo de menos tus ojos, tu sonrisa, esa con la que me dormía todas las noches y me enamoraba más  por las mañanas.

Echo de menos tus gritos, esos que me sacaban de quicio pero que ahora tanto añoro...

Ojala todo esto se acabara de una vez, pudiera coger una avión y volver a tú lado. Ojala pudiera contestarte a cada uno de los emails que me has enviado. Pero sé que si lo hago, ellos se enterarían e irían a por ti y no podría soportarlo...

Al igual que tú, un trozo de mí quedó contigo el día que me marché.

¡Dios! No sabes cuanta es la  rabia que acumulo  dentro. Pero soy consciente de que esta es la única forma de protegeros a ti y a nuestro pequeño Guisantito. Sé que cuando todo esto acabe lo entenderás y podrás perdonarme todos estos meses de ausencia.

Sé que algún día abrirás las cartas. Sé que cuando las leas lo entenderás.

Cuando todo esto acabe recuperaré el tiempo perdido a tu lado. Solo tenemos que esperar un poco más. Pronto terminará todo esto. Y entonces volveré. Volveré y nunca más me alejaré de ti, mi amor.

Estoy sumido en mis pensamientos, como cada día desde que me separé de ella cuando la puerta de mi despacho se abre y entra el ser más despiadado que conozco. Rápidamente, elimino el email y cierro la página.

Trae un sobre en la mano. Acercándose hacia la mesa donde estoy sentado, mete la mano en el sobre y tira sobre mi escritorio varias fotos. Las cojo y el mundo deja de girar. Delante de mí está la mujer de mi vida, mi pequeña, con una barriguita que me encantaría tocarla. En las fotos aparece Adriana sentada en una pastelería hablando con un chico. No consigo ver quién es, entonces miro otra de las fotos y toda mi sangre comienza a bullir... Luis ¡Qué narices hace con ella! ¡Pensé que se lo había quedado claro la última vez! Es la primera vez que la veo desde que me marche. Intento parecer inexpresivo, como si esas fotos no me acabaran de romper el corazón. Lo consigo aunque solo delante de ella.

- Parece que tu mujercita ya no se acuerda de ti.

No contesto, en este momento no soy capaz. Sé que todo esto es una prueba para hacerme daño. Conozco a mi chica y sé que no volvería a acercarse a ese hombre después de lo que pasó.

- Puedes quedártelas – comenta Georgina mientras se acerca de nuevo a la puerta – Así recordarás el error que cometiste dejando embarazada a una cualquiera. – dice saliendo del despacho.

En ese momento, toda mi frialdad y dureza desaparecen y miles de lágrimas caen por mi rostro.

- Mi preciosa – lloro mientras corto la fotografía en la que sale sonriendo junto al desgraciado de Luis.

Besos de esos #EDITDonde viven las historias. Descúbrelo ahora